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Los marroquíes se manifiestan en Rabat para solidarizarse con el pueblo palestino

Los marroquíes se manifiestan en Rabat para solidarizarse con el pueblo palestinoEFE

Norte de África

El doble juego de Marruecos: con la mano derecha se abraza a Israel y con la izquierda a Palestina

Rabat prefiere no publicitar demasiado sus lazos con el Estado judío mientras se posiciona como «un intermediario creíble» en el conflicto palestino

En la política exterior de Marruecos nada es casualidad y su reciente relación con Israel, tampoco. Rabat normalizó relaciones con el Estado judío en diciembre del 2020, en el marco de los Acuerdos de Abraham. Un formato impulsado por la Administración Trump y por el que varios países árabes accedieron a mantener lazos con Israel.

Emiratos Árabes Unidos, Sudán y Bahréin fueron los primeros en firmar el documento que ratificaba el establecimiento de relaciones con el país hebreo. Marruecos se sumó tres meses después. Una noticia que no sentó bien entre los marroquíes, grandes defensores de la causa palestina. Una decisión de tal calibre tenía, por tanto, que reportar grandes beneficios.

Marruecos prefiere ser discreto y no publicitar, en exceso, su nueva alianza con Israel. De hecho, el pasado año y con motivo del primer aniversario de la reanudación de relaciones con Israel, Rabat evitó hacer alarde de los actos. Estos consistieron en una simple videoconferencia entre el ministro de Exteriores marroquí, Nasser Bourita, y su homólogo israelí, Yair Lapid, bajo la atenta mirada del jefe de la diplomacia norteamericana, Antony Blinken.

Desde Rabat se ha intentado dar la menor importancia posible a la relación con Israel, y que los marroquíes no ven con buenos ojos, ya que la consideran una traición al pueblo palestino. El ministro de Exteriores marroquí trató de vender el acuerdo como una oportunidad para que Marruecos se convierta en «un intermediario creíble con todos los protagonistas» y «reactivar así todos los mecanismos» destinados al servicio de la resolución del conflicto israelí-palestino.

Marruecos defiende la solución de dos estados, con Jerusalén Oriental como capital de Palestina. Además, el Rey Mohammed VI preside el Comité Al Quds – Comité para la Liberación de Jerusalén–, desde su creación, que tiene como objetivo principal velar por los lugares sagrados musulmanes de Jerusalén, desde que se iniciara el conflicto. Rabat se encuentra así en el medio de dos enemigos acérrimos, Israel y palestinos.

Pero, el reino alauí ya tiene práctica en este doble juego. Hassan II –padre de Mohammed VI– nunca cortó los lazos con Israel, mientras apoyaba la causa palestina. Hasta el punto de convertirse en pieza clave del proceso de paz en Oriente Medio e interlocutor privilegiado de los países occidentales. Las relaciones económicas entre ambos países siempre se han mantenido, y más ahora, tras el restablecimiento oficial de relaciones.

Además, Marruecos se nutre de los equipos militares –drones– y de la ciberseguridad israelí, en el contexto de una carrera armamentística con Argelia, su principal rival regional. Pero este acto de equilibrio se le complica cada vez más al reino alauita. La violencia entre palestinos e israelíes va cada vez a peor y en Israel impera el Gobierno más derechista de su historia, con claro tintes anti-árabes.

De hecho, en un movimiento poco habitual en la vida política marroquí, el Partido Justicia y Desarrollo (PJD) se posicionó en contra del Ministerio de Relaciones Exteriores marroquí y, por ende, del propio Mohammed VI, –ya que es bien sabido que es el monarca quién toma las decisiones en materia de política exterior– por «defender a la entidad sionista en algunas reuniones africanas y europeas».

Rápidamente, el Rey reprendió a la formación y calificó las declaraciones de «irresponsables» y «aproximaciones peligrosas». El Gabinete Real, a través de un duro comunicado, volvió a hacer hincapié en que la posición de Marruecos en la cuestión palestina es «irreversible» y «constituye una de las prioridades de la política exterior» del monarca. Pero la realidad se impone, y la relación con Israel ha reportado suntuosos beneficios al país norteafricano, que seguirá con su ambigua diplomacia.

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