Políticas pro familia
Hungría es el ejemplo europeo de cómo se puede incentivar la natalidad desde el Estado
Los nativos europeos se encuentran cerca del punto de no retorno a nivel poblacional si no se revierten los datos actuales
Europa tuvo su último empuje de población nativa con la considerada generación del baby boom. Se conoce así a los nacidos entre 1946 y 1964. Es decir, aquellos que vinieron al mundo después de las terribles guerras en Europa y la explosión de las economías con la recuperación a partir de los 50.
La mayoría de ellos son los abuelos de la nueva generación, la tercera edad actual del continente. Un grupo que no para de crecer y que, debido a la inversión de la pirámide poblacional, supone un reto demográfico y económico cada vez más complejo para los gobiernos.
«Si apenas nacen niños, ¿qué va a ser de nosotros?», nos preguntamos. La respuesta parece sencilla: incentivar la natalidad, reducir presión fiscal a las familias, facilitar el acceso a la vivienda a los más jóvenes… Lógico, ¿no? Al menos lo es para un país que está mostrando el camino a seguir para los que de verdad les preocupa la natalidad europea. Ese país es Hungría.
El rompehielos de Viktor Orbán
En su primer mandato (1998-2002), Viktor Orbán estableció un sistema de ayudas familiares, pero el gobierno de izquierdas que vino después y que dejó el país al borde de la quiebra (2002-2010) las suprimió. Cuando Orbán volvió al poder en 2010, decidió erigir a la familia como el centro de sus políticas y permitirles disponer de los medios económicos para fundar una familia.
Se introdujeron varios instrumentos de apoyo a la familia y se consultó repetidamente al público sobre el sistema de ayudas a través de las llamadas consultas nacionales. Hungría tiene una población de poco menos de 10 millones de habitantes.
La celebración de referéndums parece algo exótico en España pero es algo que Fidesz realiza a menudo cuando considera que las cuestiones a tratar son de calado nacional y de gran trascendencia para el futuro.
No hay letra pequeña
Fidesz ha sido claro a la hora de exponer las necesidades y requisitos para cumplir con las ayudas a la maternidad. No hay letra pequeña, no hay grandes «peros» y eso ayuda a que la población se beneficie de sus propios impuestos. Prioridad nacional.
La prestación familiar varía en función del número de hijos de la familia. Las de un solo hijo reciben menos ayuda que las que tienen varios. Así como ocurre en Bélgica, el objetivo es ayudarles a sufragar los gastos de crianza.
Los beneficios fiscales son llamativos. Están estructurados de tal manera que proporcionan una desgravación creciente a medida que aumenta el número de hijos a cargo en la familia. A más hijos, menos impuestos. Hasta el punto de que una mujer que tenga cuatro hijos no pagará impuestos directos nunca más -los indirectos sobre el consumo, sí-. Tal y como ocurre en España, las familias numerosas también ven reducidos los costes de los servicios públicos.
Por norma general, una familia requiere de estabilidad laboral y económica. Sentir que el futuro está asegurado es un incentivo a la natalidad. Con este objetivo, las familias pueden acceder a préstamos como la compra de una vivienda, la puesta en marcha de un negocio o los gastos de educación. Al ser préstamos subvencionados, suelen ofrecer tipos de interés y plazos más favorables que los préstamos comerciales normales.
En cuanto a la baja por maternidad, es semejante a la que existe en España solo que la madre tiene el derecho a estar dos años cuidando a la prole sin perder el puesto. En contraposición solo recibe el 70% del salario. También se permite ausentarse del trabajo para cuidar de sus hijos recién nacidos o de corta edad.
Recientemente se han aprobado nuevas prestaciones para madres que estén estudiando una carrera. El coste de la universidad lo cubre el Estado siempre y cuando a la madre le queden al menos dos años mínimo para terminar la carrera. De esta manera logran reducir el impacto económico en las madres jóvenes que intenten compaginar la maternidad con los estudios.
Pero no solo se queda ahí. Una familia con tres hijos recibe un préstamo a fondo perdido de 25.000 euros. Una pareja joven recién casada puede recibir hasta 30.000 euros a devolver en los próximos años a no ser que tenga un número determinado de hijos. En ese caso, el préstamo también es a fondo perdido.
Los datos abalan estas medidas
A Fidesz se le ha criticado dentro y fuera de sus fronteras por este tipo de medidas por considerarlas populistas e ineficientes. Por otro lado, desmontan la falacia de que es necesaria más inmigración para tener más hijos y pagar las pensiones. Lo que hace falta es voluntad.
El número de divorcios ha pasado de 24.638 en 2004 a 17.700 en 2022 mientras que, en el mismo tiempo, los matrimonios han pasado de 43.791 a 65.268. Los hijos por mujer han pasado de 1,23 en 2011 a 1,59 en 2022. Puede que sea insuficiente en términos absolutos, pero en 10 años se ha aumentado en 0,36 hijos por mujer.
En este sentido, las proyecciones de población hasta 2030 se mantienen estables dentro de un margen. Hungría se mantendrá en la franja de 9,71-9,78 millones de personas.