Egipto celebrará elecciones en diciembre sin ninguna alternativa política
Si bien aún no ha anunciado su candidatura, se da por hecho que el presidente Abdelfatah al Sisi volverá a concurrir y, casi con total certeza, obtener un nuevo mandato de seis años
Egipto celebrará elecciones presidenciales el próximo mes de diciembre en un contexto complicado en todos los sentidos, marcado por una pésima situación económica que sólo promete ir a peor, con signos claros de agotamiento social y político del gobierno del presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi, y ninguna alternativa viable que permita salir al país del atolladero.
En el poder hace diez años tras derrocar al gobierno islamista de Mohamed Morsi (2012-2013), con dos triunfos electorales en su haber plagados de denuncias de irregularidades y una reforma constitucional hecha a medida para habilitar su permanencia en el poder, Al Sisi enfrenta ahora un panorama copado de dilemas prácticamente imposibles de resolver.
Si bien aún no anunció su candidatura, se da por hecho que el antiguo mariscal volverá a concurrir y, casi con total certeza, obtener un nuevo mandato de seis años.
Sin embargo, esta vez tiene muy poco que ofrecer tanto al electorado como a los sectores políticos, sociales y económicos que lo sostienen en el poder.
Malas noticias
Egipto sortea aún la bancarrota pero por muy estrecho margen, acechado por una inflación imparable –un 40 % interanual–, necesitado de inversiones que no terminan de llegar, agobiado por su deuda, muy limitado para obtener divisas, con dificultades para encontrar nuevos prestamistas y cumplir con sus exigencias, golpeado por la situación geopolítica global y con una población joven en constante crecimiento y que nota cada día el empeoramiento drástico de su situación económica.
«Hay mucha tensión interna en el régimen. Creo que Al Sisi tiene esperanza de que cuanto más pronto pueda pasar las elecciones, más podrá ayudar a rebajar las tensiones y reducir las ambiciones de sus competidores», explica a Efe Timothy Kaldas, subdirector del Instituto Tahrir para la Política de Oriente Medio, organización independiente que analiza y estudia la situación política y económica de la región.
Kaldas se refirió así al hecho de que las elecciones serán antes de lo previsto –se preveían para marzo de 2024– lo que para muchos se debe a la necesidad de obtener un resultado electoral positivo antes de proceder con una serie de reformas económicas que serán a la vez drásticas y dolorosas.
«Al final, la población ya está bajo una extraordinaria presión económica y la popularidad del gobierno y del presidente ha colapsado. No sé si hay alguna confianza que quede para perder en lo relativo a la economía. Los egipcios han perdido la fe en las habilidades de sus líderes para dar solución a sus problemas económicos», añade.
Un círculo vicioso
Esa misma visión la dieron a Efe varios analistas, banqueros, funcionarios internacionales y empresarios, quienes bajo la condición de anonimato apuntaron que Egipto no tiene muchas opciones para salir del atolladero y que de las pocas que tiene, pocos creen que Al Sisi pueda o quiera tomarlas.
Es un círculo vicioso: a una nefasta gestión económica, con proyectos faraónicos multimillonarios de poca utilidad, se une haber puesto al Estado al servicio del enriquecimiento de unos pocos, básicamente las industrias en manos militares y vinculadas a los sectores de la Inteligencia.
Los prestamistas y garantes habituales han perdido confianza en un país que «cuesta mucho mantener para lo poco que ofrece», por lo que ya no quieren invertir si no se ofrecen a cambio beneficios tangibles y algo de estabilidad.
Los préstamos –Al Sisi pidió ya cuatro al Fondo Monetario Internacional (FMI)– son cada vez más limitados y apremiantes y sus condiciones más draconianas, mientras que las necesidades se acumulan.
Y los retrasos en aplicar reformas empeoran la situación y profundizan la desconfianza.
El consenso general también apunta a que todo son heridas autoinfligidas y que además han estado a la vista del público, testigo de como unos pocos se han enriquecido y el resto del país ha caído más y más en la pobreza.
Las soluciones, según las fuentes consultadas, pasan necesariamente por devaluar la moneda y dejarla que flote libremente, así como eliminar subsidios, pero eso traerá consecuencias devastadoras para los egipcios.
Otra necesidad será privatizar y garantizar derechos sobre empresas públicas y, sobre todo, apartar a los militares y otros actores del Estado de la vida económica.
«No está claro si Al Sisi no quiere abordar estas reformas o si es incapaz de hacerlo, pues gran parte de las mismas afectarían los beneficios y privilegios de las élites de las que depende, particularmente los militares. Tiene que navegar las consecuencias políticas de las reformas económicas, no solo ante la población en general, que ya sufre mucho, sino para la supervivencia del régimen que ha construido», resumió Kaldas.