La Cruz Roja Internacional, la gran ausente en la crisis de los secuestrados israelíes en manos de Hamás
El 7 de octubre Israel fue atacado por la organización terrorista Hamás, que mató a más de 1.200 personas en más de 20 comunidades en el sur del país hebreo (la enorme mayoría civiles), hirió a más de 10.000 y secuestró a 252, también la mayoría civiles.
Junto a la angustia por los asesinados, un resultado irreversible por cierto de la catástrofe, Israel está especialmente preocupado por el destino de los 138 secuestrados que aún quedan en poder de Hamás, tras los siete días de alto el fuego, en cada uno de los cuales fue liberada una tanda de civiles, casi todos menores de edad y mujeres, generalmente sus madres. Y en medio de este desafío, podría ser fuente de cierto alivio que la Cruz Roja Internacional visite a los secuestrados, algo que no ha ocurrido ni una vez.
A ello se agrega la especial preocupación que constituye el hecho que hay entre ellos quienes toman medicamentos de forma permanente, sin lo cual su estado de salud puede deteriorarse seriamente. Una prueba de ello fue cuando Elma Abraham, de 85 años, fue liberada, y llegó en tal estado que cuando pisó el hospital Soroka, tras ser evacuada de urgencia en helicóptero apenas entró a territorio israelí, los médicos dijeron que su vida corría peligro. Llegó con 28 grados de temperatura corporal, pulso 40 y casi inconsciente. Días después, tras recibir el tratamiento médico y los remedios que necesitaba, salió de peligro.
La organización Magen David Adom –la Estrella de David Roja–, la paralela israelí de la Cruz Roja, afiliada a ella y férrea defensora de toda cooperación con dicha entidad, tiene al parecer mucho por lo que criticar a la Cruz Roja. Pero, tratando de maniobrar entre los problemas que deben ser resueltos y los desafíos por los que aún se la necesitará, son extremadamente lacónicos en sus comentarios públicos al respecto.
«El director general de Magen David Adom transmitió su protesta a las personas relevantes en la Cruz Roja», han asegurado a El Debate desde la oficina del portavoz Zaki Heller, evitando entrar en detalles. Cabe suponer que se desea mantener canales abiertos. Pero de fondo en Israel hay una gran frustración, aún si está claro que la Cruz Roja, en este caso, lidia con los terroristas de Hamás, lo cual de entrada determina un estrecho margen de maniobra.
Cada una de las siete noches de liberaciones de secuestrados, los afortunados de esa tanda eran entregados por Hamás a la Cruz Roja Internacional dentro de la Franja de Gaza, de allí los llevaban al paso fronterizo pactado y los entregaban a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Por eso, sabiéndose que no vieron ni una vez a los secuestrados y que no parecería que se hizo un gran esfuerzo para hacerles llegar medicamentos a quienes los necesitan, en la opinión pública israelí se dice, con sarcasmo, que la Cruz Roja parece ser simplemente «una empresa de taxis». Esto, claro está, no es un comentario oficial de nadie sino una crítica popular, pero muy notoria en las últimas semanas.
La Cruz Roja sostiene que intenta ver a los secuestrados, sin entrar en detalles. Desde su cuenta en la red social X –antes Twitter–, la presidenta del organismo, Mirjana Spolijaric, exhortó a la liberación de todos los secuestrados, habló de la agonía de las familias y sostuvo que se hacen esfuerzos para ver a los israelíes en manos de Hamás.
Para poder evaluar qué significa esta situación para las familias de los secuestrados que precisan ayuda al saber que sus seres queridos pueden estar muriendo, quizás por falta de remedios en cautiverio, –además de los riesgos inherentes a la situación de cautiverio–, El Debate habló con Uri Rawitz, uno de los hijos de la ya mencionada Elma Abraham.
«Yo estuve en contacto con la Cruz Roja», confirmó. «La primera vez, les llevé la lista de medicamentos que toma mi mamá, incluyendo el diagnóstico, su expediente médico y traje personalmente también sus medicamentos. Me dijeron que no podía recibirlos, que me los llevara, que no puede recibir los medicamentos pero que tomaría nota de la lista de medicamentos». La segunda vez que Uri fue con otro de los hermanos, la representante de la Cruz Roja que lo recibió le preguntó si volvió para «lo mismo».
Uri trata de no perder proporciones. «La Cruz Roja no representa al «el lado malo», los malos en esta historia son los terroristas de Hamás. La Cruz Roja sostuvo que no tenía acceso a la organización islamista ni a los sitios donde se encontraban los rehenes. «Yo les creo, pero insisto en que tenían que encontrar una solución para llegar. Entiendo que las situaciones son complejas, pero tienen que encontrar la solución, cómo hacerlo a pesar de todo», defiende Uri.
La denuncia de Uri Rawitz y otros familiares, es categórica: «Tanto la Cruz Roja, como otras organizaciones de rescate, no lograron ofrecer una respuesta. Y su función es precisamente esa. Ese debe ser su papel. Dijeron que intentaban hacer todo lo posible, y ese 'todo' no fue suficiente, no en el caso de mi mamá ni en otros tantos casos que escuchamos, tampoco en casos que sabemos que por el momento no están en negociaciones, que puede llegar a ser demasiado tarde para ellos». Elma Abraham llegó moribunda y se salvó en el último momento gracias a la intervención de médicos israelíes. «Si hubiese llegado unas horas después, es muy probable que hoy no estuviese viva», sostiene su hijo.
Recalca que «la función de la Cruz Roja debe ser proteger a civiles que se hallan en zonas de combate, y no «lo cumplió» . «No lo hizo, no fue suficientemente eficiente, no fue suficientemente creativa… No puede decir: 'no tenemos respuesta'. Si no tiene respuesta, ¿para qué existe?».
El caso de Elma Abraham no es el único. Hay otra gente que precisa medicamentos fijos. En el caso de ella, eran inclusive medicamentos que no resulta difícil conseguir. Pero si no se los dan, puede morir.
Hay también jóvenes que pueden estar sufriendo seriamente por ello, como Omer Wenkert, que sufre una grave colitis, lo cual preocupa especialmente a sus padres. Shay, su padre, que no tiene noticias de él y adivina su sufrimiento, recalca que su hijo necesita remedios de manera permanente y sin ellos «no quiero ni pensar qué le puede pasar, además de lo terrible de estar en manos de Hamás».
Uri Rawitz amplía el espectro de su mirada. «El problema no es sólo la Cruz Roja. Hay diversas organizaciones internacionales, como organizaciones de derechos de la mujer, que ni siquiera publicaron declaraciones de condena a Hamás. Hay que decir que Hamás cometió crímenes de guerra y de lesa humanidad ¿Por qué no lo hacen?».
La pregunta queda sin responder, mientras a los dos meses de la masacre, Israel aún espera respuestas y posturas firmes de la comunidad internacional.