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Ultraortodoxos protestan en Israel contra el gobierno de Netanyahu

Ultraortodoxos protestan en Israel contra el gobierno de NetanyahuAFP

Entre las Sagradas Escrituras y la defensa nacional: reclutar a los ultraortodoxos es un desafío para Israel

La exención de los ultraortodoxos del servicio militar obligatorio en Israel es un problema de seguridad nacional

En medio de las fuertes protestas que han vuelto a las calles de Israel por una diversidad de temas relacionados con el manejo de la guerra contra Hamás, la responsabilidad por los errores que hicieron posible la masacre del 7 de octubre y la exigencia de que se adelante las elecciones, hay un tema que nada tiene de nuevo.

Un tema que divide desde hace décadas a la ciudadanía de Israel, pero que ahora se vive con especial intensidad.

Se trata de la exención –«ptor» en hebreo– en bloque de los jóvenes ultraortodoxos, o sea los miembros de la comunidad haredí, de cumplir con el servicio militar obligatorio que los israelíes deben realizar por ley al cumplir 18 años.

El argumento es que no pueden enrolarse porque están dedicados al estudio de la Torá, un término que traducido del hebreo significa Pentateuco, pero que se refiere en general al estudio de las Sagradas Escrituras del judaísmo.

«El estudio de la Torá al que se aferró el pueblo judío en su historia es lo que lo ha mantenido a pesar de todas las adversidades, y hay que preservarlo», sostienen los rabinos y líderes políticos del sector haredí.

El origen del problema data de los primeros años del Estado, cuando el entonces primer ministro David Ben Gurión pactó con los grandes rabinos del sector haredí que se exima del Ejército a 400 estudiantes brillantes de la Torá para que puedan seguir abocándose a ello.

De fondo estaba no sólo el reconocimiento del valor que había tenido precisamente el estudio de la Torá en la historia judía, sino también el deseo de garantizar que a pesar del genocidio de judíos a manos de los nazis unos años antes, en el Holocausto, el mundo del estudio en las yeshivot, los institutos de estudios superiores rabínicos, volvería a florecer.

Pero cuando Menajem Begin asumió el poder en 1977 como primer ministro, tanto por su coalición con los partidos ultraortodoxos como por su conciencia de historia judía, amplió aquel pacto original de Ben Gurión, y ese fue el comienzo de la exención en masa.

El ptor a los jóvenes del sector haredí siempre fue motivo de serias polémicas en Israel ya que constituye indudablemente un caso notorio de desigualdad ante la ley.

Y al afirmar los ultraortodoxos que el estudio requiere mucho esfuerzo, el jefe de la oposición Yair Lapid dijo repetidamente que «unos arriesgan la vida por el país y otros no, unos cargan con responsabilidad nacional y otros no, eso es indiscutible».

Se habló durante años de la injusticia de «repartir desigualmente la carga», en referencia a la defensa del Estado, el servicio de reserva, que, si se dividiera entre más combatientes, exigiría menos a cada uno.

Esos argumentos, siempre relevantes, se mantienen. Pero el tema se ha tornado mucho más grave a raíz de la guerra desatada por la masacre de Hamás hace 8 meses y medio en el sur de Israel.

660 soldados y oficiales han caído en la lucha contra el terrorismo desde el 7 de octubre y las Fuerzas de Defensa de Israel necesitan más combatientes. El comandante en jefe del Ejército, teniente general Herzi Halevi, ha sido tajante al respecto, recalcando que no hay suficientes efectivos para lidiar con la situación actual, en la que de hecho Israel lucha en varios frentes a la vez.

El peso de los combates es enorme y hay oficiales y soldados que han estado en «miluim» –el servicio de reserva– durante más de 5 meses. Hay quienes terminaron su servicio regular obligatorio, rompieron como es tradición su documento de soldado como señal de celebración, pero inmediatamente entraron al marco de la reserva.

Más allá del peligro que ello supone a su seguridad e integridad, constituye una alteración total de la vida, separación de la familia, abandono del trabajo o los estudios, complicaciones a numerosos niveles. O sea, es una cuestión muy práctica, no sólo de principios.

Y cuando la coalición encabezada por el primer ministro Netanyahu votó hace una semana proseguir con la situación actual, volviendo a formalizar la exención, estalló una tormenta.

Una tormenta que empeoró al añadirse, de momento solo durante tres meses, otro proyecto de ley que busca extender el servicio de miluim para que se pueda convocar a los reservistas al servicio activo.

Decenas de miles de personas salieron a protestar frente al Parlamento, acusando al gobierno de estar desconectado de la gente y no entender que con este encare, destinado a preservar la coalición con los ultraortodoxos, está «traicionando» a quienes luchan en Gaza contra Hamás.

El líder de la oposición Yair Lapid dijo que «esto no es la Torá, esto es política mezquina, porque vemos a la Knesset, Parlamento de Israel, diciendo a los soldados en la reserva que no les importan». Agregó que «este es uno de los momentos de humillación más despreciables de la historia de la Knesset israelí. Todo es política. Valores, cero».

En cuanto a las posturas del sector haredí, hay distintos matices. Formalmente, todo su liderazgo se opone al reclutamiento, aunque hay quienes aceptan que haya cuotas de jóvenes que vayan al Ejército si no están realmente dedicados al estudio de la Torá.

Están también los extremistas que se manifiestan gritado «morir y no ir al Ejército» o que acusan al Estado de querer prohibirles estudiar la Torá y desjudaizarlos, lo cual nada tiene de cierto.

Por otro lado, están todos aquellos que temen que el servicio militar los «arruine», que el servicio junto a mujeres, la apertura a otro mundo muy distinto del haredí en el que viven hoy, los alejen de su forma de vida y los «secularice».

No sólo seculares, sino también numerosos religiosos que no pertenecen al sector haredí, critican duramente tanto al liderazgo rabínico y político haredí opuesto al servicio militar, como al gobierno que sigue avalándolo.

Desde el campo de batalla han llegado voces de soldados y oficiales que recalcan que ellos están aportando a la defensa nacional en un momento tan clave, sin dejar de ser gente respetuosa de la Torá y hasta abocada a su estudio.

Rabinos del sector conocido como sionismo religioso, con varios hijos en unidades de combate, se han manifestado en contra de la situación actual. Destacan que las enseñanzas judías nunca dejaron un legado como el que manifiestan quienes hoy desean solamente estudiar.

El ya citado jefe del ejército Halevi aclara un punto clave: «Servir a la defensa del país y el pueblo, debe ser visto, ante todo, como un privilegio».

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