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El tercer pucherazo de Maduro

Falta saber si, como parece, está dicha la última palabra en Venezuela o hay que prepararse para unas movilizaciones dramáticas donde las FF AA decidirán si apuntan al pueblo o disparan contra la dictadura de la que forman parte

Actualizada 07:42

Nicolás Maduro lo ha vuelto a hacer. El sucesor de Hugo Chávez, una vez más, la tercera, se ha proclamado vencedor en un simulacro de elecciones que tenía perdidas de antemano. Pero la mano viciosa del fraude volvió a asomar a lo largo de todo el proceso y consumó el delito durante un escrutinio vergonzoso.

Maduro no tenía otro modo de dar su golpe o pucherazo. El tiempo le ha enseñado a perfeccionar la técnica y sabía que ya no podía hacerlo por las bravas ni provocar otro baño de sangre. El «Gallo Pinto», en realidad gallina, no entregó las planillas manuales del recuento en la mayoría de las mesas electorales. Los «testigos» (interventores) en los que confiaban María Corina machado y Edmundo González Urrutia no han podido demostrar lo que el mundo y todas esas delegaciones de veedores internacionales a las que se prohibió fiscalizar las elecciones saben: la derrota estaba anunciada.

Hasta los amigos de la vieja guardia bolivariana o de la izquierda setentista de la región se han querido mantener lejos de un proceso tramposo y viciado de origen. Luiz Inacio Lula da Silva, Gabriel Boric,el gobierno colombiano de Gustavo Petro y otros socios del Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla le advirtieron a Maduro que, en esta ocasión y de este modo, ya no podía contar con ellos. Otra cosa es el silencio ominoso de Pedro Sánchez y de José Luis Rodríguez Zapatero, el socio de Maduro. Veremos quién se anima a reconocer este engendro electoral.

A Nicolás Maduro y a esa red corrupta que forma la dictadura cívico militar que ocupa el poder desde hace 25 años, todo le ha dado igual. Tampoco han hecho mella o torcido su voluntad las amenazas de Estados Unidos. Presentarse como triunfador era su objetivo por encima de todo.

En Venezuela a estas horas el pueblo está desconcertado. El chavismo acarreado en autobuses y los colectivos (sicarios al servicio del régimen) festejan en los alrededores del Palacio de Miraflores. La fiesta va a durar poco, la oposición resiste y recurre a las vías ordinarias para demostrar que todo es mentira y el pueblo está dispuesto a echarse a la calle.

Sólo falta saber si, como parece, está dicha la última palabra en Venezuela o hay que prepararse para unas movilizaciones dramáticas donde las Fuerzas Armadas decidirán si apuntan al pueblo o disparan contra la dictadura de la que forman forman parte.

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