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Rodrigo Fernández Ordóñez, historiador guatemalteco

Rodrigo Fernández Ordóñez, historiador guatemaltecoPaula Argüelles

Entrevista

Rodrigo Fernández, historiador guatemalteco: «Las embajadas europeas siguen viendo con simpatía a la izquierda y con hostilidad a la derecha»

En su obra «Anatomía del enfrenamiento armado interno» Fernández detalla la razón del porqué las guerrillas no consiguieron sus objetivos militares

si alguien quiere entender de mejor forma Guatemala y Centroamérica y por qué la región es como es actualmente, «Anatomía del enfrentamiento armado interno les puede dar un par de luces para guiarse» asegura el escritor e historiador guatemalteco Rodrigo Fernández Ordóñez.

Fernández Ordóñez, profesor de la Universidad Francisco Marroquín, presentó su obra en Madrid en un acto organizado por el Instituto de Estudios Americanos CEU-CEFAS y también visitó la redacción de El Debate.

— ¿Por qué en el caso de Guatemala se habla de conflicto armado interno y no de una Guerra civil?

— En Guatemala, a diferencia de El Salvador, por ejemplo, el enfrentamiento fue de una limitada acción. Los grupos revolucionarios, las guerrillas, eran muy pequeñas y no fue guerra civil porque en realidad nunca pusieron en peligro al Estado. O sea, nunca llegaron a desafiar realmente al Estado.

El EGP —Ejército Guerrillero de los Pobres— fue la guerrilla más numerosa y nunca pasó de 7.000 elementos. Entonces, nunca fue una organización que pudiera desafiar el poder del Estado. El Ejército de Guatemala siempre logró contener la expansión de los grupos guerrilleros.

Entonces, por el tamaño de la insurgencia y por el impacto que hubo más bien hablamos de un enfrentamiento de una facción en contra del Estado, más que una guerra generalizada.

¿Qué papel jugó la dictadura cubana en el conflicto guatemalteco?

— Cuba presiona para que se reúnan todos los grupos en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca para presentar un frente único contra las fuerzas de seguridad y al Estado. El problema es que las propias guerrillas guatemaltecas, que eran cuatro grupos: las Fuerzas Armadas rebeldes, la organización revolucionaria, el pueblo en armas, el Ejército guerrillero de los pobres eran muy distintos entre sí.

En realidad, fracasaron como integración de guerrillas. Eran muy distintos, unos eran maoístas, otros eran socialistas, otros comunistas democráticos y nunca lograron encontrar un punto de convergencia.

Y ¿Cuál fue el papel de EE. UU. y sobre todo el del presidente Kennedy?

— Luego de la Segunda Guerra Mundial, había temor a que en América Latina, una región muy desigual, el discurso de la liberación nacional que estaba triunfando en Argelia e Indochina pudiese permear en los pueblos latinoamericanos que se ven a sí mismos en una condición de colonización interna.

Entonces, Estados Unidos lanza un plan de ayuda de una cantidad de millones de dólares para prevenir precisamente ese rompimiento y plantean dos estrategias principales: una de prevención, que es de tipo económica con inversión pública y financia muchos de los grandes proyectos sociales en América Latina.

Por otro lado, plantea que si aún con esa prevención se dan conflictos sociales se debía de actuar para contener la contrainsurgencia.

Así también, se implanta la creencia dentro del gobierno de Estados Unidos que los gobiernos o los regímenes dictatoriales, totalitarios o autoritarios son los más eficientes para ejecutar esos proyectos de prevención de conflicto y es así como Kennedy autoriza un golpe de Estado en Vietnam y uno en Guatemala en 1963.

Rodríguez Fernández Ordóñez, historiador guatemalteco

Rodríguez Fernández Ordóñez, historiador guatemaltecoPaula Argüelles

¿Cómo influyó la teología de la liberación?

— La Iglesia Católica, a raíz de la creación de la CELAM —Conferencia Episcopal de Latinoamérica— tiene una gran influencia en todos los movimientos guerrilleros de toda América Latina. En Guatemala hay muchos sacerdotes que se vuelven guerrilleros a raíz de esa radicalización de la Iglesia.

Es la radicalización de cristianos en una sociedad como las centroamericanas, que optan por las armas como una opción de cambio revolucionario y tienen el visto bueno de la Iglesia de aplicar violencia para cambiar las cosas.

Yo creo que es algo inédito y que la Iglesia debiese de pedir perdón por ese tipo de malas interpretaciones. No lo ha hecho y debiese de hacer un mea culpa, porque radicalizó a nuestras sociedades y al menos en Guatemala, hay todavía representantes de la teología de la liberación que defienden que los ricos no pueden pertenecer a la Iglesia alimentando la idea 'estás conmigo o estás contra mí' que yo creo que a Centroamérica le ha hecho mucho daño.

¿Cuál era la estrategia detrás del concepto de «guerra popular prolongada»?

— Implica que las guerrillas abran sus filas a los frentes de masas, los eduquen, los politicen, los radicalicen, generen violencia. De ahí viene la famosa fórmula de generen violencia que la violencia va a generar represión y la represión extrema va a provocar una insurrección. Sin embargo, ese postulado fracasa.

El ejército guerrillero de los pobres que operaba en el noroccidente del país, trata de involucrar a la población indígena e intenta que se radicalice, pero esa población fue poco adepta a ese tipo de radicalización porque eran muy católicos, son conservadores y eran propietarios de tierras en minifundios. Entonces el mensaje de la guerrilla tampoco llega y fracasa la guerra revolucionaria popular prolongada a partir del 84.

¿Por qué la izquierda guatemalteca no pudo controlar el movimiento indígena?

— Los indígenas tenían sus propias organizaciones, sus propias búsquedas de identidad y de participación política. Lo curioso en el caso de Guatemala es que fue la derecha la primera en promover a candidatos indígenas para participar en las elecciones. Los primeros alcaldes indígenas fueron apoyados desde partidos que muchos en Guatemala calificarían de extrema derecha.

La izquierda trató de jalar a esos movimientos indígenas y volverlos, hasta cierto punto, instrumentos de su propia dialéctica de la violencia. Hay una antropóloga guatemalteca que había estudiado en Corea del Norte, en Vietnam y en México, llamado Ana María Arriola que postula que no es posible la revolución sin la participación indígena. Ahora bien, el problema que se discutía dentro de las filas de la guerrilla era ¿qué pasa si el indígena no quiere participar? Entonces la respuesta que dan a este dilema es: hay que obligarlos a que participen.

¿La toma y posterior incendio de la Embajada de España en 1980 es un intento de radicalizar el movimiento indígena?

— Los miembros de una organización estudiantil llamada Frente Revolucionario Rubén García —brazo armado de la guerrilla en la Universidad de San Carlos— son los que llevan a los indígenas a la embajada y son los que realmente toman la embajada y por decirlo de alguna manera le pasan el altavoz a los indígenas.

Hay unas escenas en las cuales estos jóvenes cierran las puertas de la embajada, se suben a la terraza del edificio y expanden unas mantas. Cuando expanden las mantas, se ve claramente que ellos van armados. Entonces no fue una toma pacífica. Tomaron como rehenes a 39 personas de las cuales el único sobreviviente fue el embajador.

Libro "Anatomía del enfrentamiento armado interno" del escritor guatemalteco Rodrigo Fernández Ordóñez

Libro «Anatomía del enfrentamiento armado interno» del escritor guatemalteco Rodrigo Fernández OrdóñezPaula Argüelles

¿Cómo valora la actual política exterior española hacia Guatemala?

— Creo que en términos políticos hay poca presencia de España y se sigue percibiendo a Guatemala con una alta carga de prejuicios como un país racista, anti indigenista y violento.

Yo espero que el libro también ayude a cambiar esa percepción y que cuando un español promedio lea el libro, entienda que la violencia tuvo un ciclo, una evolución, unas razones y unas conclusiones.

España, por el momento político que se vivía estaba más inclinada a apoyar a la guerrilla que al Gobierno de Guatemala. Yo creo que en ese sentido la política exterior española no ha madurado lo suficiente como para dejar de ver con partidismo a Guatemala y más bien apoyar la institucionalidad. Y eso, en términos muy generales, le pasa a todas las sedes diplomáticas europeas que siguen viendo con mucho más simpatía a una izquierda democrática e incluso no democrática y con mayor hostilidad a los otros actores políticos.

— ¿Cree que las élites españolas comprenden lo que pasa actualmente en Centroamérica?

— Yo creo que no. Creo que siguen casados con el discurso de la izquierda marxista, con una versión mainstream que dibuja a Guatemala como un Estado racista, anti indigenista y genocida.

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