Un oficial ruso deserta y revela secretos sobre la seguridad nuclear de Moscú
En el contexto de las tensiones bélicas entre Rusia y Ucrania, un exoficial ruso ha roto el silencio sobre las operaciones dentro de una base nuclear secreta de su país. Anton (nombre ficticio), quien desertó recientemente, ha ofrecido un testimonio impactante en una entrevista con la BBC sobre cómo Rusia gestionó su arsenal nuclear en los primeros días de la invasión a Ucrania en 2022.
El 24 de febrero de 2022, mientras las tropas rusas cruzaban las fronteras ucranianas, la base nuclear en la que Anton servía entró en estado de máxima alerta. Según su relato, «todas las armas estaban listas para su despliegue en el mar y el aire. Estábamos preparados para ejecutar un ataque nuclear, en teoría, si se daba la orden».
Anton, ahora refugiado en un lugar no revelado fuera de Rusia, asegura que su unidad fue aislada del mundo exterior durante semanas. «Solo teníamos acceso a la televisión estatal rusa. Nadie sabía realmente qué significaba estar en alerta, pero todos seguíamos las órdenes automáticamente».
Tres días después del inicio de la guerra, Vladimir Putin declaró públicamente que las fuerzas nucleares rusas estaban en un «modo especial de combate». Según Anton, este estado se mantuvo por cerca de dos semanas antes de ser desactivado.
Con aproximadamente 4.380 cabezas nucleares operativas, Rusia posee una de las mayores reservas de armas de destrucción masiva en el mundo. Anton subraya que estas están en condiciones óptimas, desmintiendo las especulaciones de que gran parte del arsenal nuclear ruso es obsoleto. «El mantenimiento de estas armas es continuo, no se detiene ni un minuto. Incluso las plataformas de lanzamiento en tierra, mar y aire están siempre listas para un eventual despliegue».
Sin embargo, lo que más inquieta a los observadores internacionales es el uso potencial de armas nucleares tácticas, más pequeñas y diseñadas para objetivos específicos. Estas podrían generar una escalada peligrosa en el conflicto si se llegaran a utilizar.
Anton también describe cómo se le ordenó participar en una campaña de propaganda dirigida a su unidad, con directrices explícitas para deshumanizar a los civiles ucranianos. «Nos dijeron que consideráramos a los civiles como combatientes que debían ser eliminados. Me negué rotundamente a difundir esa propaganda. Fue una línea que no estaba dispuesto a cruzar».
Su negativa le valió una reprimenda y su transferencia a una unidad de asalto regular, conocida por enviar tropas a la primera línea del frente. «Era un castigo encubierto», explica Anton, quien pronto tomó la decisión de desertar.
Una red creciente de desertores
Con la ayuda de una organización voluntaria que asiste a militares rusos en su huida, Anton logró abandonar el país antes de ser desplegado. Sin embargo, la situación para los desertores no es fácil. Según esta red de apoyo, más de 350 militares rusos buscan escapar cada mes, y las represalias del Kremlin son implacables. Algunos han sido capturados en el extranjero y devueltos a Rusia, enfrentándose a juicios sumarios o incluso a la muerte.
Anton, por su parte, vive ahora bajo la sombra de posibles represalias. «Sé que me están buscando. Trabajo fuera de los sistemas oficiales para no dejar rastro, y he cortado contacto con todos mis antiguos compañeros. No quiero ponerlos en peligro».
A pesar del riesgo, Anton dice que no se arrepiente de su decisión y quiere que el mundo sepa que no todos los soldados rusos apoyan la guerra.