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Juan Ignacio Brito
AnálisisJuan Ignacio BritoEl Debate en América

Gabriel Boric y la política del 'reality show'

Con pocas realizaciones que lucir, el presidente millennial y su entorno han encontrado la manera de mantener atenta a la opinión pública: a falta de obras concretas, se han convertido a sí mismos, para bien y para mal, en el tema principal del debate público chileno

Actualizada 04:30

El presidente de Chile, Gabriel Boric Font, en el palacio de La Moneda, en Santiago

El presidente de Chile, Gabriel Boric Font, en el palacio de La Moneda, en SantiagoEFE

El presidente chileno, Gabriel Boric (38), informó hace unos días que su pareja, Paula Carrasco, una química que trabaja en el Ministerio del Medio Ambiente, está esperando un hijo suyo. No lo hizo a través de un anuncio oficial, de esos que se hacen a través de un comunicado con el sello presidencial, sino por medio de una publicación en la red social Instagram, donde, en un arranque poético, el mandatario hablaba con su futuro heredero: «Traerás a junio cada primavera, puntito». Salvo excepciones odiosas, el emotivo anuncio fue bien acogido por los chilenos (el mensaje tiene más de 405 mil «me gusta», y es, por lejos, el más popular en la cuenta del mandatario), que enfrentan ahora la novedad de que un presidente de la República en ejercicio se convierta en padre, algo que no ocurre desde 1930.

La revelación, un secreto a voces desde hace semanas, ratifica una tendencia que se ha venido consolidando durante el último tiempo en un Gobierno que carece de logros significativos de política pública. Ante la ausencia de resultados de envergadura, son el presidente y sus cercanos los que se han convertido en tema de discusión, debate y foco de atención. Se trata, después de todo, de una Administración transversalmente poblada por millennials, para quienes la autorreferencia constituye una marca generacional ineludible.

A menos de un año de las próximas elecciones presidenciales, Boric ha terminado desilusionando a galgos y podencos. Sus partidarios vieron diluirse antes de comenzar la rebelión institucional que prometió en la campaña presidencial que lo llevó al poder en 2022, y sus detractores confirmaron sus sospechas de que al político inexperto le quedaría grande la compleja labor de sacar adelante un país estancado y confundido por una severa crisis de identidad. En algún minuto, Boric fue capaz de inspirar, pero pronto esa ilusión se hizo humo y fue reemplazada por la realidad de un Gobierno sin hoja de ruta clara y sin capacidad de gestión.

El Gobierno de Boric podría ser el que promedie la tasa de crecimiento más baja desde el retorno de la democracia en 1990

Boric no ha sido capaz de avanzar de manera significativa en la lucha contra la delincuencia, que es la primera preocupación de la ciudadanía, de acuerdo con las encuestas de opinión pública. Tampoco ha conseguido resolver los problemas en las listas de espera de los hospitales públicos ni consensuar con el Congreso una propuesta para la reforma a las pensiones. Con una economía estancada, baja inversión y caídas en productividad, el suyo podría ser el Gobierno que promedie la tasa de crecimiento más baja desde el retorno de la democracia en 1990.

Curiosamente, esta notoria falta de logros no ha sido el principal tema de conversación durante los últimos meses en Chile. La paradoja es que, pese a que tiene poco que mostrar, el Gobierno de Boric sí da mucho de qué hablar.

La inaudita revelación de que el subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, habría violado, luego de emborracharla, a una subalterna en un hotel capitalino durante el feriado de las Fiestas Patrias en septiembre sorprendió a la ciudadanía a mediados de octubre. De la perplejidad se pasó a la indignación después de que se conociera que el propio Boric supo de estos hechos dos días antes de que fueran dados a conocer por la prensa y que no hizo nada para sacar a Monsalve del cargo mientras la acusación se mantuvo en la oscuridad.

Cuando esta salió a la luz, Boric y la ministra del Interior, Carolina Tohá, permitieron que Monsalve anunciara él mismo su renuncia en el patio de La Moneda –palacio presidencial– y desacreditara la versión de su acusadora. Un afiebrado Boric decidió explicar lo sucedido en una conferencia de prensa de 55 minutos que debe ser de lo más bizarro que ha protagonizado un presidente chileno en décadas: caótica, errática, contradictoria e incluso incriminatoria. Todo mal para un Gobierno que se autodefine como «feminista», pero que intentó –sin éxito– mantener al supuesto violador en su posición al menos hasta después de que se celebrara la primera vuelta de los comicios municipales a fines de octubre, con el objetivo de evitar el impacto electoral de una revelación de ese calibre.

Cuando aún no terminaba de amainar el temporal desatado por las acusaciones contra Monsalve –hasta la denuncia, un «peso pesado» en el Gobierno y encargado del combate contra el crimen– otra revelación sacudió a los chilenos: el presidente Boric enfrentaba una acusación de parte de una mujer que decía que el mandatario supuestamente había revelado fotos íntimas que habría conseguido al sustraerle un pendrive mientras hacían juntos unas prácticas profesional hace una década en la ciudad austral de Punta Arenas, de donde es originario Boric.

No era la primera vez que una acusación de este talante afectaba al mandatario. Durante la campaña presidencial de 2021, fue vinculado a un supuesto acoso sexual mientras era dirigente estudiantil en 2012. «Es un cerdo que me acosaba cuando trabajé con él», escribió una mujer en redes sociales, denuncia que fue avalada por la diputada (en esa época candidata al Congreso) Emilia Schneider, quien sostuvo que era verdadera. Una rápida operación realizada por la dirigente feminista Antonia Orellana –hoy ministra de la Mujer– acalló a la denunciante en esa ocasión.

Ahora, en cambio, la acusación parecía descabellada y carente de pruebas convincentes, incluso fácilmente descartable. Sin embargo, la portavoz del Gobierno, la comunista Camila Vallejo, apagó el fuego con gasolina cuando señaló que La Moneda supo de la denuncia presentada ante la Fiscalía a través de «pesquisas» que «todos los gobiernos hacen». El problema es que se supone que solo el Ministerio Público –un ente autónomo que no depende del Ejecutivo– tiene acceso a ese tipo de acusaciones y que las «pesquisas» mencionadas por Vallejo probablemente son ilegales. La confusión y el escándalo que siguieron solo sirvieron para que el debate público volviera a orientarse hacia la coherencia del gobernante y su entorno cercano, tema preferido de conversación durante los últimos meses en Chile. La Moneda convertida en casa-estudio de un reality show.

La noticia de que Boric y su pareja esperan un hijo ha permitido, por fin, virar la conversación hacia un asunto más amable, aunque mantiene el foco de atención en la persona del mandatario y su entorno. Ha cambiado el tono, pero no el tema. Para un Gobierno millennial sin muchas realizaciones, la política gira en torno a los personajes y su trama íntima. No es mucho, pero es lo que hay.

* Juan Ignacio Brito es periodista, investigador del Centro Signos y profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes en Santiago de Chile.

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