Pese a la tensión, Boric y el PC siguen juntos en Chile
Por todas partes asoman pruebas y señales de que el Partido Comunista se ha desilusionado con el presidente chileno
La tensión se ha ido acumulando entre el gobierno del presidente chileno, Gabriel Boric, y el Partido Comunista, su socio de coalición. Numerosos entredichos, contradicciones y roces hacen que haya muchos que pronostiquen un pronto quiebre que aleje a los comunistas del poder y los traslade a una inédita oposición desde la izquierda contra la administración Boric. Sin embargo, aunque la incomodidad mutua entre La Moneda y el PC resulta cada vez más evidente y pública, la probabilidad de una ruptura es todavía baja, porque ambos perderían hoy mucho más de lo que ganarían con ella.
Se dice en Chile que, consultado acerca de la relación de Boric con el ortodoxo Partido Comunista, un ex Presidente de la República dijo en 2022 que la única interrogante en torno al tema no era si el PC saldría del gobierno, sino cuándo lo haría.
No obstante los malos augurios y las frecuentes recriminaciones, la alianza entre el Frente Amplio (el partido de Boric) y los comunistas sigue en pie, a pesar de que algunos no le vean futuro a este matrimonio mal avenido. «Las horas del PC en el gobierno están contadas», señaló hace poco el analista electoral Pepe Auth, exdiputado del Partido por la Democracia, una agrupación de centroizquierda que hoy integra lo que en Chile se denomina el «Socialismo Democrático».
Boric es el único gobernante de izquierda de la región que ha criticado abiertamente al régimen chavista"El Debate en América
El último de la larga lista de encontronazos entre la administración Boric y el PC tiene que ver con la postura crítica que ha adoptado el mandatario respecto de las elecciones en Venezuela. Sin reconocer todavía al opositor Edmundo González Urrutia como ganador, Boric es el único gobernante de izquierda de la región que ha criticado abiertamente al régimen chavista, diciendo que el triunfo oficialista es «difícil de creer», exigiendo respeto por el veredicto popular y señalando que no tiene dudas de que «Nicolás Maduro ha intentado cometer fraude».
Mientras México, Brasil y Colombia prefieren la ambigüedad, Boric se ha desmarcado de ellos con una postura crítica que, incluso, impidió que el comunicado conjunto que emitió junto a Lula da Silva durante la visita de este a Santiago hace unos días mencionara a Venezuela. Claramente, Boric es más coherente que el brasileño en lo que se refiere a Maduro.
La decisión de no reconocer el «triunfo» de Maduro ha sido celebrada en Chile, donde apenas 1% de la población tiene una imagen positiva del dictador venezolano. Boric ha visto subir su respaldo en las encuestas gracias a sus críticas contra el autodenominado «presidente-pueblo». Pero, mientras el mandatario celebra, los comunistas miran con creciente desconfianza a un jefe de Estado que, en su mirada, se ha ido alejando paso a paso de la izquierda. A diferencia de Boric, la dirigencia del PC chileno considera que en Venezuela hubo una «elección ejemplar» y que Maduro debe ser reconocido como el legítimo vencedor, aunque solicita que este publique las actas que demostrarían su triunfo. «Hay una campaña para deslegitimar el proceso en Venezuela», sostuvo el diputado Lautaro Carmona, presidente del Partido. Lo que se pretende, añadió, es «desacreditar el origen del proceso bolivariano que permite políticas públicas de beneficios para la mayoría».
Al mismo tiempo que el PC solidariza con la revolución bolivariana inaugurada hace 25 años por Hugo Chávez que ha arruinado a Venezuela, en el Socialismo Democrático hay quienes se muestran asqueados con la conducta comunista y solicitan revisar la sociedad con una agrupación que no respeta los estándares mínimos de la democracia. Respondiendo a estos sectores moderados, la diputada comunista Carmen Hertz afirmó que «las alianzas políticas no son un club de amigos» y que al interior de ellas puede haber divergencias incómodas, sin poner en riesgo su continuidad.
Otros sectores del Partido reaccionaron con más indignación: el dirigente Juan Andrés Lagos, defenestrado exasesor del subsecretario del Interior, Manuel Monsalve (Partido Socialista), dijo que lo más conveniente es «analizar» la política de alianzas del PC, pues no es posible soportar «estos empujones, que tienen alguna violencia verbal».
Rápidamente, Carmona salió a poner paños fríos y explicó que «el habitual sentido crítico» de su colectividad «no pone en duda el apoyo a nuestro gobierno», donde, añadió, el PC tiene una «activa pertenencia». Boric mismo ayudó a apagar el incipiente fuego al manifestar que él no ve problemas en la relación con el PC, aunque admitió que tiene «diferencias» con este en algunos aspectos de política internacional. Sin embargo, valoró su «excelente relación en lo cotidiano» con los comunistas y agregó que se trata de «un partido importante para la sustentación del gobierno, con permanentes aportes».
Parece muy evidente que el ejercicio del poder ha generado distancia entre Boric y el PC. Una serie de hechos, accesorios y de fondo, ha desgastado la relación. Los roces se multiplican: el despido de Juan Francisco Lagos; la distinta apreciación respecto del encarcelamiento preventivo del alcalde comunista Daniel Jadue en una causa por corrupción; la muy diferente respuesta ante el descubrimiento de un arsenal ilegal en una radio comunal en la periferia de Santiago; las divergencias ante la estrategia para enfrentar el alza del crimen y el conflicto mapuche, etc. Por todas partes asoman pruebas y señales de que el PC se ha desilusionado de Boric, quien ha asumido posturas más moderadas (aunque todavía claramente de izquierda) en una serie de materias.
Boric siente real aprecio por el PC y tampoco quiere abrir un flanco opositor"El Debate en América
Sin embargo, después de caminar por la cornisa, tanto el gobierno como sus socios comunistas optaron por retroceder y restar importancia, por ahora, a la guerrilla verbal. A ninguno le conviene un eventual alejamiento: Boric siente real aprecio por el PC y tampoco quiere abrir un flanco opositor por la izquierda que podría resultar letal para su gestión, mientras que los comunistas no desean perder su presencia en un gobierno que les da protagonismo político, proyecta a sus figuras a escala nacional y permite ubicar a sus cuadros en el aparato público (una investigación reciente del medio digital El Líbero estableció que más de dos tercios de los 94 miembros del Comité Central del PC reciben sueldo del Estado).
Con todo, aunque por ahora resulta improbable un quiebre, la tendencia es clara. La cuerda se está estirando entre el PC y el gobierno. Los resultados de las próximas elecciones municipales y regionales de octubre pueden ser una prueba de fuego para una alianza que luce enferma. Si le va mal a la izquierda, como proyectan los sondeos, quizás los aliados de hoy se apunten mutuamente para acusar responsabilidades. En ese juego de culpas la coalición puede resultar herida, incluso de muerte.