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Juan Rodríguez Garat
Análisis militarJuan Rodríguez GaratAlmirante (R)

Ucrania: la guerra de los… ¿cuántos años?

A partir de los diez años el pueblo que se agota suele ser el invasor. Sobre todo cuando, desaparecido el líder que justificó la agresión, la ciudadanía se da cuenta de que sus hijos mueren por nada

Actualizada 04:30

Soldados ucranianos llevan un ataúd

Soldados ucranianos llevan un ataúdAFP

La semana pasada publiqué en El Debate un análisis que considero objetivo de lo ocurrido en el campo de batalla ucraniano en el último año. Objetivo, pero desde luego no imparcial, porque entiendo como una obligación de los seres humanos la de tomar partido frente a los criminales. Como muchos de ustedes, creo que quienes se limitaron a grabar un vídeo mientras una mujer era quemada viva en el metro de Nueva York desprestigian a nuestra especie.

Si el forcejeo de peones en el frente de Donetsk da una cierta ventaja a Rusia, que ha conseguido barrer su media baldosa del año con menos dificultad que en campañas anteriores –una media baldosa, recordemos, sin ciudades de más de 30.000 habitantes– lo que ocurre alrededor de la partida es menos prometedor para Putin. En el frente político, el año nos ha dejado las duras derrotas de sus aliados en Oriente Medio –sobre todo en Siria, donde Rusia combatió activamente durante ocho años, pero también en Irán–, el ascenso del ridículo Kim Jong-un a la categoría de mejor aliado de Moscú y, aunque sea menos importante, la negativa de los BRICS a aceptar en su seno a la desprestigiada Venezuela de Maduro a pesar de las presiones del Kremlin.

En el frente económico, Gazprom, el gigante ruso de la energía, hizo públicas a mediados de año sus primeras pérdidas en más de 20 ejercicios. Casi 7.000 millones de dólares de déficit en 2023, frente a los 13.000 millones de beneficio en el año anterior. El balance será bastante peor el próximo año, después del cierre del gasoducto que atraviesa Ucrania y de las medidas que se están tomando contra la flota fantasma que sirve a Moscú. Mientras, las ventas de armas rusas en el exterior, otro de los grandes activos del régimen, han caído más del 90 % desde la fecha de comienzo de la invasión.

El conflicto entre Rusia y Ucrania está a punto de cumplir tres años

El conflicto entre Rusia y Ucrania está a punto de cumplir tres añosAFP

Con todo, en esta guerra, como en todas las que se han producido desde que los Convenios de Ginebra impiden exterminar a los pueblos a sangre y fuego, el frente más importante es el social. Habrá quién se pregunte si alguien respeta de verdad los Convenios de Ginebra. En realidad, todos y nadie. Es verdad que Rusia bombardea casi todos los días las ciudades ucranianas, pero lo hace con tanto miedo a que se le vea el plumero criminal que –puede el lector comprobarlo fácilmente por sí mismo– la cifra de muertos civiles casi siempre es muy inferior a la de los misiles lanzados. ¿Cómo rendir así a pueblos que en la Segunda Guerra Mundial soportaron con entereza cifras devastadoras?

Así pues, en Ucrania queda todavía mucha tela por cortar. Pero, ¿cómo acabará esto? Como las predicciones son más difíciles cuando se refieren el futuro –inteligente observación atribuida a Bernard Shaw entre otros– ruego al lector que me deje analizar tres posibles escenarios.

¿La guerra de los tres años?

En la historia es frecuente encontrar guerras que no reciben otro nombre que el de su duración. Algunas de ellas, como las de los siete, los treinta y los ochenta años, no nos traen buenos recuerdos a los españoles. Pero imaginemos que los historiadores del futuro aplican ese criterio a la guerra de Ucrania. El conflicto, o al menos la fase más activa que comenzó en febrero de 2022, podría durar tres años. Eso aparentan creer quienes defienden que el presidente Trump pondrá fin a la contienda en las primeras 24 horas de su mandato. Algo que, por cierto, el propio Trump no ha vuelto a decir desde que ganó las elecciones.

Al exespía solo le faltan un par de telediarios para ser aclamado en los medios estatales como «líder eterno», «sol brillante» o «padre amigo»

Esa hipotética guerra de tres años solo sería posible si el presidente norteamericano consiguiera poner de acuerdo a Putin y Zelenski. Pero ¿en qué? Al segundo puede presionarle bajo la amenaza de cortar la ayuda norteamericana, pero no hasta el punto de que acepte una rendición incondicional, único final que aceptaría un Putin al que la guerra está dando alas para convertirse en una versión delgada de Kim Jong-un. Al exespía solo le faltan un par de telediarios para ser aclamado en los medios estatales como «líder eterno», «sol brillante» o «padre amigo», y quizá alguno más para hacernos pasar vergüenza ajena con ridículas canciones como las que el Gobierno coreano difunde en internet a mayor gloria de su líder. Todos debiéramos hacer el esfuerzo de escuchar esas canciones para saber a dónde nos lleva el populismo. Dirá algún lector que en todas partes cuecen habas pero, a su lado, el documental sobre la vida de nuestro presidente del Gobierno es un prodigio de contención. Y, aún así, solo El País se atrevió a publicarlo.

Si quiere mi pronóstico, la guerra de Ucrania no durará tres años. Trump no pondrá fin a los combates en 24 horas. Tampoco ocupará Groenlandia o el Canal de Panamá, ni se anexionará Canadá. Ni siquiera será capaz de poner fin a los ataques de los hutíes a los buques mercantes que navegan por el mar Rojo. Recordará el lector que en su anterior mandato no logró interrumpir los programas nucleares de Corea del Norte o Irán, ni curar la Covid con lejía. Quizá tenga más suerte –yo, desde luego, se la deseo– con algunos de los problemas sociales y económicos que de verdad preocupan a sus votantes, pero el mundo no se arregla con bravatas, ni en los medios oficiales rusos como le gusta a Putin ni en las redes sociales que prefiere Trump.

¿La guerra de los diez años?

La guerra de Ucrania también podría durar diez años. Este es quizá el período en el que Rusia tendría más probabilidades de ganar. Pero eso no significa que sea fácil. Desde el punto de vista militar, Putin necesitaría desplegar alrededor de dos millones de soldados para que su ventaja en el forcejeo de peones le diera una oportunidad real de transformar a uno de ellos en dama –tomando Kiev, claro– y decidir así la partida. Hoy no tiene ni la mitad de los efectivos que necesita pero, a medida que sus fuerzas de seguridad controlan más y más a la sociedad rusa, ese dictador convertido en «padre amigo» quizá llegue a atreverse a movilizar con carácter forzoso a ese millón largo de combatientes adicionales que le faltan para hacer la diferencia.

La movilización rusa –a la que seguiría la ucraniana– es posible pero improbable. Entre otras razones, porque dejaría a Putin y a su operación especial en muy mal lugar. Sin embargo, entre los tres y los diez años de guerra, hay posibilidades reales de que, si no la victoria militar rusa, se produzca el desplome del pueblo ucraniano. Con el paso del tiempo, una Ucrania cansada y quizá abandonada por algunos de sus aliados occidentales, pudiera tirar la toalla y aceptar un alto el fuego. Pero está por ver qué es lo que puede ofrecerle Putin a cambio. Si no le ofrece nada mejor que seguir luchando –y las garantías de seguridad viniendo de él no tienen valor alguno– es poco probable que reciba nada de un enemigo que, además de estar acorralado, tiene fresco el ejemplo del pueblo sirio, que no necesitó la ayuda de nadie para derrotar a Rusia e Irán.

¿La guerra de los 30 años?

A partir de los diez años –recuerde el lector lo ocurrido en Vietnam, Afganistán o Siria– el pueblo que se agota suele ser el invasor. Sobre todo cuando, desaparecido el líder que justificó la agresión, la ciudadanía se da cuenta de que sus hijos mueren por nada. Sin embargo, todavía le quedaría a Putin, suponiendo que viva, la opción coreana: la congelación del conflicto en las líneas que delimiten el territorio hasta donde haya logrado llegar. No es la paz –las dos Coreas siguen técnicamente en guerra– pero el fin de los combates daría a Rusia y Ucrania la oportunidad de esperar al inevitable cambio de régimen que llegará a Rusia cuando Putin falte.

Escoja el lector el final que le parezca más probable o diseñe el suyo propio. Pero no olvide que, como en el caso de la mujer quemada en Nueva York, todos nos jugamos algo en esta guerra. Y no se trata solo de que cuando doblan las campanas por crímenes así, como escribió John Donne, lo hacen por toda la humanidad. Es que, si no nos andamos con cuidado a la hora de defender nuestra libertad, acabaremos teniendo que llamar «padre amigo» a quien no es ni una cosa ni otra.

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