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George Sabe, hermano de los Maristas Azules de Alepo

George Sabe, hermano de los Maristas Azules de AlepoCedida

George Sabe, hermano de los Maristas Azules de Alepo: «Espero que en Oriente Medio quede algún cristiano»

El Debate habla con uno de los fundadores de los Maristas Azules de la segunda gran urbe del país árabe que volvió a Siria con el estallido de la guerra civil para prestar ayuda a las familias desplazas durante más de una década de conflicto

El Hermano marista George Sabe (Alepo, 1951), fundador de los Maristas Azules de Alepo, conoce bien lo que es ser cristiano en un país de mayoría musulmana. Su familia es de tradición maronita, una de las comunidades más antiguas de la Iglesia Oriental que tiene su origen en Antioquía y que se asentó principalmente en el Líbano, aunque también se dispersó por Siria –donde vivió San Juan Marón. Para él, como cristiano nacido en el centro del mundo musulmán, su «misión en el mundo es dar testigo del Evangelio». Sabe ha sufrido en primera persona la guerra civil siria, que se ha prolongado durante más de 13 años, en una de las ciudades que más ha sufrido los estragos del conflicto, Alepo.

La ofensiva rebelde –liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS)–, que puso fin a más de media década de dictadura de la familia Al Asad también le tocó de cerca. Su ciudad natal fue la primera en caer en manos de los fundamentalistas. Un avance fugaz, en el que las facciones rebeldes alcanzaron la capital, Damasco, tan solo diez días después. Sabe confiesa que vivió esos primeros días de ofensiva con «mucha angustia» porque «nadie puede acostumbrarse a la guerra».

En un perfecto español con acento francés, Sabe cuenta que pasó dos años en Balaguer (Lérida) haciendo el noviciado. Después se trasladó a Bélgica, donde se especializó en psicología y, al terminar, le nombraron máximo representante de la comunidad Cristiana en Siria, el Líbano y Costa de Marfil. No fue hasta el estallido de la guerra civil en 2011 que regresó a Alepo con el objetivo de asistir a su pueblo. Durante este duro período, Sabe se resguardó en la escritura y, a través de cartas, de todo lo que estaba ocurriendo en Siria. Todas esas misivas se convirtieron en el libro Cartas de Alepo que, escritas junto a Nabil Antaki, reflejan el horror de más de una década de conflicto fratricida.

–Los Maristas Azules nacen con el estallido de la guerra en Siria, ¿Cómo han vivido todos estos años de incertidumbre?

–La guerra había empezado en Siria en marzo de 2011, pero no llegó a Alepo hasta junio de 2012. Esto nos planteó una cuestión importante, si podíamos hacer algo para ayudar a la gente. La respuesta fue muy positiva, muy dinámica. Había que cuidar a esa gente, ponerlos a salvo. Salían de un trauma muy fuerte por el hecho tener que irse de sus casas pensando que iban a volver una semana después. Pero, la realidad no era así. Se quedaron desplazadas. Nosotros temíamos también por nuestra vida, temíamos también la apertura al mundo musulmán, para ayudar a las personas musulmanas. Ellos también sufrían y teníamos que caminar día a día para ver cómo las podíamos ayudar. Estábamos en plena guerra, con muy poca luz para ver el futuro.

–¿Se olvidan las diferencias religiosas ante un conflicto bélico como el que se vivió en Siria?

–La guerra nos enseñó que si queríamos ver el futuro de un país, el futuro de las relaciones entre diferentes personas, de creencias diferentes, había que aportar un servicio. La escucha, la escucha a la persona humana. No considerar a la persona como un número, ni por su fe, sino, únicamente, como una persona que está sufriendo. Las barreras de religión o de género, o las que sean, no podían impedirnos actuar y mantener una relación; sobre todo a partir del servicio. Hablo mucho del servicio porque, esta palabra de servicio, es lo que aportamos a la persona humana que la convierte en una persona con dignidad

–¿Se acostumbra uno a vivir en guerra?

–Nunca, nunca. Uno no puede acostumbrarse a la guerra. No se puede porque la guerra mata. Mata al cuerpo, pero, también mata el espíritu, mata la esperanza, mata una visión clara de futuro. La guerra se inventa para dividir a la gente. Hace del otro, no solo un enemigo, hace de él una persona que merece morir, que merece desaparecer.

–¿Cómo ha vivido esta última ofensiva rebelde que terminó con el régimen de Al Asad?

–Con mucha angustia. Con muchísima angustia. Estamos viviendo un momento muy complicado. Hubo un bombardeo del Ejército de Asad, y eso hace renacer en ti los miedos y los momentos difíciles que querrías olvidar. Pero, si hasta noviembre teníamos un horizonte muy oscuro, hoy día mucho más, porque no sabemos lo que está pasando en el país, no sabemos a dónde vamos. No sabemos si vamos a ser un país con una Constitución islámica que nos considere a nosotros como una minoría, personas que no tienen los mismos derechos que los demás ciudadanos. Es verdad que hemos acabado con un régimen dictatorial, pero, hay muchas preguntas para las cuales no tenemos aún respuesta.

–Pero, ¿nota que ya ha cambiado algo en estas semanas?

–A nivel económico hubo mucha apertura. La posibilidad de tener, además de la moneda siria, también el dólar, y poder emplear la libra turca ha sido bien recibido por toda la población. Pero, un Gobierno de transición no puede tomar decisiones. Nos han dicho que va a ser un Gobierno de tres meses, pero, en realidad hay decisiones que están tomadas y que nos hacen intuir que el futuro es un país islámico, con una visión islámica fundamental.

–¿Qué es lo que os da a entender que eso puede ocurrir?

–Por ejemplo, el ministro de Educación toma la decisión de cortar de los libros todo lo que está relacionado con el régimen: hablar de Asad, hablar del partido... Estamos de acuerdo. Pero después pone una nota para cambiar explicaciones sobre ciertos temas. Por ejemplo, hay un versículo en el Corán que habla de las personas que están pérdidas. Los que creen y los que no creen. Hasta hace un mes, los que están perdidos son la gente que no tiene fe, sin precisión de quiénes son. El señor ministro da una única interpretación diciendo que son los cristianos y los judíos. No sé si queda claro. Eso quiere decir que si yo soy cristiano soy una persona perdida, y solo son buenos los musulmanes. No tiene derecho a considerarnos ciudadanos de segunda, son un Gobierno de transición.

Y tenemos la experiencia de la minoría cristiana que ha vivido en Idlib, de donde vienen los que gobiernan hoy. Las mujeres cristianas tienen que llevar el velo cuando salen y no pueden llevar pantalones sin cubrirlas con algo. Son casos reales. Si nos consideran como minoría podremos ejecutar y vivir nuestra fe, nuestras costumbres, pero en el espacio de la Iglesia, si no, no podemos.

–¿Confía en un futuro que pueda beneficiar a la minoría cristiana?

–Espero que Oriente Medio no esté un día vacío de cristianos como fue el sur de Turquía, como África del Norte, que un día se fueron de todas esas regiones y desaparecieron. De niño, cuando estaba en el colegio de los Maristas, tenía compañeros musulmanes, tenía compañeros judíos. Hoy en Siria no hay ni un judío. Espero que en Siria se quede algún cristiano. Si no nos hacen partícipes del futuro de Siria, el reducido número de cristianos buscará salir del país. Y no solo hablo de cristianos, porque os puedo contar tantas etnias, tantas maneras de vivir que no son todos suníes, no son todos salafistas, como los que están actualmente en el poder. Hay un mosaico muy grande, un mosaico cultural, un mosaico humano que vivíamos juntos, y que podíamos vivir, y que queremos vivir juntos construyendo nuestro país.

Hoy en Siria no hay ni un judío. Espero que en Siria se quede algún cristianoGeorge SabeHermano de los Maristas Azules de Alepo

–¿Cómo ha cambiado la sociedad siria a lo largo de estos años?

–Ha cambiado mucho, primero por un hecho demográfico. Hubo mucha gente que salió del país, hay muchas personas desplazadas y que han vivido desplazados 200 veces. Eso es terrible porque tienes que adaptarte a una realidad nueva. Por ejemplo, los niños, ¿Cuál es el lugar donde se sienten con paz, con calidad, con seguridad cuando lo pierden todo?, Cuando temen por su familia, por su papá, por su mamá... Estábamos intentando apoyar educativamente a esos niños que estaban bajo un trauma de guerra. Eso es terrible. ¿Quién dice que un día ese niño no va a hacer la guerra a otras personas?

George Sabe, hermano de los Maristas Azules de Alepo

George Sabe, hermano de los Maristas Azules de AlepoCedida

–Habrán visto crecer a muchos de esos niños...

–Hemos visto a los niños crecer. Venían de vivir mucha violencia y poco a poco tenían que aprender a vivir con el otro. Hemos visto niños que venían y no querían separarse de su familia. Tenían miedo. Hemos visto a niños taparse los oídos ante cualquier ruido fuerte. Hemos visto a niños que que temían cualquier gesto que se les podía ofrecer, lo consideraban como algo horrible. Poco a poco hubo trabajo psicológico y afectivo, y humano, para poner a salvo a esos niños que que han crecido.

Un día encontramos a una niña, de cuatro años, que no hablaba, no porque fuese muda, pero estaba completamente cerrada. Cuando hablamos con los padres nos contaron que esa niña tenía una hermana gemela, a la que vio morir por una bomba que cayó muy cerca de su casa. La guerra no es solo un conflicto armado. La guerra es también destruir a la persona humana.

La guerra es también destruir a la persona humanaGeorge SabeHermano de los Maristas Azules de Alepo

–Junto a Nabil Antaki, médico y fundador de los Maristas Azules, escribe Cartas de Alepo, un libro de cartas en el que hablan de la guerra. ¿Cómo os ayudó la correspondencia?

–Lo empezamos en julio 2012. Al principio íbamos informando a los amigos de otras partes del mundo de nuestra realidad, de lo que estaba pasando. Ellos nos preguntaban, por eso nos decidimos a escribir. Escribir es transmitir, es permitir entender al otro, pero aportando una noticia auténtica, real. Una noticia que no sea solo para crear miedos. Una noticia que diga lo que está pasando y al mismo tiempo ofrece una posibilidad de solidaridad.

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