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Carmen de Carlos
AnálisisCarmen de Carlos

Giorgia Meloni y Pedro Sánchez, la extraña pareja

En términos ideológicos Meloni y Sánchez son como el agua y el aceite, pero la política consigue aliñar platos indigestos que, por arte de magia o de intereses recíprocos, se transforman en un menú de gusto compartido

Actualizada 04:30

Pedro Sánchez y Georgia Meloni, en una imagen de archivo

Pedro Sánchez y Georgia Meloni, en una imagen de archivoDPA vía Europa Press

Giorgia Meloni no se parece a Jack Lemmon y Pedro Sánchez tampoco tiene un rostro que se pueda confundir con el de Walter Matthau, pero ambos, a la vista de sus coincidencias o últimas afinidades electivas, podrían haber protagonizado aquella formidable película de Gene Saks: La extraña pareja.

En términos ideológicos Meloni y Sánchez son como el agua y el aceite, pero la política consigue aliñar platos indigestos que, por arte de magia o de intereses recíprocos, se transforman en un menú de gusto compartido. Eso es exactamente lo que está pasando entre la primer ministro de Italia (como le gusta que se dirijan a ella) y el presidente de un gobierno que se deshilacha.

A Sánchez y a sus ministras y ministros se les llenaba la boca con la palabra fascista para referirse a la italiana

A Sánchez y a sus ministras y ministros se les llenaba la boca con la palabra fascista para referirse a la italiana, hasta que descubrieron que ella podía ser una pieza importante en Europa con la que pactar en beneficio propio. Uno de los primeros escenarios donde se pudo apreciar esto fue en la designación de Teresa Ribera como vicepresidenta primera de la Comisión Europea para la Transición Limpia, Justa y Competitiva. Sánchez hizo de la necesidad virtud y lo de «fascista», a cambio de su voto, pasó a formar parte de esa memoria histórica reciente que ya no quiere remover.

Algo similar hizo el sucesor de Mariano Rajoy en La Moncloa, con el partido de Viktor Orban, al que repudia y sacude en cuanta ocasión tiene salvo cuando lo necesita. También el húngaro votó a favor de la socialista que, siendo ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de España, se quedó en Bruselas mientras la Dana inundaba Valencia y el barranco del Pollo enterraba vidas, casas, automóviles y el futuro de buena parte de la población. Ese día, Orban era un demócrata de primera fila.

Alberto Núñez Feijóo le reprochó entonces a Sánchez la facilidad con la que había olvidado el término fascista para referirse a la líder de Fratelli d´Italia. Pero la sintonía personal entre Meloni y Sánchez se había apreciado antes. El 5 de abril de 2023 el presidente del Gobierno viajó a Roma y tras entrevistarse con su homóloga italiana la pareja departió cordialmente con la prensa. «Como ha dicho Pedro», observó la italiana tras escuchar de labios de Sánchez: «Como bien dice Giorgia». Fue en ese momento en el que la «fascista» dejó de serlo para «Antonio», como le llamó por error Mario Draghi en marzo de 2022.

La Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica

El 11 de diciembre del año pasado, hace apenas tres meses, pasó desapercibida o tuvo escasa repercusión la distinción que le concedió «Pedro» a «Giorgia». El Gobierno le concedió la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. La imposición se hizo aprovechando la visita de los Reyes a Italia. La ex ministra Irene Montero, hoy en cómodo refugio en Bruselas, reaccionó con rapidez y sin olvidos: «Condecora a una fascista con la que ya gobierna en Europa.», le reprocho a su antiguo jefe.

Nada de hablar de «rearme», término tabú que les produce urticaria a los dos

El último episodio de guión, escrito con la mano derecha de Meloni y la izquierda de Sánchez, se ha leído en Bruselas esta semana. En la cumbre de los 27 donde se analizaba el plan de defensa de la Unión Europea volvieron a coincidir. Nada de hablar de «rearme», término tabú que les produce urticaria a los dos y todo porque los fondos salgan, aunque sea en parte, de las arcas comunitarias y no de las alforjas de cada país.

«Hay que hablar de otra manera», cuando se trata de «la necesidad de mejorar la seguridad y las capacidades de defensa europeas» que es un ámbito «extremadamente amplio», dijo Sánchez. «Tenemos que ser un poco cauteloso con algunos mensajes y términos que están desorientando a los ciudadanos europeos», en especial, «a los que están más lejos de la frontera con Rusia», observó Meloni en alusión al «rearme».

Otra coincidencia: incluir como «rearme» las partidas destinadas a «ciberseguridad, infraestructuras estratégicas» o «materias primas», cuestiones, insistió Meloni «fundamentales». Lo dicho, todo, suscrito también por Sánchez.

El objetivo común de esta extraña pareja es sencillo: que la UE amplíe el tipo de inversiones que podrán beneficiarse de la flexibilidad de las reglas presupuestarias que Bruselas ha impulsado para multiplicar el gasto en seguridad y defensa, así como del nuevo fondo de 150.000 millones en créditos (SAFE) para compras conjuntas. Dicho de otro modo, a Meloni y a Sánchez no los une el amor, pero tampoco el odio.

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