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Marta Nercellas

Marta Nercellas
El Debate en América

El futuro judicial en Argentina tras la victoria de Milei

El libertario afirmó que su ministro del área será un conocido abogado penalista, Mariano Cúneo Libarona quien subrayó que se terminarán los «operadores judiciales»

Actualizada 09:35

Un periódico argentino muestra la victoria de Javier Milei tras las elecciones en Argentina

Un periódico argentino muestra la victoria de Javier Milei tras las elecciones en ArgentinaAFP

Durante años describimos con naturalidad a los hijos de poder contando millones de dólares cuya procedencia no podían explicar. Bolsos llenos de dólares arrojados dentro de un convento por un funcionario muy cercano a quien ejercía la presidencia. Secretarios privados muertos en forma violenta que dejaban como rastro muchísimo dinero mal habido. El enriquecimiento de los administradores de la pobreza –líderes piqueteros– a costa del incremento incontrolable de la indigencia de aquellos que decían proteger. El robo de las vacunas y la algarabía de la fiesta de la «querida Fabiola» contrastando con la soledad y el silencio en el que debía morir nuestros seres querido por orden del concubino de la agasajada.

Durante años el dinero saltaba de las arcas del Estado a los bolsillos privados sin que atinaran a decirnos las razones y sin que nosotros pidiéramos explicaciones. Algunas muertes inexplicables no merecieron siquiera un reclamo de justicia.

El día antes de concretar en el Congreso las pruebas que tenía, para respaldar la denuncia que había hecho contra la presidente en ejercicio, el fiscal Nisman fue hallado muerto en su departamento. El juez de turno se quedó en la vereda del edificio esperando que el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires borrara sin disimulo las huellas que pudieron haber dejado los asesinos. Para algunos fiscales esa noche se pasó un límite. La impunidad de los poderosos no podía seguir trajinando los pasillos de Comodoro Py. Pero el avance era lento porque el peso del Ejecutivo era el que sostenía las trabas que se sembraban.

En un país quebrado como Argentina, con miles de personas durmiendo en las calles y una deuda externa imposible de saldar, la energía gubernamental, se dirigió con vehemencia a poner de rodillas a la Justicia. Intentaron todo: reforma judicial, cambiar la forma de designar al procurador general, someter a quien ejerce interinamente ese cargo inventándole un juicio por cargos inexistentes, designar jueces sin respetar la terna del Consejo la Magistratura y un largo etcétera. Habían logrado modificar inconstitucionalmente su composición para que fuera dócil a las decisiones de los que mandan, pero la Corte –aunque tardó años en hacerlo– invalidó el cambio. Sometieron a juicio político a todos los miembros de la Corte Suprema. Intentaron vulnerar la autarquía judicial para doblegar la voluntad de quienes debían juzgar las tropelías que realizaron. Anduvieron todos los caminos.

Malversaron el término democratizar la Justicia

Esta breve lista me obliga a concluir que la corrupción, además de dañar la economía, pone en peligro la independencia judicial. Los corruptos necesitan controlarla, confundir a las víctimas con los victimarios, cuestionar la tarea de quienes descubrieron sus delitos. Denunciar al investigador para que éste deba preocuparse en defenderse y aprendan que no se cuestiona a quienes tienen poder. Malversaron el término democratizar la Justicia pretendiendo que equivale a poner en el mismo lugar al agresor y al agredido.

Cuando se conocieron los resultados electorales y supimos que, pese a todo lo hecho por el ministro-candidato Sergio Massa para quedarse con la presidencia la había perdido, no pudimos sino pensar en la herencia judicial e intentar observar si el nuevo presidente la tomaría con o sin beneficio de inventario.

Javier Milei tiene una gran ventaja sobre Massa y es que no tiene deudas que la Justicia le reclame. No tiene razones para ponerla de rodillas. Ningún fiscal o juez lo está investigando.

Mejorar la administración de justicia resulta vital para la vida de la gente, para recobrar la esperanza y para recordarle a quienes se manejan al margen de la ley que los actos tienen consecuencias. La cantidad de vacantes y algunas designaciones de militantes y no de profesionales en puestos esenciales hace que esa tarea resulte difícil.

Agilizar el sistema de concursos, lograr que se aprueben leyes necesarias para tener las herramientas indispensables para la investigación, salir del mundo analógico en el que aun permanecemos, para ingresar en el digital, requiere destreza.

Controlar a los otros poderes es la misión esencial del poder judicial para poder hacerlo necesita autonomía e independencia no sólo financiera.

El resultado electoral no sólo permitió saber quien será nuestro nuevo presidente por los próximos cuatro años. La mutación del sistema de poder no será sólo de nombres. Alberto Fernández, primero, y Sergio Massa, después lograron el respaldo de quien ejerció el poder estos años – aunque agazapada en su millonaria cueva– prometiéndole que impediría el avance de las causas de corrupción que se le siguen. En general fue infructuoso, en algunos casos por mérito de los funcionarios judiciales y en otros porque no cumplieron con su parte del pacto ni Alberto ni Sergio. Le entregaron alguna muestra gratis de impunidad pero nunca el envase deseado conteniendo el elixir que la declaraba inocente y nos obligaba a quienes la señalamos por sus desfalcos a pedirle disculpas.

Los diputados –mandaderos– que ejecutaba las vendettas de la señora deben estar reunidos con aquellos jueces que intentaron en la campaña construir puentes con Massa y generaron un nuevo tsunami en la Corte .

Milei aseguró que se mantendrá distante de la Justicia. Afirmó que su ministro del área será un conocido abogado penalista, Mariano Cúneo Libarona quien subrayó que se terminarán los «operadores judiciales» , los valijeros , las mesas judiciales y se deberá volver a los fallos fundados en la prueba y no en el deseo del político de turno. Música para los oídos de quienes creemos que la Justicia es el pilar que sostiene la República . Si ese pilar es carcomido por la falta de independencia o la corrupción no peligra sólo la ecuanimidad de las sentencias sino todo el sistema democrático.

Propone una reforma del Consejo de la Magistratura restando de su composición a los políticos. Éstos están involucrados en el proceso de designación de los jueces cuando el Ejecutivo envía el pliego de la terna al Senado y éste aprueba o no su nombramiento. Su lugar en el organismo daña el equilibrio constitucionalmente exigido.

Inorgánicos de la secretaría de inteligencia, gestiones sigilosas de operadores judiciales cercanos al poder de turno y sobres hinchados sin remitente ni destinatario, pero que llegan a la mano que corresponde en el momento adecuado, han tenido que ver con la desesperanza con la que se llegó a estas elecciones.

El espionaje ilegal descubierto tenía como especial objetivo el armado de carpetas con los secretos de aquellos funcionarios judiciales a lo que se pretende manipular. Ni el yate de la corrupción, ni el apoderamiento de sueldos públicos pagados a quienes no trabajaban desgastaría tanto el ánimo si se tuviera la certeza que la deshonestidad sería sancionada.

La alternancia robustece la democracia y renueva nuestra confianza que pese a sus múltiples defectos es el sistema que queremos para nuestro país.

Festejé el resultado electoral con la convicción de que será la pesadilla de los corruptos. Que la soberbia, la ineficiencia y la frivolidad no serán los caminantes permanentes de los pasillos judiciales. Que los poderosos no podrán desembarazarse del control. Que el Estado de derecho no seguirá estando en riesgo. Que la ganzúa que abre la puerta de los despachos judiciales será la verdad y la prueba y no los amigos y los favores. Que las resoluciones judiciales serán más una ecuación de poder como sostiene la verdadera perdedora, Cristina Kirchner.

Al escuchar que el ballotage destrozó las ansias de poder de Massa y consagró por una diferencia importante a Milei como futuro presidente, grité la frase que nos enseñó Messi: «¡Elijo creer¡».

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