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Sor Nijole Sadunaite (1938-2024)

La monja que plantó cara al KGB

Impulsora de una publicación clandestina en la Lituania soviética, pasó tres años en la cárcel y tres en campo de trabajo, antes de vivir un lustro en clandestinidad

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Nació el 22 de julio de 1938 en Kaunas (Lituania) y falleció el 31 de marzo de 2024 en Vilna (Lituania)

Nijole Sadunaite

Monja y escritora

En 1956 se convirtió en miembro de la Congregación de las Siervas de la Inmaculada Virgen María. Debido a la persecución de la KGB, permaneció largos periodos escondida. Fue arrestada e interrogada repetidamente.

«Quiero comenzar diciendo que os amo a todos como a mis hermanos y hermanas, y que, si fuera el caso, no dudaría en dar la vida por cada uno de vosotros (…) Este es el día más feliz de mi vida. Yo soy juzgada por la Crónica de la Iglesia católica en Lituania, que lucha contra la tiranía física y espiritual sobre los hombres. ¡Esto significa que hoy soy procesada a causa de la verdad y del amor a los hombres!». Así de contundente se mostró sor Nijole Sadunaite ante los jueces que la condenaron a tres años de trabajos forzosos y a otros tres de exilio, lo que en la jerga comunista de entonces significaba no una marcha al extranjero, sino un alejamiento dentro de la extensa geografía soviética.

Era junio de 1975, y sor Nijole había sido detenida en Vilna en agosto del año anterior, mientras pasaba a máquina el número 11 de la Crónica de la Iglesia católica en Lituania, la publicación clandestina más difundida en el país báltico sojuzgado por Moscú desde hacía cuatro décadas. La monja había recibido la primera advertencia por parte del KGB, que ya le recriminaba sus «actividades antisoviéticas» en 1970.

Mas no iba a abandonar una Crónica a cuya reciente creación acababa de participar, y que reflejaba su sólido compromiso moral. Por eso siguió recopilando y comprobando durante cuatro años información sobre la persecución de creyentes en Lituania y en el extranjero, imprimiendo y distribuyendo la Crónica y llevándola a Moscú para ser posteriormente enviada a Estados Unidos y a otras democracias occidentales.

La privación de libertad no disuadió a sor Nijole de continuar con su activismo: ya fuera en Gorki, Pskov o el resto de las cárceles por las que pasó, o en el campo de trabajo para mujeres en Mordovia, ayudó al resto de presos políticos y protestaba en su defensa cuando el trato se hacía aún más inhumano, llegando incluso a practicar ayunos. Sor Nijole cumplió la segunda parte de la condena, la correspondiente al exilio, en Boguchan, en el territorio de Krasnoyarsk, a unos 4.000 kilómetros de Moscú. Allí, como recuerda www.genocid.lt, «enviaba inmediatamente todos los paquetes recibidos del extranjero y de Lituania a los presos políticos (moldavos, ucranianos, rusos)».

Sor Nijole volvió a Lituania en 1980, una vez cumplida íntegramente su condena y, como era de esperar, los duros años entre barrotes y en campo de trabajo no hicieron mella en su firme voluntad de seguir luchando por la libertad de su país. De entrada, retomó su colaboración con la Crónica, sin olvidarse, fiel a sí misma, de atender a los numerosos presos políticos y a sus familias.

Como la persecución no cesaba, optó por la clandestinidad a partir de 1982, «tras escapar milagrosamente de una emboscada del KGB» como recuerda Genocid. «Incapaz de atrapar a sor Nijolė», prosigue la citada web, «el KGB empezó a perseguir a su hermano Jonas». Este nuevo periodo duró hasta 1987, cuando la tímida liberalización iniciada por Mijail Gorbachev empezaba a surtir sus efectos. Por eso, en agosto de ese año, sor Nijole pudo participar en un mitin para conmemorar el Pacto germano-soviético.

Al recobrar Lituania su plena independencia, sor Nijole descubrió que una de las celdas en las que estuvo encerrada, se encontraba al lado de una cámara radioactiva. Por eso había empezado a perder el pelo. Un combate, el de sor Nijole, duro, pero que había merecido la pena.

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