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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Oltra parida más

Estoy por asegurar que a Mónica estar atada al pinganillo televisivo progre, donde profiere contra la derecha machista, ese puerto refugio al que ella y sus compañeras del metal siempre se acogen, ha podido afectarle al entendimiento. O quizá sea tener un exmarido condenado por abusar de una menor de 16 años

Actualizada 03:10

Me fascina Mónica Oltra. Ella es una feminista de boquilla que construyó su carrera política destrozando la imagen de otra mujer, Rita Barberá, que cometió el pecado de ser de derechas, una condición que la despojó de los más elementales derechos en el universo oltrista. Contra la que fuera alcaldesa de Valencia vomitó Oltra todas las bilis que generaba su impaciente ambición por colocar a las afueras de Dios a la exalcaldesa y buscar acomodo ella en el paraíso del poder. La justicia sentenció una exoneración póstuma a Rita que, vilipendiada, hace ahora cuatro años se encontró con la muerte, y Mónica con el bollo, ese lorquiano pichón del Turia, es decir, el presupuesto público.

No se conoce una sola medida de la vicepresidenta valenciana que haya mejorado la vida de sus conciudadanos. El mayor esfuerzo que ha realizado como número dos el socialista Ximo Puig en el Gobierno autonómico es ser la Wally de todas las fotografías del teatrillo de los refugiados del Aquarius. Porque Oltra tiene un alma solidaria a ratos. Le conmueven los inmigrantes, y si son ilegales más, y en la causa de la igualdad de mujeres y hombres ha encontrado su propio paradigma: el hiyab de su amiga Fátima Hamed, un elemento progresista y de empoderamiento femenino donde los haya. Nada comparable a los tacones, el maquillaje y los pendientes que a las occidentales nos imponen nuestras atávicas religiones, si no el patriarcado.

Ayer la buena de Oltra celebró el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Y la parida del día fue mal parir una idea descacharrante que tiene indignados, con razón de santo, a los sanitarios: hay que penalizar a los obstetras que maltratan a la mujer cuando dan a luz. Para acabar con la amenaza sobre 53.000 mujeres y 9.000 menores que tienen seguimiento policial por la violencia machista en España, con el insufrible 18 por ciento de paro femenino y con la precariedad del empleo juvenil, a Oltra se le ha ocurrido castigar a los médicos que, en su imaginario desquiciado, se van a la máquina del café mientras las parturientas gritan de dolor o llaman al Carrefour para hacer la compra mientras que el bebé no acaba de salir. Mala praxis habrá, como en todas las profesiones, pero convertir en categoría las anécdotas, por muy rechazables que sean, es tan injusto como sentenciar que todas las políticas son tan inútiles como Mónica Oltra.

Estoy por asegurar que a Mónica estar atada al pinganillo televisivo progre, donde profiere contra la derecha machista, ese puerto refugio al que ella y sus compañeras del metal siempre se acogen, ha podido afectarle al entendimiento. O quizá sea tener un exmarido condenado por abusar de una menor de 16 años en un centro público, dependiente del Gobierno regional de Oltra, del que era educador. Es curioso que en todas sus comparecencias en las pantallas amigas nadie le interpele por ese turbio asunto que judicialmente ha demostrado que la Generalitat no fue lo suficientemente diligente en este sucio tema. Digamos en su defensa que ella nada tuvo que ver con el vomitivo comportamiento de su ex, y es verdad, pero es que en la sentencia condenatoria el juez reprocha a la Conselleria de Igualdad la falta de empatía con la víctima a la que poco se ayudó desde las instancias gubernamentales, vaya usted a saber por qué. Pues ahí la tienen: se enfunda una camiseta de Pippi Langstrump para apoyar a su amiga Yolanda Díaz y nos da lecciones a los demás con sus paridas. 

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