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El puntalAntonio Jiménez

Apoteosis de la estupidez

El sectarismo y los prejuicios ideológicos arramblan con el conocimiento y el sentido común

Actualizada 11:32

Nuestras libertades están cada vez más amenazadas por la dictadura de lo políticamente correcto y del buenismo que mediante políticas de ideología de género o del lenguaje inclusivo pretenden imponernos. La primera es cuestionable desde postulados antropológicos y lo segundo es manifiestamente rechazable si aplicamos el sentido común y el uso correcto de la lengua según la RAE.

Esa vertiente totalitaria que ya sufrimos en España se extiende por otros predios europeos hasta recalar en el mismo epicentro de la Unión Europea en Bruselas. Recientemente hemos sabido que la comisaria de Igualdad, Helena Dalli, de nacionalidad maltesa, no tuvo mejor ocurrencia que dotar a la Unión de una directiva sobre el lenguaje inclusivo, de uso interno para los miles de funcionarios, titulada Union for Equality –Unión por la Igualdad–, en la que se incluían recomendaciones tales como evitar «felicitar la Navidad» o referirse al «periodo navideño». A cambio, pedía en su iniciativa que se utilizara el «felices fiestas» y «período de vacaciones» que a juicio de los redactores de tal memez no resultaría estresante para quien lo escuchara y mucho menos si no era cristiano. Cuesta admitir que alguien pueda sentirse ofendido o estresado por recibir del compañero de despacho o de delegación, el educado y amable deseo de pasar una muy feliz Navidad, pero la comisaria de Igualdad de la Unión Europea debe creerlo en vista de los consejos y recomendaciones que había incluido en su directiva, retirada tras el estupor y reproches generados. La iniciativa de Igualdad subrayaba la importancia de ser sensibles al hecho de que hay personas que trabajan en la Unión con tradiciones religiosas distintas y que, por tanto, era necesario ilustrar la diversidad de la cultura europea mostrando el carácter inclusivo de la Comisión felicitando genéricamente las fiestas, como si fueran los carnavales de Cádiz o San Fermín, y no la Navidad que es lo que corresponde. Con esta excusa, la comisaria Dalli pretendía cargarse de un plumazo el hecho sustancial que da sentido a su políticamente correcto y buenista «período de vacaciones»: la Natividad del Señor, el nacimiento de Jesús, el origen de la religión sobre la que se asienta la civilización europea. Europa se funda sobre valores y principios cristianos y si se niegan las festividades cristianas, se niega la propia identidad europea. ¿Acaso la señora Dalli desconoce que los padres fundadores de la Unión Europea, Konrad Adenauer, Robert Schuman, Alcide de Gasperi etc., o su presidenta actual, Ursula von der Leyen, son católicos de profundas convicciones cristianas? Por obvio que resulte es necesario recordarles a cuantos ignoran la Navidad y se empeñan en felicitar fiestas y solsticios de invierno, dentro y fuera de España, que sin el misterio de la Natividad y de los Reyes Magos, no habría fiestas ni períodos vacacionales de los que disfrutar entre el 24 de diciembre y el 6 de enero.

Con directivas como la de la comisaria de Igualdad europea advertimos que la estupidez no tiene fronteras ni límites y tampoco la tienen la mediocridad y la indigencia cultural. El sectarismo y los prejuicios ideológicos arramblan con el conocimiento y el sentido común. Da igual que se llamen Irene Montero o Helena Dalli, vivir en España o en el resto de Europa, frente a quienes sostienen que no cabe un tonto, una tonta o un «tonte» más, los hechos demuestran que, tristemente hay que reconocerlo, aún quedan muchos espacios libres para acogerlos . 

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