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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Resumen? Noche de insomnio de Sánchez

Que no les líen: el que ganó hace tres años, el PSOE, ahora pierde, y es su segundo revés consecutivo tras Madrid

Actualizada 12:03

Si un corresponsal de un periódico coreano recién llegado a España me preguntase qué puede hacer para interpretar adecuadamente nuestras noches electorales, mi consejo sería muy sencillo: «Mírate los especiales electorales de TVE y La Sexta. Si los tertulianos parecen deprimidos y el presentador presenta un rictus propio de quien sufre un cólico nefrítico, entonces es que la derecha ha ganado los comicios».

Es un método que siempre funciona. Bastaba con ver el gesto taciturno del señor Fortes en TVE, mientras sus tertulianos exponían la «grave situación» en la que entra España ante el ascenso de Vox, la maligna «ultraderecha» (que defiende la unidad de España y el orden constitucional, a diferencia de los comunistas que todavía nos cogobiernan). Una tertuliana de uno de esos periódicos de derechas que en realidad han sucumbido ya al imperio mental «progresista» lanzaba esta advertencia: «Si en el PP se quedan con que han ganado las elecciones están muy equivocados. El liderazgo de Casado está tocado». Caramba.

Discurría la velada y ni una sola alusión a la gran toña de la noche, al elefante en la habitación que nadie quería ver en las televisiones coloradas: hace tres años, el PSOE ganó las elecciones en Castilla y León, con 35 escaños, y esta vez las ha perdido, quedándose en 28 (siete menos), y viendo además cómo los adelantaba el PP, vencedor de estos comicios con 31.

¿Titular de la jornada? Noche de insomnio para Sánchez. La realidad es que el motor electoral del PSOE, siempre una máquina implacable, empieza a parecer algo gripado. Al palo de Madrid en mayo del año pasado, el «Ayusazo», se suma ahora esta segunda derrota (y las perspectivas en Andalucía tampoco son halagüeñas). Las matemáticas no mienten: el PP, el gran derrotado según la izquierda mediática, ha sumado más escaños en CyL que la suma del PSOE y Podemos. Y eso es una pésima noticia para el súper ego que pernocta en La Moncloa, pues estas elecciones, como todas las que se produzcan hasta las generales de 2023, son en realidad un test sobre si el cóctel de socialistas, comunistas y separatistas tiene visos de seguir mangoneando España o no.

El aparato de propaganda de la izquierda es fortísimo y son maestros en esa materia. Las televisiones barren además a su favor. Pero hay dos lastres que siempre castigan a cualquier partido en el Gobierno: el agobio económico de la ciudadanía y el descrédito social y moral de su cabeza de cartel. Hoy en España se dan ambos factores. La escalada de los precios agobia a los hogares -¡el recibo de la luz está hoy un 1.270% más caro que hace un año!- y las familias no esperan solución alguna de un Consejo de Ministros amateur. Al tiempo, el crédito de Sánchez es abisal, por su constante intimidad con la mentira y la doblez (además cae bastante mal, y eso no ayuda a ningún político).

La campaña del PP ha sido floja y Génova se equivocó al inflar las expectativas, al vender la piel del oso antes de cazarlo. Pero Casado salva su silla y su candidatura a la presidencia (una derrota, y hoy habría tensión y barones al acecho de su puesto). Vox da un gran golpe de efecto, con un llamativo estirón: de un procurador a trece de una tacada. Podemos empieza a ser una moda caduca. Las «cosas chulísimas» de Yolanda Díaz les parecen a los votantes lo que son: fruslerías ñoñas. Ciudadanos entona su responso fúnebre. Es ya un partido zombi, que irá desapareciendo según se vayan sucediendo los comicios. En un par de años no existirá. Estamos enterrando la aventura de la Nueva Política, aquella que nos iba a salvar a todos de todos los problemas y que solo trajo fragmentación, sofismas e inestabilidad.

Si el PSOE hubiese ganado en Castilla y León desalojando a la derecha del poder, el sol brillaría claramente en el horizonte de Sánchez. No ha sido el caso. Hay nubarrones en lontananza.

En cuanto al psicodrama de los tertulianos del «progresismo» sobre que PP y Vox tendrán ahora que entenderse; pues sí, habrán de hacerlo. Y esa ecuación será también la que desaloje del poder a partidos que no creen en España, ni en su Constitución, su religión, su Corona y su unidad nacional. En España hay un plan para imponer un imperio perpetuo de la izquierda y su ideología y hoy se ha dado un pasito para evitarlo. Eso es lo importante.

(PD: conmovedor ver a la gran Adriana Lastra comentando desolada en la noche televisiva que «toda España está asustada con Vox». Debo ser un friki, porque resulta que a mí lo que me asusta es ver como número tres del PSOE a esa persona de pirotecnia verbal disparatada y preparación menos que magra, a la que le quedaría grande hasta ser concejal de fiestas en un pueblo de mil vecinos. Milagros laicos del sanchismo).

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