Fundado en 1910
Perro come perroAntonio R. Naranjo

Puerto Hurraco popular

Todos tienen razón y ninguno la tiene. Pero la cuestión final es cómo nadie va a seguirles si entre hermanos, compañeros y amigos se tratan como Antoñito el Camborio. Y voces de muerte ya suenan cerca del Guadalquivir

Actualizada 04:36

La única pregunta realmente importante que debería hacerse el PP es si, tras el bochorno de su Semana Trágica, la marca tiene futuro. Y si lo tiene, para cuándo exactamente: hacía falta para ayer, pero lo mismo ya no es posible hasta la próxima glaciación, que pillará a Sánchez en Moncloa con canas y a España con los ojos achinados y los intestinos encogidos típicos de Pionyang y Caracas.

Todo lo demás puede parecer importante, pero en realidad no lo es: someter a los hijos al dilema de si quieren más a mamá o a papá describe en sí mismo la naturaleza del conflicto y deja mal parados a todos los protagonistas. Y también a la prensa.

Eso no se hace. Eso no se dice. Eso no se pregunta. Da igual el orden, da lo mismo quién tiene más razón en unas cosas, menos en otras, ninguna en alguna parte o a la inversa: todos son de algún modo responsables de este Puerto Hurraco popular en el que nadie es inocente ni culpable del todo pero nadie, también, puede presumir gran cosa.

El PP había logrado, tras una larga travesía del desierto iniciada con una moción de censura espuria, continuada con una alianza perversa en el Gobierno y rematada con un siniestro total para España en todos los órdenes imaginables; situarse en posición de alternativa.

Pendiente de resolver el dilema de su alianza con Vox, la fagocitación de Ciudadanos y la degradación del Frankenstein creado a retales de Sánchez, Iglesias, Otegi y Junqueras con lo peor de cada uno apuntaba a una mayoría suficiente para gobernar sin avergonzarnos, dividirnos, enfrentarnos y confiscarnos a diario la identidad, los ingresos, la libertad y hasta la intimidad. Para sustituir, en fin, al Gran Hermano zopenco de Sánchez por una alternativa que entienda sus prioridades y acepte sus límites.

Y eso lo habían logrado con la paciencia moderada de Casado; con la valentía espontánea de Ayuso; con la seriedad de Moreno y Feijóo; con la sonrisa de Almeida y con el pulso interno de Egea, antídoto de la «Operación Murcia» que enterró a Arrimadas para siempre y promotor de una sutil operación con la reforma laboral que, de no ser por el voto torpe de Casero, hubiera dado la puntilla al peor y más peligroso Gobierno que ha habido y quizá habrá nunca en España. Ninguno es, en fin, la caricatura perversa que el otro hace de ellos.

¿No era todo eso suficiente para replegar cualquier tentación bélica, ordenar las piezas, entender los tiempos, aceptar los plazos y concentrarse todos en lo que media España les pedía?

¿Era necesario presentar a Casado como un panoli acomplejado y blandengue que actúa en las penumbras por miedo y venganza? ¿Y a Ayuso como una corrupta codiciosa sin otro objetivo que promocionarse a sí misma? ¿Era inevitable derramar tanta sangre que, sea de quien sea y en la proporción que sea, manchará el río entero?

Con un Gobierno que tiene a España en ruinas, por mucha colonia europea que fumigue en el vertedero económico; que acumula escándalos y corrupciones impunes; que aplica una reversión legislativa para imponer un monocultivo ideológico y que degrada a diario el patrimonio colectivo nacional, constitucional, identitario y moral… ¿de verdad lo importante era ajustar cuentas menores con navajas mayores?

Todos tienen razón y ninguno la tiene. Pero la cuestión final es cómo nadie va a seguirles si entre hermanos, compañeros y amigos se tratan como Antoñito el Camborio. Y voces de muerte ya suenan cerca del Guadalquivir.

Posdata. Todas estas líneas se escribieron a primera hora de la mañana del lunes. Y eran un intento, que muchos dirigentes del PP compartían, de llamar a la cordura sin entrar en detalles concretos de responsabilidades y culpas que parecen obvias. Los últimos acontecimientos demoran el desenlace al lunes, si no pasa nada antes, pero alejan el acuerdo y harán más ruidoso el epitafio que sea.

comentarios
tracking