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El observadorFlorentino Portero

La Alianza crece

Suecia y Finlandia son estados vecinos que, juntos, representan la fachada oriental del bloque escandinavo. Ambos forman parte de la Unión Europea, pero por razones históricas habían optado por no incorporarse a la Alianza Atlántica

Actualizada 02:02

Dos estados relevantes anuncian su intención de solicitar el ingreso en la Alianza Atlántica. No es un hecho menor, ni por la importancia de ambos estados, ni por su situación geográfica, ni por el momento elegido. Que los gobiernos liderados por los partidos socialdemócratas finés y sueco lo hayan planteado y que el resto de las fuerzas parlamentarias lo estén secundando en gran medida es un hecho singular que bien merece una reflexión.

Suecia y Finlandia son estados vecinos que, juntos, representan la fachada oriental del bloque escandinavo. Ambos forman parte de la Unión Europea, pero por razones históricas habían optado por no incorporarse a la Alianza Atlántica. Tras la Guerra Fría, el derribo del Muro de Berlín y la descomposición de la Unión Soviética su posición representaba la voluntad de crear un espacio que sirviera de colchón amortiguador entre las tensiones de Rusia y la Alianza. No suponía un «no alineamiento», puesto que su vocación prooccidental no estaba en discusión, el vínculo de seguridad recogido en el Tratado de la Unión Europea no dejaba lugar a dudas y sus fuerzas armadas estaban y están suficientemente coordinadas con las de sus vecinos aliados. Por todo ello, su drástico cambio de posición y el que haya sido liderado por socialdemócratas resulta tan significativo.

Desde posiciones «realistas» occidentales se ha criticado este cambio de posición. Por una parte, y en una perspectiva a corto plazo, se teme que no se esté dejando una salida a Rusia, lo que podría empujar al gobierno de Moscú a acciones aún más peligrosas. Por otra, y ya en el medio plazo, si al final los europeos tendrán que volver a entenderse con Rusia ¿qué sentido tiene minar el camino? Si lo ocurrido hasta la fecha no cuestiona la seguridad de Finlandia y Suecia, si Rusia nada ha hecho que de manera directa ponga en peligro la seguridad de ambos estados ¿Por qué abandonan su posición tradicional y, deprisa y corriendo, solicitan el ingreso en la Alianza?

Es obvio que los partidos socialdemócratas de nuestros días no se caracterizan por su enfoque «realista» de la política internacional. Lo suyo tiende más al voluntarismo multilateral, cuando no caen en las redes de la Alianza de las Civilizaciones. Para entender este cambio de postura hay que recurrir a una visión más amplia.

Finlandia y Suecia temen la desestabilización de su vecindario, con inevitables consecuencias para su propia seguridad, y asumen que la política seguida hasta la fecha por ellos y por el eje franco-alemán ha fracasado. Rusia es una amenaza y, tras la invasión de Ucrania, ya solo puede ser tratada como tal. Los ensayos de «apaciguamiento» o de entendimiento han fracasado. Rusia prefiere ser fiel a sí misma que adaptarse a un tiempo nuevo. Para hacerle frente la Unión Europea no es suficiente. Como ocurrió en los años cuarenta, los europeos necesitamos del liderazgo norteamericano para contener la amenaza que procede del Este, pero, como entonces ocurrió, está por ver cómo reacciona el Congreso en Washington.

La Alianza ha perdido cohesión y operatividad. El Tratado está parcialmente obsoleto. Para los dirigentes norteamericanos Europa no es el teatro principal, ni Rusia la amenaza más seria. Tendremos que seguir con atención cómo valoran el proceso en marcha de ampliar el número de miembros al mismo tiempo que se redacta un nuevo documento de estrategia, teniendo en cuenta las profundas divisiones en su seno y el previsible vuelco en el Senado en favor de los republicanos.

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