Defensa frente al comunismo
Un comunista amigo de la OTAN es una contradicción en los términos. La izquierda, al menos la española, tiene con esto un problema
El tomo I de La democracia en América de Alexis de Tocqueville, publicado en 1835, termina con estas palabras:
«Hay hoy día en la tierra dos grandes pueblos que, partiendo de puntos distintos, parecen avanzar hacia el mismo fin: los rusos y los angloamericanos. Ambos han crecido en la oscuridad, y mientras las miradas de los hombres se dirigían a otros lugares, ellos se han situado de pronto en primera fila entre las naciones, y el mundo se ha enterado casi al mismo tiempo de su nacimiento y de su grandeza.
Los demás pueblos parecen haber alcanzado más o menos los límites trazados por la naturaleza y no tener ya más que hacer sino conservar; pero ellos están creciendo, todos los otros están detenidos o solo avanzan con mil esfuerzos, y solo ellos marchan con paso rápido y fácil en un progreso cuyo límite no es posible precisar todavía.
El americano lucha contra los obstáculos que le opone la naturaleza; el ruso está en pugna con los hombres. El uno combate al desierto y a la barbarie; el otro, a la civilización revestido con todas sus armas; las conquistas del norteamericano se hacen con la reja del labrador, y las del ruso con la espada del soldado.
Para alcanzar su objetivo, el primero se apoya en el interés personal y deja que actúen, sin dirigirlas, la fuerza y la razón de los individuos. El segundo concentra en un hombre todo el poder de la sociedad. Uno tiene por principal medio de acción la libertad; el otro, la servidumbre.
Su punto de partida es diferente y sus caminos, distintos; sin embargo, cada uno de ellos parece llamado por un secreto designio de la Providencia a tener un día en sus manos los destinos de medio mundo».
Creo que la larga cita merece la pena. El genio, a veces, puede anticipar el futuro: la «guerra fría» en 1835.
La OTAN surgió como una alianza militar defensiva en Washington el 4 de abril de 1949, promovida por las democracias liberales para frenar la amenaza del totalitarismo comunista. No es deseable una política de bloques ni es todo irreprochable en el lado occidental ni en Estados Unidos. También hay intereses más allá del bien común. Pero resulta claro de qué lado están la razón, la libertad y la justicia. Es perfectamente comprensible que los comunistas y, en general, los enemigos de la libertad odien a la OTAN. Las buenas causas no siempre se defienden con buenos medios, pero no por eso dejan de ser buenas causas. Un comunista amigo de la OTAN es una contradicción en los términos.
Pero la izquierda, al menos la española, tiene con esto un problema. El PSOE se inclinó hacia un atlantismo sin entusiasmo y con reservas. Primero fue no, luego sí, pero sin integración en la estructura militar (cosa verdaderamente extravagante) y al final fue sí. El Gobierno se encuentra dividido en cuestiones esenciales de principio. Solo la ambición impide la ruptura. Cristo recuerda que un reino dividido no puede subsistir. Y ministros (o ministras) de Podemos tragan con la eclosión atlantista. Y guardan silencio, como Irene Montero, ante las preguntas de los periodistas. Y contesta la portavoz socialista. Y a la vicepresidenta no le da vergüenza su silencio. Es vicepresidenta del Gobierno devoto de la OTAN que se ha comprometido a aumentar el gasto militar y a incrementar la presencia americana en Rota. Pero los principios de Podemos no son tan firmes como para hacer caer al Gobierno del que forman parte. Los comunistas de Podemos transigen con las decisiones anticomunistas de su Ejecutivo. OTAN, sí; bases dentro. Que no hay cuestión de principios (si es que hay principios) que prevalezca sobre el interés y el afán de poder. Y Sánchez exhibe su oposición al comunismo con el apoyo de Bildu.