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HorizonteRamón Pérez-Maura

Vendiendo su alma al diablo

España vive inmersa en una subasta de chamarileros que se van llevando los restos de la nación por desistimiento del presidente del Gobierno

Actualizada 02:23

Más interesante que las críticas de la oposición al discurso de Sánchez en el debate sobre el estado de la nación era ver cómo le trataban sus aliados, los componentes del Gobierno Frankenstein. Y el resultado no ha podido ser más ilustrativo: El enfrentamiento con Rufián, el portavoz de Esquerra Republicana hubiera acabado en las manos si no llega a producirse en el pleno de las Cortes.

Como era previsible el PNV demostró un entusiasmo perfectamente descriptible a la hora de analizar la subida de impuestos a la Banca. Igual que todos los accionistas del BBVA y de cualquier otra entidad bancaria. Pero además demostró sangrar por la herida del acercamiento del PSOE a los bildutarras.

Pero claro, los bildutarras ven que tenemos un presidente muy débil y que ahí se puede sacar tajada. Y a estas alturas reclaman a Sánchez que se deje de medidas menores y rompa de una vez con «el régimen del 78». El régimen del 78 es la democracia que nos dio nuestra Constitución. La Constitución de las libertades que está poniendo en juego un presidente del Gobierno que quiere el poder a cualquier precio. Y que está dispuesto a pactar con formación tan antidemocrática como Bildu, que con los diferentes nombres que se han dado los etarras en las urnas, han luchado siempre por acabar con nuestra democracia. Y se ven tan fuertes, que para ellos no es suficiente la llamada Ley de Memoria Democrática, que va a tergiversar toda nuestra historia contemporánea. Para ellos hay que acabar con la Constitución. Y Sánchez saca leyes adelante con su apoyo.

Por eso fue tan reveladora la segunda parte del debate. Porque se demuestra una vez más la debilidad que padece Sánchez. Sólo puede mantenerse en el poder vendiendo su alma al diablo. Y parece que está dispuesto a hacerlo a cualquier precio. España vive inmersa en una subasta de chamarileros que se van llevando los restos de la nación por desistimiento del presidente del Gobierno, que en el debate ha tenido la desfachatez –una vez más– de referirse a sí mismo como el presidente de España. Que no es lo mismo que el presidente del Gobierno. Nada le gusta más que dar patadas al Rey y sacarlo del escenario, salvo que sea para hacerle participar en actos que ponen a la Corona en un compromiso. Pero ya sabemos que Sánchez es como Nerón, toca la lira mientras arde Roma a su alrededor y todo se consume, pero él se cree intocable porque es superior a todos.

Podrá estar muy contento porque sus hagiógrafos dicen que ha estado muy convincente en sus intervenciones en estos días. Cuando se miente de carrerilla y sin pudor, es muy fácil hacer frases contundentes. Pero esa no es más que una muestra añadida de la degradación moral de nuestra sociedad, donde la mentira es hoy algo irrelevante. Pelillos a la mar.

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