Sánchez suelta el lastre de Lastra
El hecho de que la limitada Adriana llegase a número dos del PSOE da fe del deterioro de ese partido, probablemente irreversible
Para constatar el nivelazo de la actual política española basta con repasar la bancada del Congreso. En todos los partidos abundan los apparatchik que no saben lo que es cotizar en una empresa privada. Se trata de personas sin mayores atributos, que simplemente se afiliaron pronto a un partido y fueron trepando en su escalafón.
Aunque la competición por proclamarse lo peor del Parlamento está muy disputada, tal vez Adriana Lastra suponga el ejemplo más redondo de dirigente limitadísima elevada a un puesto que la desbordaba. Lastra ha marcado hitos de burramia dialéctica realmente épicos, como cuando en pleno confinamiento acusó en sede parlamentaria a PP y Vox de estar preparando un golpe de Estado contra el gran timonel Sánchez.
A la joven Adriana se le atragantaron sus estudios de Antropología Social. Pero a los 18 se afilió al PSOE y encontró su medio de vida. Con 28 años ya era diputada autonómica y luego saltó al Congreso. Jamás ha trabajado fuera de la política, salvo para echar una mano alguna vez en la panadería de sus hermanas.
Sin embargo, Adriana tuvo la chiripa de hacer una apuesta de apariencia descabellada que al final le salió bien. En 2016, cuando Rubalcaba y González orquestaron una operación para extirpar a Sánchez de Ferraz, ella tuvo el buen ojo de alinearse con el caído. Incluso lo animó en su sensacional operación retorno, que lo llevó de vuelta a la secretaría general en mayo de 2017. El premio fue nombrarla vicesecretaria general del PSOE y portavoz en el Congreso. Algo así como poner a Paz Padilla a dirigir el telescopio espacial James Webb. Que una política tan floja se convirtiese en número dos del PSOE da fe del deterioro de ese partido, probablemente ya irreversible.
En mayo del año pasado llegó el «ayusazo». Sánchez lo encajó muy mal y poco después se cepilló sin pestañear a Iván Redondo, Carmen Calvo y Ábalos. Además, Lastra dejó de ser la portavoz parlamentaria. Este año le ha traído dos nuevas toñas: la derrota en Castilla y León y, sobre todo, el tremendo batacazo en lo que fue durante cuarenta años el bastión socialista intocable: Andalucía. Un partido que pierde tres importantes elecciones autonómicas de manera consecutiva huele a cadáver de cara a las generales. Mi Persona anda que brama en arameo y en una de las últimas reuniones en Ferraz ha abroncado a la cúpula del partido por no vender bien «los logros» del Gobierno de coalición.
Ante esos nubarrones parecía claro que la cabeza de Adriana Lastra como vicesecretaria del PSOE iba a acabar como la de María Antonieta, porque para Sánchez sus más sumisos servidores son solo clínex de usar y tirar. Lo que ha hecho ella es disfrazar su caída en desgracia como una dimisión por motivos personales (invocando un embarazo a sus 43 años de edad, que asegura que le impide seguir el ritmo que demanda la alta política). Una vez más asoma el fariseísmo de esta tropa. Tras endilgarnos hasta en la sopa lecciones de supuesto feminismo, ahora se va dejando el mensaje –fatal para las mujeres– de que una embarazada no puede rendir a buen nivel.
Sánchez suelta el lastre de Lastra, una política chonista a la que nadie echará de menos. Pero se equivoca si cree que cambiando de coristas va a salvar su espectáculo, porque resulta que quien está pasando de moda, desafina y satura al respetable es el propio solista de la orquesta. Cuando la cesta de la compra y el combustible ahogan a las familias, las lentejuelas progresistas se convierten en quincalla.
Esperemos que Adriana muestre la sensatez de volver a la panadería familiar, porque en política demostró que tenía encima una buena empanada y cada vez que hablaba subía el pan.
(PD: y ahora cae también invocando motivos personales la fiscal general Lola Delgado, señora de Garzón. Más lastre impresentable que suelta el Rey Sol. Pero insisto, ya es tarde).