¿Para qué quiere Sánchez a otro fiscal general?
Si la sumisión de Dolores Delgado no era suficiente, solo cabe pensar que Sánchez tiene en la cabeza algo peor: ¿un fiscal «gallego» para desafiar a un rival gallego? Suena fatal
Poner de fiscal general del Estado a tu ministra de Justicia fue el aviso a navegantes de Pedro Sánchez, que envió una cabeza de caballo al Poder Judicial, a la oposición y a la sociedad española para dejar claro que, además de inglés, el nuevo presidente conoce la jerga siciliana.
De todos los nombramientos sectarios de Sánchez, que deja a Atila convertido en Torrebruno, el de Dolores Delgado para controlar la acusación pública es el más indiciario de la catadura de un personaje que se siente por encima del bien y del mal y considera que las instituciones están para servirle, que el fin justifica los medios y que la separación de poderes es un invento ultraderechista para debilitar su incontestable derecho a mandar como un caudillo.
Sánchez es un Kim Jong-un con idiomas que disimula su empadronamiento norcoreano bajando la voz en el Congreso para pedir pactos que no quiere a socios que no respeta mientras firma con el diablo la creación del infierno en la tierra y te cobra a ti la caldera.
Despedir a embarazadas o a lesionadas es el penúltimo giro de un dirigente que acabará maltratado con la misma crueldad una vez pierda un trono que le sienta como a Calígula y los múltiples heridos graves que le hayan sobrevivido le devuelvan el maltrato sin piedad.
Pero mientras llega ese momento, que no está muy lejano, la salida de Delgado demuestra que no le llega con los más sumisos si no son además los más diligentes, rápidos y feroces en el cumplimiento de sus implacables órdenes.
Por eso la previsible designación del fiscal «gallego» del Prestige para sustituir a Delgado avala todas las sospechas: ¿es un mensaje directo a Feijóo? ¿Le están sugiriendo que lo saben todo de él, incluso lo que no existe y ni él mismo sabe? ¿Es una advertencia calabresa a Génova o una de esas casualidades que en política, en realidad, nunca existen?
De un presidente que no ha dudado en asaltar todas las instituciones del Estado ni en atacar con sevicia al resto de poderes, debe darse por supuesto lo peor.
Especialmente cuando su inmediato futuro va a estar marcado por una gran recesión, peor de lo que imaginamos, y una debacle electoral que ya hasta reconoce a regañadientes el CIS de Tezanos, mamporrero demoscópico encargado de inducir en la opinión pública el «Efecto Pigmalión».
Sánchez está acorralado por la deuda, el hambre, el racionamiento, la ira social, sus socios, Bruselas, el fuego y, a poco que se descuide, una invasión marciana, un apocalipsis zombi y la aparición de King Kong: se sabe muerto y conoce perfectamente que la gasolina prestada de los Fondos Europeos y la recaudación extra de la inflación apenas le va a durar unos meses.
Que con ese contexto su prioridad sea asaltar el Tribunal Constitucional, ocupar Indra o nombrar a otro Fiscal General desvela sus prioridades y ofrece unas pistas de sus planes: el peor Sánchez está por venir y si antes no hacía ya prisioneros, ahora dispara ya a los propios si no atienden sus estrictas instrucciones.