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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Paxti López, Varón Dandy de litrona

Sánchez termina de hundir al PSOE, un partido en vías de extinción, poniendo a uno de los pocos que le quedaban para blanquear a Bildu

Actualizada 02:00

Ascender a Patxi y presentarlo como un revulsivo suena a cuando el Barça, dirigido por el primo estelado de Puigdemont, intentó venderle la burra a su afición de que el retorno de Dani Alves era un fichajazo.

Mal tiene que estar el PSOE, privatizado por Sánchez como todo lo demás, para recurrir al lechuguino que llegó a lehendakari gracias al PP y ahora tiene por misión hacer de guardaespaldas del señorito para blanquearle sus apareamientos con Bildu.

López, por alguna extraña razón, se ve a sí mismo como una autoridad en temas vascos y se cree, por otra razón todavía más extraña, que él podrá frenar la indignación que recorre España de norte a sur geográfico e ideológico por la sumisión de Sánchez a Otegi, que deja las sombras de Grey convertidas en un campamento infantil de boy scouts.

Cree, el pobre, que cuando alguien le reproche a Pedrito el traslado de etarras a sus casas, los homenajes que reciben al llegar y su inminente liberación pensionada, gracias a la ley de desmemoria perpetrada con los pantalones en las pantorrillas; le bastará con decir algo tipo: «A mí nadie me da lecciones sobre esta materia, que me llamo Patxi, soy vasco, tuve compañeros asesinados y no encuentro txapela de mi talla».

Sucederá en realidad lo contrario: nada resume mejor la sumisión sanchista al universo etarra que la elección de una coartada barata como Patxi, que dilapida el escaso prestigio que traía en serie prestándose a la vergonzosa componenda de un patrón sin escrúpulos capaz de dejarle a Arnaldo que remate a quemarropa la dignidad de las víctimas.

La otra razón del ascenso de Patxi, que confunde hablar despacio con decir algo como casi todos los cínicos sin demasiadas neuronas, es que a Sánchez no le queda nadie: desde que decidiera hace muchos años venderle su alma a Mefistófeles, España y el PSOE han experimentado una degradación similar y, aunque la primera saldrá adelante maltrecha y con el tiempo; el segundo está más cerca de desaparecer que nunca.

Patxi Artapalo, que ya me bailan los nombres como a ellos la decencia; la mayor de las Azúcar Montero y Alegría de Vivir, una ministra de Educación incompetente que considera más peligrosa la Puerta del Sol que la Generalidad, son los restos del naufragio sanchista, encabezado por un capitán Schettino que siempre salta el primero cuando su Costa Discordia se va al fondo y hasta las ratas se sorprenden por su velocidad.

Patxi López se creerá Adenauer, pero es la colonia barata que Sánchez le echa al vertedero para intentar que no huela tanto a basura

Con Sánchez se reproduce siempre el fenómeno del Rey Midas, pero en vez de en oro todo se transforma en mierda: la memoria se convierte en una hagiografía de ETA, la solvente Calviño muta en contable de un apaño eterno, el viejo PSOE evoluciona a sucursal madrileña de Batasuna y hasta hace simpático a Franco para gente que olvida que la alternativa a una democracia imperfecta nunca es una dictadura redonda.

Patxi, que siempre tuvo las mismas luces que una discoteca a las tres de la tarde, se suma al coro de desastres, infamias, mentiras, trucos, trampas, bochornos y desvergüenzas que jalonan la trayectoria de un presidente sin principios, sin escrúpulos y sin moral, capaz de echarle la culpa a una vieja atropellada en un paso de cebra si al volante iba Otegi a llevarle un paquete a casa.

López se creerá Adenauer, pero es la colonia barata que Sánchez le echa al vertedero para intentar que no huela tanto a basura. Y él se deja, sintiéndose Invictus de Paco Rabanne y no pasando de Varón Dandy en litrona.

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