«Napoleonchu» se supera: ahora contra el Rey
Pretender decirle a Don Felipe que van a estudiar si puede ir o no a los funerales de su tía es más propio de una dictadura que de una democracia
A mí me gustaría que nuestro ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, más conocido como Napoleonchu, nos ilustrase a todos los españoles y a sus compañeros de la carrera diplomática y nos dijese cuántos jefes de Estado muertos en el ejercicio de su cargo en el último medio siglo fueron enterrados sin un funeral de Estado. Porque a nuestro ministro se le ha ocurrido declarar en RNE que no hay que especular sobre los funerales de Isabel II. Hay que esperar a ver si son públicos o privados. Para no especular demasiado, sugiero al ministro que, por ejemplo, sintonice la BBC –que es lo más oficial que hay como corporación audiovisual en Europa– y a lo mejor ahí le dan alguna pista de cómo va a ser el funeral.
Es obvio que cuando el Rey de España acude en representación del Reino de España a un acto de Estado en otro país, lo hace de acuerdo con el Gobierno de la nación. Pero decir que «el Gobierno junto con la Casa Real decidirán la mejor representación de España» es perfectamente innecesario y humillante. Primero porque lo menos que debe hacer Sánchez es ceder la precedencia a la Corona y anteponerla al Gobierno. Máxime cuando se trata de un caso entre dos Familias Reales. Pero ya sabemos que, en la Moncloa, hoy, se tiene claro quién va primero. Segundo porque a estas alturas, Napoleonchu debería saber que con quien se habla de estos asuntos es con la Casa del Rey, no con la Casa Real. Y si no sabe cuál es la diferencia, mejor será que no vuelva a hablar del asunto. Y, por último, pretender decirle a Don Felipe que van a estudiar si puede ir o no a los funerales de su tía es más propio de una dictadura que de una democracia. Ya comprendo que al final el Rey irá en cualquier caso. Pero lo que están es intentando humillar al Rey y demostrar que está más sometido de lo que todos sabíamos ya.
Cuando en 1999 murió Hassán II, que no era exactamente Rey de una Monarquía parlamentaria, como lo ha sido toda su vida Isabel II, a nadie se le ocurrió discutir ni por un segundo la conveniencia de que los Reyes Juan Carlos y Sofía fueran al entierro. Sólo faltaba. Y el entusiasmo del entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, por el difunto Rey marroquí era fácilmente descriptible. Hay cuestiones, incluso de Estado, que es superfluo discutir.
La forma de este Gobierno de interferir en la actuación de la Corona es cada día más evidente. ¿Qué necesidad había de que el ministro de Asuntos Exteriores creara un problema con los funerales de Isabel II? Desde el entorno del Gobierno salieron a toda velocidad a decir que el Rey Juan Carlos no debía acudir al funeral de su prima. Que tampoco sé yo cuántas ganas tendría él de acudir. Pero como nadie se plantó a decir que, si Don Juan Carlos quería ir, y la Familia Real inglesa le invita, nadie le puede impedir acudir, lo siguiente es que el propio ministro de Asuntos Exteriores discuta si es conveniente o no que acuda el Rey. Y a las pocas horas, el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños repetía en Logroño, casi textualmente, las palabras de Napoleonchu.
Cuando cedes la mano sin plantar cara, te acaban tomando el brazo. Todo es susceptible de empeorar.