Se hunde el Titanic y Sánchez rescata al iceberg
Solo un necio o un perezoso puede apoyar a Sánchez en su intento de imponerle a Andalucía y Madrid un 155 fiscal para seguir viviendo del cuento
Para Pedro Sánchez, un señor tan razonable como Moreno y una señora tan española como Ayuso son más peligrosos que Otegi, Urkullu o Aragonès. Y que Madrid o Andalucía hagan un esfuerzo por atracar un poco menos a sus vecinos y no se aprovechen de la inflación para llenarse todavía más los bolsillos es más ofensivo que Cataluña extermine el español en las aulas, el País Vasco, libere a etarras para que los homenajeen en sus pueblos o Navarra, por meter otra comunidad más en el saco, tenga presidenta perdedora gracias a Bildu.
El caso de Madrid es sorprendente: aporta el 19 por ciento del PIB nacional, superando desde hace tiempo a la Cataluña catalibán de adas, peres y orioles cejijuntos. Tiene la mayor renta española junto al País Vasco y Navarra, pero a diferencia de ellas la reparte: al menos el 73 por ciento de los fondos de cohesión interterritorial tienen firma madrileña, que no pide ser Gibraltar, como hacen los dos paraísos fiscales legalizados en España por razones histéricas, que no históricas, tan presentes o más en Castilla, León o Aragón sin que nadie de allí salga dando voces ni amenazando con un Brexit doméstico.
Y logra esos resultados con menos paro que la media nacional y un esfuerzo fiscal inferior al resto: funciona mejor, simplemente, porque sus políticos han aceptado hace tiempo que el dinero está mejor en el bolsillo ciudadano que en el suyo.
Unos abrirán un pequeño comercio, comprarán un coche, reservarán una casa rural o mandarán al niño al extranjero; y además financiarán los servicios públicos de quienes, desgraciadamente, no pueden hacer nada de eso. Porque no se trata de que haya menos ricos, sino de que existan menos pobres.
Y otros, los políticos, lo dedicarán a abrir el enésimo observatorio del clima, que es el mismo en toda España, pero tiene cientos para colocar al amigo y ponerle a investigar al pingüino de Humboldt, decisivo en nuestras vidas como todo el mundo sabe.
Andalucía entiende también eso, tras décadas saqueada a ritmo de ERE, y hace lo propio, renunciando a recursos procedentes de la confiscación por la certeza de que la sociedad invierte mejor que la política y que ésta ha de justificar cada euro que esquilma con unos servicios razonables, entre los cuales no figura la impúdica selva de Falcon, Ministerios, sindicatos, patronales y demás fauna chupóptera que jamás sufre los calvarios que provoca o al menos no evita.
Sánchez va a lograr 32.000 millones extra en la misma época en la que todo el mundo se ha empobrecido un 11 por ciento, lo que convierte al pretencioso presidente en un usurero sin corazón: no trinca más por el crecimiento económico del país y el incremento de cotizantes, sino desplumando a los pocos que pagan en nombre de unos descamisados a los que solo ofrece migajas. No es Robin Hood, sino el sheriff de Nottingham.
Destapado el juego, quitadas las caretas, lo normal sería que Sánchez se rectificara a sí mismo, consciente de que la gallina de los huevos de oro se ha convertido en un triste pollito famélico y que su única respuesta debe ser ajustar el gasto público faraónico que la Administración perpetra en nombre del estado de bienestar para perpetuar, en exclusiva, el bienestar del Estado: ya está bien de que, cuando se hunde el Titanic, el Gobierno salga al rescate del iceberg.
Pero no, lo que el Tío Gilito tiene pensado es imponerle un 155 fiscal a Moreno y a Ayuso por intentar librarse del gulag que el Gobierno necesita para eternizar la industria política creada sobre los riñones de los trabajadores, que son quienes soportan un 22 por ciento más de impuestos reales que hace un año y pierden la mitad de su renta anual para pagarle a los liberados con distintos carnés un puesto artificial en un chiringuito innecesario.
Si ante eso no se rebela todo el mundo, vote lo que vote, solo puede ser por dos razones: una ignorancia negacionista fruto de la excesiva exposición a los medios del Régimen, o una participación activa en los chanchullos de Sánchez, vía paga o subvención. Solo un necio o un vago puede ponerse del lado del atracador, a ver si le cae algo del botín.