Edredones fuertes
En España se venden edredones, pero no fuertes. Por ese motivo necesito el Falcon para volar a Estocolmo y comprar a cargo de tu cuenta de secretos oficiales los treinta edredones fuertes que recomiendan tus ministras
Me informa mi chivato de la Moncloa, que esta mañana, el desayuno de Pit-Pit y Bego ha sido de los más dulces y productivos.
Leía simultáneamente Pit-Pit Le Monde, Financial Times, Público y Sport, cuando su complutense esposa le ha birlado la concentración con una pregunta a todas luces luminosa.
–¿Me prestas el Falcon para viajar a Estocolmo?
–Te lo presto feliz, ardillita mía, si me dices el motivo de tu viaje.
–Comprar edredones fuertes para toda la familia. Tu Gobierno ha recomendado que los españoles adquieran edredones fuertes para no pasar frío por las noches.
–En España se pueden comprar edredones fuertes, oropéndola de mis amores. No es necesario viajar a Estocolmo.
–No, Pit-Pit. El pasado viernes le ordené a Bolaños que se pasara por El Corte Inglés, Zara y Cortefiel y cargara a tu cuenta de secretos oficiales la adquisición de treinta edredones fuertes. Y Bolaños se pasó la tarde intentando cumplir con mi mandato, y llegó destrozado, porque no encontró edredones fuertes.
–¿No se venden en España edredones fuertes?
–Se venden edredones, pero no fuertes. Por ese motivo necesito el Falcon para volar a Estocolmo y comprar a cargo de tu cuenta de secretos oficiales los treinta edredones fuertes que recomiendan tus ministras.
–¿No te parecen muchos, demasiados, treinta edredones fuertes, caramelo de mis ansias?
–No, Pit-Pit. A nosotros no nos hacen falta. Ponemos la calefacción a la temperatura que se nos antoje, y no hay problema. Pero están tus padres, los míos, mi hermano y los tuyos, los sobrinos, y claro, la familia de Bolaños, que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, también quiere para su gente edredones fuertes.
–En ese caso, cisne mío de porcelana, te presto el Falcon, pero ya sabes que el Falcon tiene un espacio limitado, y los edredones fuertes ocupan mucho lugar. Mejor que te preste el DC-10 . En el DC-10 caben treinta, cien y hasta quinientos edredones fuertes.
–Pues ya puedes ir poniéndote las pilas. Llama a Margarita Robles, y le pides el DC-10. Pero no le digas lo de los edredones fuertes, porque aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid ¿te he dicho ya que el Pisuerga pasa por Valladolid, Pit-Pit?
–Sí, mi dátil maduro, mi corza en el sembrado, mi gaviota de La Mareta, me lo has dicho en un par de ocasiones. No le diré a Margarita lo de los edredones fuertes, porque se apunta con toda seguridad. Y tampoco le compres edredones fuertes a Bolaños, porque me lo pienso cargar antes de Navidad, y los gastos de secretos oficiales son para nosotros y para Yoli, no para él.
–¿Te vas a cepillar a Bolaños, Pit-Pit?
–Como que me llamo Antonio. Me ha decepcionado.
–Entonces, ¿puedo contar mañana con el DC-10?
–Por supuesto, mi ruiseñor. Y si quieres, también hoy.
–Hoy no puedo porque tengo que dar una conferencia en la Universidad Complutense.
–Pues entonces, todo arreglado, lubina de mis placeres. Mañana, a Estocolmo.
–No sabes cómo y cuánto te quiero, Pit-Pit.
–Y yo a ti, rosa de Pitiminí.
Y ha vuelto con los treinta edredones fuertes.