Esa gentuza
Fueron detenidas, y por lógica, ya estarán en libertad, libres de toda culpa, crítica o amonestación, porque nadie del Gobierno ha abierto la boca
No son, como ellos se denominan y los pesebristas informativos les siguen la corriente, ecoactivistas, o militantes climáticos o medioambientales, o simplemente ecologistas. Son, además de imbéciles, terroristas del Arte, ecodelincuentes, maleantes, vagos necesitados de unos minutos de gloria por atentar contra el patrimonio, no sólo de los españoles, sino de la humanidad. La parejita que pegó sus manos a los marcos –centenarios, por cierto–, de las Majas de Goya en el Museo del Prado de Madrid, dicen pertenecer a un movimiento medioambiental que responde al nombre de «Futuro Vegetal». Consecuencia de la incultura, de la vaciedad, de la estupidez, de la insuperable capacidad de asumir los mensajes de la mentira. ¿Qué tiene que ver el futuro vegetal con las obras de arte? Dicen ser mujeres. Perdón por escribir «mujeres», que es muy facha. Ahora hay que decir «personas con vagina», «personas gestantes», «personas con vulva» o «personas menstruales», es decir, guarraditas. Parece ser que se llaman Sam y Alba. Una de ellas, la primera que pegó su mano derecha al marco de La Maja Vestida mientras la otra pintaba en la pared de la sala, se quitaba después la sudadera –en este caso el nombre de la prenda de vestir es correcto–, y se pegaba posteriormente la mano izquierda en el marco de la Maja Desnuda –ninguna reacción por parte de los vigilantes–, muy femenina no era. Dada su condición de futuro vegetal se acercaba más al aspecto del pepino que de la remolacha. Y con una voz algo más grave que la de John Wayne. La segunda, la bajita –¿Sam o Alba?–, se encaró con los visitantes del Prado que les decían de todo, porque hubo reacción. En el Museo de La Haya, mientras una pareja de forajidos pringaba de puré a la «Joven de la Perla» de Johanes Vermeer, no se dio la reacción indignada del público. En El Prado tuvieron que ser protegidas por los que protegen con bastante lentitud las obras de arte, que ya estaban avisados de posibles visitas malolientes e indeseables. Al menos, se ha confirmado que hace cuatro días, la Presidente de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, habló con el ministro de Cultura –cuyo nombre he olvidado por completo por su innecesariedad–, para trasladarle su preocupación por los débiles controles de acceso a la considerada mejor pinacoteca del mundo. De no haber sido expulsados de la sala donde se exhiben las Majas Goyescas, Alba y Sam o Sam y Alba, habrían abandonado el templo de la pintura con más de un chichón en las puntas de sus remolachas. Fueron detenidas, y por lógica, ya estarán en libertad, libres de toda culpa, crítica o amonestación, porque nadie del Gobierno ha abierto la boca. Ellas, las del Futuro Vegetal, son dos delincuentes del rollo ecocomunista, admiradoras de Greta Thunberg, de las veganas, y participantes activas de la farsa climática, y cuentan con las simpatías de nuestro Gobierno multinacional, multicultural, multiantiespañol, y séame permitido el desahogo, multigilipollas.
Esas nenas, nada tienen de activistas medioambientales. Son delincuentes de probada acción penal contra el patrimonio artístico y cultural de España. Otro día, de seguir amparándolas, alimentarán con puré a las Meninas de Velázquez, al Cardenal de Rafael, a la Familia de Carlos IV de Goya, o al Jardín de las Delicias de Jheronimus Van Aken, familiar y artísticamente conocido por El Bosco. Porque estos golfos no se van a detener si no son detenidos previamente por los servicios de seguridad y acceso de todos los museos del mundo libre. El Hijo Pródigo de Rembrandt en el «Hermitáge» de San Petersburgo está a salvo. Saben que Putin no se anda con rodeos. Que una cosa es el Futuro Vegetal y otra muy diferente, el riesgo personal.
Sam y Alba, sean hombres o mujeres, además de componentes del estúpido movimiento Futuro Vegetal, no tienen otra calificación que delincuentes. Profesionales de una nueva delincuencia organizada contra el Arte de los genios, que fueron unos fachas y unos retrógrados, amén de degustadores de carnes, y retratistas de Reyes. Mucho cuidado, Felipe IV Velazqueño, que van a por ti.