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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Veo a Ussía en la trena

Desde la atalaya de su libertad, y fiel al imperativo de la verdad, se ha atrevido a enunciar lo que ya es delito: Franco también hizo cosas positivas

Actualizada 09:34

Sorprendente. Pasan las horas… y todavía nada. Consulto con aprensión las webs de los periódicos y los canales informativos. Escucho con ansiedad los boletines de radio. Pero nada. Calma chicha, cuando a estas horas ya debería estar en marcha un operativo especial de los GEO para tomar el pequeño paraíso cántabro de Ruiloba. Allí tendrían que personarse también Bolaños, con su despeinado de peluquería y su rictus de cabreo perenne, y el fiscal general García, con sus patillitas toreras, ambos como notarios en la caza y captura de un peligroso desviacionista de 74 años vecino de la zona: Alfonso de Ussía y Muñoz-Seca, sospechoso de haber vulnerado el dogma «regresista» de la Ley de Memoria.

La era del periodismo digital tiene cosas buenas y malas. Entre lo negativo figura que todo va tan rápido que a veces no da tiempo a contrastar las informaciones como se debería y a dotarlas de profundidad. Lo bueno es que todo se mide: se constata en tiempo real qué interesa a los lectores y se derriban muchos mitos. La prueba inapelable de los datos refleja que Alfonso Ussía es el columnista más leído de largo en España en este año 2022 del siglo XXI. Lo ha logrado porque cultiva el humor, una especie en peligro de extinción; porque es culto y guarda buena memoria de muchos sucedidos; porque es dueño de un estilo claro, donde cualquiera puede zambullirse con placer; y porque es un espíritu libre, que no está dispuesto a arrumbar la verdad en un cajón en atención a convenciones ajenas (una coherencia que le valió salir de algunas casas donde su libertad resultó más ancha que el recipiente editorial). Ussía ha logrado una sensacional audiencia en El Debate con un artículo titulado «Francisco Ferrol». Allí osa a enunciar una verdad que hoy está prohibida por ley: Franco también hizo cosas buenas.

Entre otros puntos favorables, Ussía recuerda, y es cierto, que en la etapa de Franco se armó la gran clase media española y la Seguridad Social, o que se acometieron valiosas y audaces obras públicas y grandes programas sociales, como el de la vivienda protegida. Sumándome al desviacionismo hoy penado por la Ley de Memoria, me atrevería a añadir que Ussía omite las dos mayores contribuciones a España por parte del innombrable: la primera es que evitó que el país pasase por una tiranía comunista y la segunda, importantísima, es que durante cuarenta años puso el marcador a cero en el problema separatista. Con una dictadura del Frente Popular, sin el paréntesis de Franco, es harto probable que hoy Cataluña sería un Estado asociado, o independiente, y que ETA habría ganado su guerra contra España. Se habría roto el país.

Por el contrario, discrepo de otras afirmaciones del maestro, como ha de ser, pues la historia no es un asunto cerrado, como pretende la descabellada Ley de Memoria. No comparto que durante el franquismo hubiese más libertad que en nuestros días, de entrada porque la de expresión estaba limitada. Tampoco creo que el ejercicio económico de Franco fuese tan excelente. La serie histórica del PIB per cápita del Banco de España refleja que en 1935 se mantenía el nivel del último año de la dictadura de Primo. Lógicamente, con el trauma de la Guerra Civil la riqueza de los españoles se desploma. Pero es que el nuevo régimen no logró igualar el PIB per cápita de 1935 hasta 1951 (si bien es cierto también que media el impacto de la II Guerra Mundial). Con los años sesenta empieza un gran estirón, que mejora de forma sensacional entre 1971 y 1975, con el aperturismo y los ministros llamados «tecnócratas». Sin embargo, el salto hacia adelante resultó todavía mayor entre 1986 y 1990, gobernando González, y durante la magnífica primera legislatura de Aznar, donde España se salía. Por el contrario, entre 2011 y 2013 sufrimos una grave regresión. Luego comienza una recuperación, que se detiene al arribar a la mediocridad y el estancamiento de la etapa de Sánchez.

La misma foto emerge cuando se repasan las series del economista británico Angus Maddison, el gran especialista en comparativa macroeconómica entre países. España tenía en 1850 el 68 % del PIB per cápita de Francia. En la dictablanda de Primo cayó al 60 % y en 1935 era del 63 %. Esta última cifra no se volverá a igualar hasta 1955.

Otro indicio de que la economía no fue tan bien durante el régimen de Franco es que se produjo el segundo gran éxodo migratorio, esta vez a Europa. Entre 1955 y 1973, más de un millón de nuestros compatriotas hicieron la maleta rumbo a Alemania, Suiza, Francia, Inglaterra (algunos estudiosos elevan la cifra a dos millones), lo que indica que en casa faltaban oportunidades. Hoy, por el contrario, España es un país receptor de emigrantes. Antes de su acertado giro de los sesenta, el Gobierno de Franco mantuvo un modelo económico antiliberal y autárquico, que no funcionó. Si se lee el «Fuero del Trabajo», promulgado en 1938, se percibe con asombro que contiene varios pasajes que habría rubricado Podemos punto por punto.

De cualquier manera, en caso de que la gestapillo memorialista de Bolaños trinque a Ussía y lo meta en el trullo, seremos muchos los que estaremos encantados de acompañarlo. Y es que supone un inaceptable ataque a la libertad de expresión y de cátedra que se imponga por ley que Franco lo hizo todo mal y que la República lo hizo todo bien, cuando fue una calamidad boicoteada por sus propios promotores (por ejemplo, el PSOE) y cuando acabó sus días entregada a una empresa tan repugnante como una de las mayores persecuciones religiosas de la Europa moderna.

Padecemos un Gobierno doctrinario y revanchista, que nos quiere con orejeras. Resulta por ello lacerante la abulia pastueña con que la sociedad española ha tragado estas insólitas leyes de desmemoria. Así que, gracias, Alfonso Ussía.

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