Cabezones, con chepa y sanchistas
El hombre del tercer milenio será muy parecido al que se traga ahora las andanzas del Gobierno si no hay una reacción que me permito sugerir
Los humanos de dentro de un milenio serán más encorvados y cabezones, según las conclusiones de un estudio elaborado a pachas por los prestigiosos Med Alert Help y New York-Presbyterian Orch Spine Hospital, de cuya existencia teníamos hasta ahora el mismo conocimiento que el de vida inteligente en el Consejo de Ministros.
Su teoría es que el uso de tecnología provocará un encogimiento de la zona dorsal del esqueleto y desarrollará una evolución palmípeda de la mano hasta convertirla en una especie de garra adaptada al smart telephone de última generación, que valdrá para todo menos para hablar por teléfono.
Al respecto del desarrollo craneal hay menos teorías causales verosímiles, si bien se especula mucho sobre la posibilidad de que la prolongada exposición a los políticos del futuro genere una especie de macrocefalia que, combinada con el consumo extensivo de programas de televisión, convierta a la especie humana en una suerte de ET con retraso mental.
No resulta inverosímil si el humano tipo tiene que convivir con un Pedro Sánchez o un Jorge Javier pasados por el siglo XXX, aunque resulta más difícil de entender la razón del desarrollo del doble párpado también pronosticada en el mismo estudio.
¿Se trata de una defensa natural ante el previsible perfeccionamiento de las imbecilidades que sus antecesores tenemos que ver a diario en el presente? ¿O quizá una prueba definitiva de la ceguera que siglo a siglo hemos ido alimentando y que para entonces será ya definitiva?
Al respecto de la curvatura y del codo de 90º que adornará el saleroso aspecto del homo sapiens venidero, hay menos conjeturas: basta con ver los especímenes habituales del periodismo actual más cercano al Gobierno, de los líderes sindicales, de medio Ibex 35 y de Ursula von der Leyen para entender que esa postura agachada tiene todas las papeletas de prosperar y que al largo plazo todos estaremos mirando a Jadraque.
Feos, cabezones, con zarpas y chepudos. Ése es nuestro destino, salvo que el ser humano encuentre un antídoto a corto plazo que lo evite. Y servidor, que no se ha hecho autónomo desde la más tierna infancia para que ahora sus tataranietos se conviertan en un híbrido de Pablo Echenique y el jorobado de Notre Dame, se atreve a proponer algunos para seguir yendo erguidos por la vida.
Por ejemplo, no aceptar que la huelga sanitaria es imprescindible en Madrid pero improcedente en Castilla-La Mancha, donde han muerto más ancianos en las residencias, más enfermos por covid en general y más largas son las listas de espera para todo a excepción de para pelotear a Page.
O no admitir que si un padre mata a su hija es violencia vicaria pero si lo hace su madre es suicidio ampliado. O no suscribir que los inmigrantes muertos en la frontera sur española sean un escándalo, si gobierna Rajoy, o una estadística, si lo hace Sánchez. O no tolerar que, para una vez que aparece un currante de verdad, subido a su desesperado camión, los sindicatos del régimen le tilden de fascista mientras dejan el litoral sin presencia de crustáceos. O no asumir que, mientras crecen la pobreza, el hambre y la miseria, el Gobierno hace su agosto con la inflación y espera recaudar con ella 32.000 millones extra que no son suyos.
O no callarse ante la traición, cometida desde la Presidencia, de anular el delito de sedición y allanarle el camino a unos delincuentes indultados para que lo vuelvan a hacer con más facilidades.
Si el hombre actual mira a esta banda cabizbajo, su sucesor irá a cuatro patas. Quizá haya llegado el momento de que, para evitar que se nos hinche la cabeza el día de mañana, se nos inflamen un poco más los genitales. Piense en las tropelías diarias que perpetran Pancho Villa y sus bandoleros y, si no obra el milagro dilatador, está usted perdido.