Sabina es facha
Todo el mundo es facha ya en España, aunque sorprendentemente gobiernan los únicos que no lo son. Algo falla en el relato
Sabina es facha. La Cadena Ser es facha. Fernando Savater es facha. Loquillo es facha. Escohotado es facha. Todo el mundo es facha. Bienvenidos, amigos, los que ya éramos fachas para la Policía Puritana del Régimen os saludamos.
Al principio duele un poco: tú te creías liberal por respetar al individuo, defender la libertad y creer que el Estado es fundamental, pero con el tamaño correcto y las competencias bien definidas y limitadas.
Te sentías progresista en un sinfín de asuntos y conservador en otros tantos, sin aceptar que el ser humano es un bloque monolítico cuyo destino es ingresar en una tribu formal y pintarte, emplumarte y ulular sus códigos de guerra vigentes.
Confiabas en la economía de mercado, con la misma sensación que ya te provocaba la democracia: ambos son los peores sistemas, sin duda, pero a excepción de todos los demás.
No le preguntabas a nadie por su fe, sus creencias o su ideología, convencido de que, por antagónicas que fueran a las tuyas, las coincidencias en tantos otros ámbitos de la vida serían siempre superiores a las distancias en esos campos.
La división que predica la política termina con el revolucionario ejercicio de hablar, acodado en un bar o sentado en un parque, de tantas otras cosas de la vida: en ese mágico instante irrumpe la certeza de que, en lo sustantivo de verdad, estamos todos muy cerca.
Pero no, pensabas eso y, de repente, te dijeron que eras facha. Blanco, católico, heterosexual y del Real Madrid. Lo poníamos fácil, de acuerdo. Pero los límites empezaron a ensancharse y, de repente, tener familia, por ejemplo, se convirtió en facha.
Ahí comenzó todo: las nuevas normalidades convirtieron la vieja normalidad en una agresión fascista y, por arte de magia, ser quien eras se transformaba en una ofensa, aunque a ti no te ofendiera casi nada.
Y así hemos llegado al final: todo es facha si no llamas facha a todo, si crees que Sánchez es una calamidad, que resucitar el guerracivilismo es un error, que los impuestos han superado los límites de lo razonable, que el Estado de Bienestar ha sido engullido por el Bienestar del Estado, que soltar a etarras para que te apoye Bildu es un bochorno, que la cohesión de España la decidimos todos sus vecinos o que una ley que criminaliza a los amantes púberes de Teruel pero libera a violadores es un desastre.
Joaquín Sabina se limitó a decir que, si esto de ahora es la izquierda, él era un poco menos de izquierdas. No parece una confesión agresiva, básicamente porque habla de sí mismo y, de momento, ese derecho lo mantenemos.
Pero es facha y las trompetas de Jericó ya suenan señalándole de por vida. Con tanto fascista suelto, solo hay algo que no se explica: que sigan gobernando los más tontos de la clase y, cada día, lo hagan con más desprecio por la democracia. Para ser todos fachas, hemos salido tan blandos como un pato en el Manzanares.