Pasar a la historia
He pensado en aquellas palabras de Líster sobre El Campesino y en la seguridad de Sánchez de pasar a la historia por algo no esforzado ni beneficioso para la sociedad. La posteridad demandará los porqués
Ni a Churchill, que habló y escribió tanto de sí mismo, se le ocurrió asegurar que pasaría a la historia. Sencillamente sabía que sería así y por ello no necesitaba decirlo. Es obvio que a Sánchez le obsesiona esa permanencia en las páginas que recogen los grandes sucesos de los pueblos. Y, como además de la virtud de la resistencia nuestro presidente atesora la rara condición de adivino, sabe ya que pasará a la historia por haber movido a un muerto de su sepulcro, menester que no precisa un despliegue singular de inteligencia, ni una valentía especial, ni otros valores que muevan a la admiración. Ya dijo hace años Felipe González –y lo ha repetido ahora– que él no hacía la guerra a las estatuas y que a Franco había que haberle bajado del caballo en vida, pero, claro, aquello resultaba más difícil. Ganar batallas a los muertos es más asequible que ganarlas a los vivos.
A vueltas con esta rara muestra de sinceridad de Sánchez, aunque, eso sí, envuelta en su egolatría, he recordado a uno de los personajes más interesantes a los que traté ya en mi juventud: Enrique Líster. Fue jefe del Quinto Regimiento y posteriormente de la 11ª División y del V Cuerpo de Ejército, la más selecta unidad republicana. Su profesión de origen era cantero. Había estudiado en Moscú en las Academias militares Lenin y Frunze. Durante la Segunda Guerra Mundial luchó en el Ejército Rojo recibiendo el grado de mayor general, y también fue general de los ejércitos de Polonia y Yugoslavia.
Organicé un almuerzo de interés periodístico para que Líster y el general Vega Rodríguez se conocieran. Vega había sido, muy joven, guardia civil, luego se formó en la Academia de Infantería y llegó a ser teniente general, director general de la Guardia Civil y jefe del Estado Mayor del Ejército. Le había conocido en Sidi Ifni, siendo jefe de aquel sector, cuando asistí el 30 de junio de 1969 a la retrocesión del territorio a Marruecos. Era un hombre de carácter y acaso por eso chocó con tantos importantes gerifaltes de la época y especialmente con el general Gutiérrez Mellado. Al final, aburrido, dimitió. En su discurso de la Pascua Militar de 1978, ante el Rey, elogió las capacidades militares de los generales republicanos Líster y Modesto. El elogio no fue bien recibido en medios castrenses.
Aquel almuerzo con dos generales de bandos opuestos me enseñó no poco. Se habló de casi todo y lo más de la guerra civil. Líster dijo que se inquietó cuando supo que al otro lado del Ebro estaba Franco llevando las riendas de una batalla que entendía decisiva. Y Vega se sorprendió del grado de conocimientos estratégicos de su viejo adversario. Me llamó la atención que Líster contase que Valentín Gonzalez, El Campesino, cuya unidad dependió de él en Teruel y en el Ebro, era un cobarde que abandonó a sus soldados en Teruel y se fingió enfermo por una crisis de pánico en el Ebro. Contó que tuvo que destituirle y le envió a la retaguardia para que fuese sancionado, y nos aseguró que El Campesino era un mentiroso recalcitrante, un ególatra al que sólo preocupaba pasar a la historia por su valentía impostada; hizo hasta un himno para su unidad que le glorificaba. Luego, ya en la URSS, aquel hombre, acaso el arquetipo de la violencia en campaña incluso contra los suyos, fue expulsado de la Academia Frunce y recluido en varios campos de trabajo de Siberia. Regresó a España y pidió el voto para el PSOE de Felipe González en 1982.
En la sobremesa de aquella inolvidable experiencia, Líster y Vega coincidieron en que la peor lacra de los jefes militares, y por extensión de los políticos, es la egolatría, creerse irreemplazables, dar por hecho que hagan lo que hagan la historia, de la que ya se adivinan parte, les absolverá. Ese error ha costado muertos y ha quebrado, a menudo sin remedio, trayectorias de naciones que sin esos iluminados hubiesen sido distintas. Muchas veces los ególatras se equivocan. Sus acciones serán juzgadas en su proyección futura.
He pensado en aquellas palabras de Líster sobre El Campesino y en la seguridad de Sánchez de pasar a la historia por algo no esforzado ni beneficioso para la sociedad. La posteridad demandará los porqués. Jack el destripador pasó a la historia.