La beneficiosa influencia inglesa
Sigue siendo el Mercado de la Emperatriz que fue quien mandó construirlo. Imagínense eso en España donde nos pasamos el día borrando los protagonistas de la historia. Como para derribar el Alcázar de Toledo y reconstruirlo exactamente igual
Una de las mayores sorpresas en Pakistán es la notable, pero desigual influencia del legado inglés. Aquí nadie habla de británico, ni mucho menos del Reino Unido. Siempre es England. En una cena en la que éramos tres extranjeros y unos quince locales, había varios grupos y noté que todos hablaban entre ellos en inglés. Pensé que era una manifestación de buena educación por respeto a los invitados. Yo estaba hablando con una señora, vestida con un estiloso traje blanco con un hombro al aire –poco islámico, sin duda– cuando de repente un grupo de tres o cuatro hombres empezó a hablar en urdu. Yo le dije a mi interlocutora: «Al fin hablan en su idioma. Les agradezco que utilicen el inglés por nosotros, pero es comprensible». La carcajada que soltó el grupo que estaba hablando urdu hizo que casi no pudiera escuchar la respuesta de mi compañera de cóctel. «Nuestro idioma nativo es el inglés. Hablan en urdu porque están contando chistes sexuales». Eso es tener un legado. No ha habido un nacionalismo pakistaní que haya acabado con el inglés, ni mucho menos. Entre otras cosas porque hay más de 70 lenguas locales, de las que el idioma más hablado es el urdu que pueden emplear unos 230 de los 250 millones de pakistaníes, para 70 de los cuales es su lengua madre. Pero hoy tanto el urdu como el inglés son los dos idiomas oficiales.
Un ejemplo importante de asumir ese legado se da en el centro de Karachi, en el Mercado de la Emperatriz. Un grandioso edificio colonial cuyas mercaderías son como las de los bazares que también tienen en los países árabes. Al salir, me sorprendió una placa diciendo que el mercado había sido inaugurado por el gobernador de Sind en 2022. ¿Cómo era posible? Me explicaron que el antiguo mercado había sido íntegramente demolido y reconstruido exactamente igual que el original. Y que, por lo tanto, sigue siendo el Mercado de la Emperatriz, que fue quien mandó construirlo. Imagínense eso en España donde nos pasamos el día borrando los protagonistas de la historia. Como para derribar el Alcázar de Toledo y reconstruirlo exactamente igual. Y en este caso, con el nombre de la Emperatriz, una «opresora extranjera». Acabáramos.
El gobernador general de Pakistán, Muhammad Ali Jinnah, que estuvo al frente del país entre la independencia el 14 de agosto de 1947 y su muerte por tuberculosis el 11 de septiembre de 1948, cuando todavía eran súbditos del Rey Jorge VI, solía utilizar ternos occidentales impecables. Con frecuencia trajes cruzados con raya diplomática. Quiso la independencia, pero de ninguna manera borrar la huella británica que tanto aportó. Y que tanto se ha perdido también.
La suciedad y el caos se han ido apoderando de amplias zonas del país. Karachi, la primera capital del Pakistán independiente, es en su inmensa mayoría como un vertedero. La basura lo arrasa todo. Nuestro anfitrión, un general en la reserva que ocupó uno de los puestos de mayor poder en el país, nos decía mientras atravesábamos las calles llenas de porquería, sin aceras, de Jatoi, una pequeña población en Sind: «Aunque cueste creerlo, aquí hace medio siglo había papeleras, calles limpias, farolas. Todo se ha ido perdiendo…»
El progreso, en este país como en tantos otros, suele tener que luchar contra el analfabetismo. Mi amigo nos explica cómo ha costado ir superando los tabúes que han impuesto muchas veces los pequeños jefes feudales. Hay un caso famoso de cómo uno de esos señores logró frenar durante años una central hidroeléctrica en un afluente del Indo. El argumento, que tenía éxito entre sus gentes, era que «los ingleses quieren hacer la presa para llevarse la electricidad. Y ¿qué hacemos nosotros con el agua si le quitan la electricidad?». Afortunadamente, que el inglés sea un idioma oficial, teóricamente obligatorio para todos, ayuda a superar estas barreras.