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Ojo avizorJuan Van-Halen

Tamames y Vox

El primer partido de la oposición no puede votar a favor de una moción que presenta otro partido para perderla. El Gobierno ya está desahuciado en la calle y poco suma reiterar las críticas en el Parlamento

Actualizada 01:30

Ramón Tamames es una personalidad relevante no sólo en la economía, también en la literatura. Autor de ensayos históricos notables y de una novela de interés, continuación de La Regenta: La segunda vida de Anita Ozores. Novela de «gran cabotaje», como diría Baroja, mantiene el interés de principio a fin. Soy lego en economía pero, como tantos en mi caso, en su día me interesé por su Estructura económica de España, permanente referencia que ha superado con mucho las veinte ediciones. Ahora Tamames, al que admiro desde hace muchos años, nos sorprende volviendo a la política en su madurez más madura, a punto de llegar a su noveno decenio de vida.

Le he escuchado en algunas comparecencias televisivas con motivo de su posible protagonismo en la moción de censura anunciada hace meses por Vox. Se trata de una fórmula constitucional constructiva que ha de presentar un programa alternativo. Tamames habló en alguna entrevista de su experiencia política que es muy rica. De su juventud comunista, su antifranquismo, su paso por el Congreso de los Diputados, su papel en la Transición, la fundación de Izquierda Unida, y tantas presencias más en momentos delicados de esa historia que muchos quieren olvidar. Es un claro defensor de la Constitución y de la unidad de España. Y, claro, también del Estado autonómico.

Tamames acabó en la cárcel con motivo de las movilizaciones estudiantiles de febrero de 1956, y aunque él sólo citó en las entrevistas a los presos que le eran más próximos, también fueron encarcelados Dionisio Ridruejo, José María Ruiz Gallardón y Gabriel Elorriaga, que no eran precisamente comunistas pero propugnaban también una renovación en la política universitaria, y un Congreso de Escritores Jóvenes, apoyado por el rector Pedro Laín. El Congreso fue prohibido y el rector dimitió. Fueron cesados Joaquín Ruiz-Giménez, ministro de Educación y Raimundo Fernández-Cuesta, ministro del Movimiento. Aquella contestación callejera al franquismo fue la muestra de rebeldía más contundente desde el fin de la guerra.

El 9 de febrero, en el enfrentamiento más duro, calle de Alberto Aguilera, cayó herido grave de un disparo en la cabeza un estudiante falangista de 19 años, Miguel Álvarez, al que trató el gran neurocirujano Sixto Obrador que se había exiliado a México tras la guerra civil y al que Franco en persona informó de la importancia de salvar aquella vida. Aunque entonces no publiqué la conversación, conocí años después a Miguel Álvarez. Nunca se supo de dónde procedió el disparo; Laín opinó que los estudiantes no iban armados. Lo creo. Accidentalmente fuego amigo o fuego policial.

Tamames, como Fraga en su tiempo, forma parte de ese tipo de personalidades fuertes que no se dejan conducir y mucho menos utilizar. Tamames, si al final defiende la moción de Vox, hará el discurso que le pete, recordará su biografía y defenderá sus opiniones que no coinciden en su totalidad con las de Vox. A sus votantes puede que no les guste el experimento. Feijóo le dijo: «Si fueses mi padre no te dejaría hacer esto». Un buen consejo. La España actual no tiene que ver con la de los años setenta u ochenta y su política tampoco. Es curioso el empecinamiento de Vox en presentar una moción de censura para perderla que, además, dará ocasión para que Sánchez rocíe Europa con su nueva victoria: «He ganado una moción de censura a la extrema derecha que presentaba contra mí a un viejo comunista», parece que le estoy oyendo. El empleo ridículo de esa fórmula constitucional tendría un solo beneficiado: Sánchez. Sería pura incoherencia.

La moción deben ser las elecciones. Feijóo anunció a Tamames que el PP se abstendría, supongo que por respeto al intelectual. El primer partido de la oposición no puede votar a favor de una moción que presenta otro partido para perderla. El Gobierno ya está desahuciado en la calle y poco suma reiterar las críticas en el Parlamento. Cada vez que Sánchez fustiga a Abascal para que presente la moción piensa en su propio beneficio. Tamames es tan buena persona que, a mi juicio pecando de ingenuo, ha dicho que quiere invitar a comer en su casa a Sánchez. Menudo principio. No aceptará pero en todo caso que no saque los cubiertos de plata. Es como invitar a una partida de póquer a un tahúr del Mississippi con la intención de convencerle de que no haga trampas.

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