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Desde la almenaAna Samboal

Las dos Españas

Mientras la gran mayoría de ciudadanos, sometidos al toque de queda, se buscaba la vida para seguir trabajando o para que sus hijos pudieran estudiar, ellos se iban, con mercancía suficiente para aguantar la fiesta, de parranda con prostitutas

Actualizada 01:30

Hay una España que se desvela o madruga y que trabaja para vivir y para sacar adelante con dignidad a los suyos. Es la España de los ingenieros que los jefes de grandes obras internacionales de infraestructuras y servicios o proyectos de agua o energéticos se disputan. Es la de los médicos o enfermeros que atienden en centros de salud u hospitales a sus pacientes y que también reclaman en el Reino Unido, Holanda o Francia. Es la de millones de profesionales, punteros en otras muchas disciplinas. Es también la España de las grandes empresas multinacionales.

El Banco Santander es líder en banca minorista. Iberdrola no tiene a quién envidiar en la instalación y gestión de renovables. Meliá es el primero en camas vacacionales. El modelo de Mercadona lo copian los grandes distribuidores alemanes. Gestamp fabrica la carcasa de buena parte de los vehículos que circulan por las carreteras de medio mundo. Telefónica es una de las cinco grandes empresas de telecomunicaciones a escala mundial. Fluídra, número uno en piscinas. Inditex es líder del textil a precios asequibles, un modelo logístico novedoso y puntero que se estudia en las empresas de negocio. Recorrer el Ibex-35 es identificar, una a una, historias de esfuerzo, de superación y de éxito, tractores que tiran de las pequeñas y medianas empresas, del resto de la economía productiva. Tras cada uno de esos proyectos, identificamos la cara más visible, la de sus presidentes, los primeros ejecutivos. Pero cada uno de ellos es el resultado de un esfuerzo conjunto, de equipo, que cada día realizan millones de personas. Su marca es, con mayúsculas, Marca España.

Ellos son los que pagan el salario a los que prestan servicios públicos: administrativos, sanitarios, policía, militares o maestros. Son los que, seguramente a su pesar, financian también a esa otra media España, casposa, cutre y trasnochada, que, a pesar de tener la encomienda de trabajar por el beneficio conjunto, les degrada e insulta, en el mejor de los casos. En el peor, negocia subvenciones y contratos públicos en la sede de la soberanía nacional a cambio de un menú de 60 euros en un restaurante de lujo. Mientras la gran mayoría de ciudadanos, sometidos al toque de queda, cuando no a un estado de alarma ilegal, se buscaba la vida para seguir trabajando o para que sus hijos pudieran estudiar, ellos se iban, con mercancía suficiente para aguantar la fiesta, de parranda con prostitutas.

La coincidencia en el tiempo de las revelaciones del caso Mediador con la anunciada marcha de Ferrovial a los Países Bajos, realza más si cabe el contraste. La una es la España de los soberbios. La otra, la de los currantes que, con su portazo, mandan un mensaje al resto del mundo inversor: estos que nos gobiernan, no son de fiar. Les echarán pestes y abjurarán de ellos en los próximos días, pero el bofetón es de los que hacen historia. Por el bien de la España que trabaja, esperemos que se quede en episodio puntual y no cunda el ejemplo. En el pasado más reciente, ya hubo alguna otra tentativa.

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