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El puntalAntonio Jiménez

Tito Berni y Ferrovial desatan el nerviosismo en Sánchez y sus ministros

Actualizada 07:40

En otros tiempos, políticamente correctos, solía apelarse a la inconveniencia de dejar de fumar cuando venían mal dadas y fumar no estaba mal visto. Para Sánchez, la que mañana concluye es una de esas semanas nada propicias para dejar el «jodío fumeque», que diría Juncal, y atemperar la nerviosa contrariedad y el cabreo que le han causado, por un lado, el anuncio de Ferrovial de trasladar su sede a Holanda y, por otro, conocer los detalles por fascículos de la corrupta y rijosa trama liderada por su diputado canario Tito Berni. Las consecuencias políticas y económicas de uno y otro asunto perseguirán a Sánchez hasta las urnas de otoño.

Lo de Tito Berni, «re-puta-cionalmente» (nunca mejor dicho), desarma, otra vez, la supuesta superioridad socialista en la lucha contra la corrupción y evidencia, una vez más, la moral hipócrita de un partido que durante el día condena en el Congreso la prostitución, la trata y la esclavitud sexual y por la noche, algunos de los suyos, lo celebran en un prostíbulo.

Paradójicamente, Sánchez, que echó a Rajoy y llegó a la Moncloa en 2018 sirviéndose de una moción de censura basada en la mentira de un juez sobre la corrupción del PP, concluirá la legislatura perseguido y salpicado por una trama corrupta organizada por gente de su partido, aficionada al trinque, la mordida, la comisión y también a festejarlo con drogas y prostitutas en hoteles y burdeles. Aspectos casualmente coincidentes en los casos de corrupción del PSOE.

El caso Tito Berni supone un estoconazo en los rubios del «sanchismo». No hay más que observar la reacción de impotencia de Patxi «qué más da», cuando fue interpelado por un periodista sobre los nombres de los diputados socialistas que cenaron en el Ramsés por si alguno devino en «diputero» tras el ágape, para advertir el cabreo y el daño electoral que este caso puede infligirle a los socialistas.

Y lo de Ferrovial ha sido el descabello para Sánchez en esta semana horribilis. Después de jugar con fuego durante meses, en una constante animadversión hacia los empresarios, las llamas le han alcanzado con la decisión de la constructora de hacer las maletas y largarse a predios más seguros jurídicamente, más rentables y respetuosos con las empresas que los de España con el «sanchismo».

El mensaje de desconfianza que el anuncio de la constructora lanza a los mercados ha golpeado la reputación de un Gobierno ya cuestionado en el resto de Europa por su ley del 'solo sí es sí', que ha beneficiado hasta ahora, suma y sigue, a más de 700 violadores y puesto en la calle a más de 70, y por favorecer a corruptos malversadores de dinero público.

El varapalo de Ferrovial a Sánchez en vísperas de que España asuma la presidencia de la Unión Europea se traducirá inevitablemente en las dudas de los inversores extranjeros para instalarse en nuestro país mientras siga un Gobierno socialcomunista, que echa a sus multinacionales con sus políticas y, que desde su presidente al último de sus ministros, critica e insulta a los empresarios a los que tilda de capitalistas despiadados, cuando no de desalmados codiciosos o parásitos fiscales, por obtener beneficios con los que garantizar la continuidad y actividad de sus negocios, incrementar y mantener los puestos de trabajo de sus empresas y contentar a sus accionistas.

Ferrovial no se marcha a un paraíso fiscal como denuncia la ágrafa e indocumentada ministra Belarra, también conocida como «la niña de la curva», sino a otro país de la Unión Europea haciendo uso legítimo de la libertad que nos otorga la pertenencia al mismo club económico y político que permite el libre movimiento de personas y capitales por todos sus países. Del Pino no es un antipatriota como le ha tildado Sánchez por buscar, en otro país de la Unión, seguridad jurídica, esa que no le procura su Gobierno para quedarse, y unas mejores condiciones empresariales y fiscales para la actividad de la sociedad y de sus accionistas.

Hay sobrados ejemplos de empresarios locales insultados por Sánchez y sus ministros, mientras eran recibidos por presidentes y reyes a uno y otro lado del Atlántico.

Prueba de la deriva chavista emprendida desde hace tiempo por el Gobierno contra los empresarios es el deslizamiento hacia el populismo y la demagogia bolivariana de la otrora, supuestamente, eficaz, rigurosa y ortodoxa funcionaria de la Unión Europea Nadia Calviño. Hija de un tipo simpático, pero muy desahogado, como fue José María Calviño al frente de la RTVE «felipista», Nadia no podía desentonar como hija de su padre en desvergüenza al afirmar que hay empresarios que rezan por que siga Sánchez en la Moncloa otra legislatura más. Una afirmación tan mentirosa como la que hizo en el Parlamento al jactarse de que ella ya había notado en la cesta de la compra del supermercado de su barrio la bajada de los precios justo el mes de febrero con la mayor subida de IPC de los últimos 43 años. Es más fácil que Bertín Osborne, con fama de buen vendedor, consiga endosarle a los esquimales aire acondicionado para sus iglús que Calviño encuentre un solo empresario partidario de Sánchez.

No sólo hay alguno que quiera que siga en el Gobierno después de las próximas elecciones tras crujirles a impuestos, cambiar reglas de juego en medio del partido o vivir bajo amenazas permanentes, sino que habrá más de uno que imite a Ferrovial mientras Sánchez siga en la Moncloa. Y si no al tiempo.

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