La izquierda y la juventud triste y sola
Se asombra la prensa pro sanchista de que los chavales españoles se sientan solos y en precario cuando la ideología que respaldan conduce precisamente a eso
España es un país de vida ligera. Así que el gran público presta nula atención a la lógica, congruencia y profundidad de las cosas. Eso explica paradojas como que el periódico y la radio que respaldan al sanchismo, la coalición de Gobierno más radical de Europa, sean propiedad de un grupo mediático dominado por un inversor foráneo, cuyo interés central es el dinero, y con un accionariado del que forman parte importantísimos bancos y multinacionales españoles. Imaginamos que todos esos relevantes empresarios desean para sí el credo socialcomunista que jalean mediáticamente, incluso a veces con editoriales poniendo a parir al mismísimo Supremo (si un país que se considera una democracia no respeta siquiera a su máximo tribunal va camino de la ley de la selva).
El periódico prosocialista –de muy capitalista accionariado– abría su edición dominical alarmado por la situación de los jóvenes españoles. Un gran titular resaltaba que se sienten solos y en precario. Según su encuesta acusan la soledad un 37 % de ellos, con los consiguientes problemas de salud mental. El diario sanchista considera el problema tan grave que incluso le dedica su editorial, donde por supuesto lo que proponen como solución es que intervenga el Estado, paliando esa soledad con bibliotecas, excursiones y clubes de lectura (y no se rían, que ya lo estoy haciendo yo y vamos a armar demasiada bulla).
Lo notable es que no reparan en que la ideología regresista, mal llamada «progresismo», y la impericia y malas ideas del Gobierno de Sánchez contribuyen a agravar lo que denuncian. ¿Precariedad juvenil? En efecto, tras cuatro años de experimento socialista encabezamos el paro juvenil en la UE, con un 29 % de desempleados. Albricias, ¡hemos logrado batir a Grecia! La contratación de jóvenes se ha dificultado además con nuevas exigencias laborales a los empresarios, disuasorias a la hora de emplearlos. Tampoco ayuda a que los chavales encuentren una salida el haber optado por un modelo educativo que condena el esfuerzo y el mérito, considerados ahora dañinas recetas conservadoras.
En un periódico regional en el que trabajé ficharon en una ocasión a un buzo para la redacción de información local. Pasó directamente de las profundidades marinas al ordenador y escribía de aquella manera. Una de sus primeras crónicas fue un suceso con un muerto. Lo iniciaba así: «Vivía solo. La soledad lo convirtió en un hombre solitario». Esa perogrullada arranca una sonrisa. Pero la biblia del progresismo no parece haber alcanzado tan básico nivel de razonamiento. En efecto: si los jóvenes se sienten solos es porque lo están, porque las familias apenas tienen hijos, debido a que nuestra sociedad es más hedonista y menos sacrificada que las de antaño. En España hay cinco millones de hogares con solo un hijo. ¿Cómo no se van a sentir solos comparados con la familia larga y bulliciosa en la que nos criamos los babyboomers? España es el segundo país con tasa de natalidad más baja de Europa, pero el Gobierno «progresista» no trabaja para que nazcan más niños, sino que dedica sus energías a fomentar el aborto (90.000 anuales, como si cada año desapareciese una ciudad del tamaño de Compostela).
Los chicos se sienten también solos porque la tecnología, que tantas puertas nos ha abierto, ha cerrado las de la conversación familiar y el rato juntos en la sala. Hoy cada uno se encierra en su habitación y se abisma en su móvil u ordenador. Mi amigo Benito me hizo reír cuando me contó que había colocado un pósit en la nevera para sus hijos con este mensaje: «Hola, soy vuestro padre, podéis encontrarme en Facebook». Los chavales se sienten también solos -y sé que el hecho cierto que voy a enunciar es políticamente incorrecto y me van a tachar de machista- porque debido al signo de los tiempos sus madres ya no están en casa pendientes de ellos como antaño.
Los chavales se sienten solos porque la ideología regresista imperante no les promete metas optimistas, ni los anima a creer en ellos y plantearse prosperar en la vida. Lo que les receta es el victimismo y el lamento. Sentirse raros. Sentirse necesitados de atenciones especiales y de la muleta de la discriminación positiva. En resumen, sentir un sordo malestar, de ahí el énfasis en la docena de sexualidades, o en convertir el lógico duelo ante cualquier momento duro que te trae la vida en un «problema de salud mental».
Por último, y llegamos a la cuestión de fondo, la ideología izquierdista imperante, que empieza a ser mayoritaria (véanse las lamentables declaraciones de la candidata del PP en Extremadura), postula una supremacía absoluta del yo, cuya emancipación se arrienda, paradójicamente, entregando nuestra libertad a un Estado protector que se mete en todo. Es decir, se niega lo más grande que tenemos los seres humanos: la libertad y la esperanza en Dios. ¿Cómo no vas a sentirte triste y solitario si te inculcan de sol a sol el materialismo hueco, el victimismo acomplejado, la condena de la familia tradicional como un invento rancio, la igualación a la baja, la sumisión plena a papá Estado y un relativismo moral que te deja la conciencia como una jaula de grillos?
Realmente, bastante hacen los chavales españoles dado el Gran Hermano que soportan.