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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Precioso pase de modelo

Bolaños, que paseó muy bien y me recordó a Gisele Bündchen en sus mejores momentos, se deslegitimó a sí mismo haciendo el ganso en Guernica

Actualizada 01:30

O solemne proclamación de «Mister España». Esa seriedad, ese rictus emocionado, esa viandadura elegante, portando un ramo de flores como «representante del Gobierno Legitimo de 1937» de Félix Bolaños en Guernica, me han enternecido. Lo de Guernica estuvo muy mal, efectivamente, y lo de Cabra también, y en una guerra se suceden los hechos más desagradables. Me refiero a Cabra, porque el 7 de noviembre de 1938, sin ser posición de guerra, la aviación soviética-republicana bombardeó la localidad cordobesa sin que ésta fuera un objetivo bélico. Y, claro, una presencia de Bolaños en la conmemoración del sangriento bombardeo contra la ciudad egabrense, sería también muy de agradecer, sobre todo conociendo su arte y donaire demostrado en la pasarela de Guernica. Así que el señor ministro acudió a Guernica en homenaje como representante del Gobierno legítimo de la República cuando, en una guerra, y eso haría bien en aprenderlo Bolaños, lo de los Gobiernos legítimos es totalmente prescindible. Y por otra parte, la legitimidad de la Segunda República, con independencia de la reconocida trampa de las elecciones de 1931, se perdió en 1934, cuando el PSOE dio un golpe de Estado contra su amadísima y ya sangrienta República por la victoria de las derechas en las elecciones. En 1934 se fulminó la confusa legitimidad y en 1934 se inició el cumplimiento de todos los trámites exigibles para que estallara una guerra civil. Guerra que tuvo lugar, y en la que fueron derrotadas las izquierdas, no ya republicanas, sino socialistas, comunistas y anarquistas, que se liaron a tiros entre ellos como acostumbran las izquierdas habitualmente. El comunismo soviético fue derrotado por vez primera, y eso no se ha perdonado todavía.

Guernica fue bombardeada por los alemanes, y Cabra por los rusos. Dolorosísimas acciones. No era necesario el pase de modelos de Bolaños portando la cesta floral en nombre del Gobierno Republicano, cuando su cometido actual es la de representar a un Gobierno que, al menos aparentemente, lo hace desgobernando una España que es una Monarquía Parlamentaria según su Constitución. Bolaños, que paseó muy bien y me recordó a Gisele Bündchen en sus mejores momentos, se deslegitimó a sí mismo haciendo el ganso en Guernica. Y todo ello, después de haber desenterrado del Valle de los Caídos a José Antonio Primo de Rivera, de acuerdo a la Ley de la Memoria Democrática, que olvidó que José Antonio fue fusilado en Alicante por orden de Largo Caballero, el socialista ejemplar, sin darle tiempo a ser o no ser franquista. Creo que, en representación del Gobierno de la República de 1936, el botarate de Bolaños haría lo correcto si depositara en el cementerio de San Isidro, que lo tiene más a mano que Guernica, una corona de flores solicitando en nombre de su partido el perdón del vilmente asesinado.

Pero lo importante, lo que me llamó la atención, no fue otra cosa que el alarde de gracia en movimiento, de dolor supremo en el gesto, de agilidad en los andares, de concentración en su rostro, de compenetración absoluta con la emoción, como si de una «miss» se tratara, y que tanto complació a Iñigo Urkullu, tan difícil en la emoción. Fui miembro en una ocasión del jurado de Miss España, por culpa de Antonio Mingote, que me metió en el tinglado. Presidía Luis María Ansón. Y durante la entrevista que se le hace a cada aspirante, una «miss» manifestó que deseaba dedicarse a la pintura en el futuro. Y se emocionó al manifestarlo. Se emocionó vivamente por esa tontería. «¿Y cómo pinta usted?», le preguntó Antonio Mingote. Y ella, sin abandonar la emoción ni secar sus lágrimas, respondió: «Más o menos como Velázquez pero con muchísimos más colores». Y rompió en zollipos. Y viene a cuento este sucedido, porque aquella emoción de la «miss», que nos contagió a todos, ha ejercido sobre mi sensibilidad lo mismo que la emoción de Bolaños representando al Gobierno «legítimo» de la Segunda República en 1937.

No tengo palabras para explicarlo. Una emoción como la descripción del fado. «O fado é o fado. Nao se define. Sent-se». Pienso en Bolaños y me viene una cosa muy grande y profunda. Y no sigo, porque me puede sobrevenir un patatús o un pipirlete. Ay, Dios Mío…

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