La que os vais a dar
Tengo el derecho a intuir que los de Más Madrid han usado la acepción admirativa de «hostia» en su cartel electoral con la única intención de herir los sentimientos religiosos de centenares de miles de madrileños católicos
Esta gentuza resentida de Más Madrid ha colgado enormes carteles de propaganda electoral con una clara y diáfana ofensa a los creyentes. «Madrid es la hostia». Y están encantados con su ramplón ingenio. He consultado con el diccionario de la RAE y reconozco que estaba equivocado. Siempre creí que la hostia, la Sagrada Forma, «hoja redonda y delgada de pan ácimo que se consagra en la misa y con la que se comulga» en su primera acepción, o «cosa que se ofrece en sacrificio», en la segunda, escrita con «h» se limitaba a referirse a la transformación del pan en el cuerpo de Jesucristo. Pero la RAE también acepta la vulgaridad malsonante, el golpe o la bofetada, la mala intención, y la interjección grosera. Asimismo el uso laudatorio y admirativo dedicado a un ser u objeto extraordinario. «Me he comprado un coche que es la hostia», o «ese tipo es la hostia de inteligente». Para mí, hasta minutos antes de iniciar este texto, la hostia con «h» se limitaba a su interpretación religiosa, cristiana y sagrada. Y que el resto de las acepciones, las más groseras e insultantes, se escribían sin «h», es decir, 'ostia'. Pero estaba equivocado. Para la RAE, ostia es la ostra, y ostión, la ostra grande.
No obstante, tengo el derecho a intuir que los de Más Madrid han usado la acepción admirativa de «hostia» en su cartel electoral con la única intención de herir los sentimientos religiosos de centenares de miles de madrileños católicos, practicantes o no, para los que la hostia es la consagración del pan en el cuerpo de Dios, del mismo modo que el vino consagrado es la sangre de Cristo. No me cabe la menor duda que la intención de ofender ha sobrevolado en los carteles de esta gentuza, a la pretensión de elogiar. Algunos políticos rencorosos son como los pañales, que se deben cambiar con frecuencia, y por los mismos motivos.
Resulta digno de curiosidad la obsesión anticristiana de estos cobardes. Cuando se trata de criticar, herir o menospreciar a los musulmanes, al Corán, a Mahoma o Alá, enmudecen de pavor y se someten al silencio desde sus nauseabundas gastroenteritis, colerillas, colitis y hablando mal y pronto, repugnantes cagaleras. A los católicos, desde niños, nos han enseñado –y creo que erróneamente– a ser abofeteados y reaccionar con mansedumbre ofreciendo la otra mejilla. Cristo no expulsó del templo a los mercaderes ofreciendo la otra mejilla. Lo hizo con violencia, como merecía la ocasión. A mí, que soy un imperfecto cristiano, lo de poner la otra mejilla me repatea. Si me siento ofendido, insultado y maltratado por mis creencias, respondo ofendiendo, insultando y maltratando a los batracios que no me respetan a mí ni a los míos. No creo que esta desconsideración perfectamente medida y calculada, favorezca a esa gentuza en el recuento de los votos. Pero aceptando su reto, no me queda otro remedio que asumir la ofensa porcina y unirme a su mensaje electoral con un breve latiguillo. Madrid es una ciudad maravillosa y una provincia pujante. De Madrid al cielo y en el cielo, un agujerito para ver Madrid, y todas esas gaitas. Para el partido de la anestesista millonaria y la pija del Ritz, «Madrid es la hostia». De acuerdo.
La que os vais a dar.