Negreira en Eurovisión
Para mí que, o recuperamos el método de Rosón, o no tenemos nada que hacer durante el presente siglo
Serrat fue el elegido por TVE para representar a España en el festival de Eurovisión de 1968. La canción La, la, la del Dúo Dinámico era pegadiza y eficaz. Más de la mitad de su letra se limitaba a repetir «la, la, la» y Serrat reclamó su derecho a cantar en catalán. El director general de TVE era Juan José Rosón, y éste le recordó que la canción La, la, la representaba a todos los españoles, y no sólo a Cataluña. Por otra parte, «la, la, la» significa lo mismo en español que en catalán, es decir, «la, la, la». Ante el empecinamiento de Serrat, Massiel fue designada para sustituir al joven trovador de Pueblo Nuevo.
Conocí a Rosón por medio de nuestro común amigo Jaime Campmany. Era un gallego sabio, listo y de pocas palabras. Durante una comida en «Horcher», invitados por Jaime Campmany, siendo Rosón ministro del Interior del Gobierno de Adolfo Suárez, nos narró a Jaime, Antonio Mingote, José María Stampa y al arriba firmante, los pasos que tuvo que cumplir para que España triunfara en el festival. Massiel lo hizo muy bien y no estaba enterada de los manejos políticos empleados para que España consiguiera el triunfo.
Treinta días antes de la celebración del festival, Juan José Rosón fue citado con urgencia por el ministro de la Gobernación, el Teniente General Camilo Alonso Vega. Rosón se presentó al momento. –Rosón, cuente con el presupuesto que considere oportuno. De las alturas, y usted sabe a qué alturas me refiero, me ha llegado el deseo de la Señora de que España triunfe en Eurovisión. Haga lo que estime conveniente. Y no es una petición, sino una orden.
Y Rosón actuó, adelantándose en más de tres decenios al Barcelona y Negreira. Y se esforzó como Negreira. Consiguió que los presidentes de los jurados menos comprensivos con España, aceptaran señalar penaltis a nuestro favor. «Haga lo que estime conveniente. Y no es una petición, sino una orden». Y lo hizo.
El día del festival, mis padres y ocho de sus hijos viajábamos por carretera a Estoril a visitar a los Condes de Barcelona, Don Juan y Doña María, distribuidos en tres coches. Hicimos escala en Trujillo, donde pernoctamos. En un salón del hotel nos reunimos para seguir los pormenores del festival. Coincidimos con José –Pepe- Iglesias, El Zorro, un genial humorista argentino muy popular en España. Simpatiquísimo y muy divertido en sus comentarios. Y España ganó. Massiel derrotó al mismo Cliff Richard, cantante inglés que participó con una canción mucho mejor que La, la, la por el Reino Unido. Y Juan José Rosón pudo dormir tranquilo.
En la edición siguiente, celebrada en Madrid, hubo un triple empate, la canción española era malísima, su intérprete Salomé aún peor, y Massiel entregó los premios con un horroroso abrigo de pieles de chinchilla que era un pecado. A partir de ahí, nada de nada. Claro, que el festival ha cambiado y ahora, en lugar de canciones, se premia a otras cosas.
No lo veo desde hace veinte años, pero he leído que España ha logrado la decimoséptima posición, con la canción Eaea, interpretada por una tal Blanca Paloma. Según los técnicos, una «nana electrónica». Recuerdos de la abuela de Blanca Paloma. Según los que vieron el festival, de imposible soborno a los jurados distantes. El texto, estremecedor. « Ya, eaea, ya eaea, ay ven a mí, niño mío». Los jurados no entendieron bien el mensaje de la nana electrónica, y la alforja de nuestros votos parecía una alubia en trance de aguda depresión. Para mí que, o recuperamos el método de Rosón, o no tenemos nada que hacer durante el presente siglo. Tampoco es tan grave. Encontrar en los jurados a veinte negreiras es cuestión de paciencia y de presupuesto.
Claro, que RTVE no está para derrochar. Y aún menos desde que fue contratada Julia Otero. En fin…
Cosas que pasan.