Hijos de la decepción
A todos aquellos que la «nueva política» decepcionó, yo les digo que volver a creer en la democracia es la mejor manera de intentar perfeccionar el sistema
El dato me resultó muy chocante cuando ayer me lo aportó un sociólogo amigo: según las encuestas postelectorales del 28 de mayo, la franja de edad que menos participó fue la de 35 a 45 años. Sin embargo, los más jóvenes, los de 20 a 30, están especialmente movilizados. Supongo que las altísimas expectativas que la denominada «nueva política» creó en ese colectivo y que no se han visto cumplidas están en la raíz de esa abstención tan alta. Un español de 35 años contaba con 22 en la explosión del 15M. Se lo creyó. Se veía asaltando los cielos, pero no sabía que en el camino de ascensión algunos se quedarían en el escalón de confortabilidad de la casa de Galapagar, piscina incluida. Como también muchos creyeron que aquellos jóvenes, Rivera y Arrimadas, además de guapos, venían de verdad a rescatar y dignificar la política. Unos y otros hicieron menos de lo que esperábamos, pero sobre todo evidenciaron la misma perversa ambición y motivación que ya conocíamos de los más clásicos y viejos políticos. Ciudadanos y Podemos son los responsables de que un buen número de españoles que hoy transitan por la franja de los 30 y 40 años hayan optado por el camino de la abstención.
En los rostros de esos españoles se puede leer el desencanto, pero en política, como en la vida en general, hay que saber arriesgarse y estar preparado para la decepción. La democracia no es perfecta. Todavía no conocemos un sistema político irreprochable. Se dice con frecuencia que la democracia es el menos malo de los sistemas. Si estuviese dotado de todas las virtudes, no se colarían personajes de ambición desmedida y carentes de escrúpulos como algunos que conocemos y cuyos nombres ya no quiero ni escribir. Por eso creo que tenemos que participar en política y apoyar a quien lo merece y no dejar de acudir el próximo 23 de julio a depositar nuestra papeleta. En ocasiones, la contrariedad es el impulso que necesitas para volver a encontrar los senderos de la existencia, que suelen ser diversos y plurales. En esa búsqueda hasta puedes ilusionarte por un nuevo tiempo de la vida política de tu país.
A todos aquellos que la «nueva política» decepcionó, a los que creyeron en los falsos profetas, a todos ellos, yo les digo que volver a creer en la democracia es la mejor manera de intentar perfeccionar el sistema y no convertirse en habitantes de un pueblo indiferente, pasota, indolente, narcotizado… muerto.