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El astrolabioBieito Rubido

¿A qué poderosos teme Sánchez?

No parece entender que los españoles no están de acuerdo con su radicalidad, con sus alianzas con golpistas y filoterroristas. No lo entiende. Tal vez porque es menos listo de lo que sus corifeos dicen de él

Actualizada 01:30

Quien hoy ocupa la Moncloa se presentó en las primarias de su partido, para relevar a Rubalcaba, como un socialista liberal, más cercano al centro socialdemócrata que a los supuestos extremismos que podría representar en aquel momento Eduardo Madina, apoyado por el aparato. Se hizo con el control del partido prometiendo moderación y centrismo, socialdemocracia, al fin y al cabo. Incumplió, como en él ya sabemos que es natural. A continuación, el socialista liberal cosechó el peor resultado de la historia de su partido, 90 escaños, que todavía empeoró en la siguiente consulta, con el rédito de 84. Con ese aval ciudadano presentó una moción de censura; desde entonces no ha hecho otra cosa que radicalizarse y gobernar con un estilo despótico contra la mitad de España y ahora se sorprende del batacazo que recibió en las urnas el domingo pasado.

Ni un ápice de autocrítica ha mostrado Sánchez en sus escasas apariciones desde la debacle del domingo. La culpa es de todos los demás: de las cadenas de televisión, de los periodistas, de la derecha que se presentaba –¡a quién se le ocurre semejante cosa!– y de los poderosos. En una democracia no hay nadie con más poder que el presidente del Gobierno. Sánchez tiene dos comodines: Franco y los poderosos. Echa mano de ellos cuando se siente, como ahora, acorralado. No parece entender que los españoles no están de acuerdo con su radicalidad, con su deslizamiento hacia la extrema izquierda, con sus alianzas con golpistas y filoterroristas. No lo entiende. Tal vez porque es menos listo de lo que sus corifeos dicen de él. Parece que le resulta difícil comprender que los españoles no quieren indultar a golpistas ni premiar a los asesinos de ETA. Tampoco les parece bien que no se proteja la propiedad privada, que se cuestione España, que se libere a los violadores o que los comunistas tengan un protagonismo que no les corresponde, a tenor de lo que en realidad votaron y votan la mayoría de los ciudadanos.

Mi pregunta, sin embargo, es: ¿a qué poderosos te refieres, Sánchez? ¡Si no hay nada que te guste más que pegarte a esos poderosos! Quien te conoce de años sabe de tu pasión por el oropel y el púrpura, por el poder y su ejercicio despótico; como todos sabemos que en realidad los españoles no te quieren, porque lo han dicho muchas veces. Tal vez un rasgo de humildad, de decencia moral y de autocrítica aún podría rescatarte de la tormenta en la que ahora mismo estás inmerso.

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