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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Ida y vuelta

Allí van, de ida y de vuelta, muchos en el mismo día, para recordarle al gran mentiroso, al perverso psicópata, que España está por encima de él

Actualizada 03:43

Los veraneantes tradicionales y nuevos llegaron a Comillas y su comarca hace una semana. Hoy, domingo 23, viaje a Madrid, preferentemente, y retorno. Los que han quedado, se adelantan a las preguntas: «Hemos votado por correo». Acostumbrado a votar durante decenios en un colegio electoral con más de 30 mesas, mi mañana ha sido plácida. Misa en la parroquia de Ruiloba, y voto en «La Casetuca», apenas separada del templo por veinte metros. Una mesa, dos urnas, y a casa. Éxodo durante un día. Jamás se había producido en la zona una escapada tan efímera como cívica y convincente. «Ya vamos de vuelta» me han informado –y no exagero–, más de cuarenta amigos. El ambiente nada tiene de tenso. Se respira como un adelanto de fiesta. En muchos hogares, bien guardados y fuera del alcance de los niños, se preparan fuegos artificiales para la noche del 23 de julio. Es de esperar que no tengamos que comerlos el lunes. Me dicen que, en Santander, en Laredo, en Santoña, en San Vicente, en Alfoz de Lloredo y en Valdáliga ha sucedido algo parecido. «Nos vamos a Madrid. Volveremos mañana». No se perdona un voto, y más aún, no se perdona a quien renuncia a viajar y sumar un día más de descanso olvidando su deber ciudadano. Para mí, que hasta las vacas están expectantes. Esas vacas limusinas y tudancas que han ocupado los viejos prados de las vacas de leche, que han menguado en número en estas tierras. Como alguien apuntó, «las vacas de la mirada triste», porque después de ser ordeñadas, nadie las besa. En Mazcuerras, donde se ubica el vivero más asombroso de España, ya en la sexta generación de los Escalante, todo queda pendiente del lunes. «El lunes vendremos por las hortensias, los magnolios, y los setos». Todo queda en manos del lunes, –hoy para los lectores–, ya con la información asumida y la esperanza de celebrar que España no se ha roto definitivamente. Porque de ganar la coalición de Sánchez con los comunistas de Sumar, los separatistas catalanes y los filoterristas de Bildu, el futuro de España como tal, será inexistente. Gobernar España con la anti-España es una barbaridad que sólo cabe en la sincabeza de la traición y la demencia. La misma elección del 23 de julio para votar, es consecuencia de una trampa tan bien medida como impostora. Pero Sánchez, quizá, creyendo que los españoles son como él, no calculó en la ida y la vuelta, en los millones de idas y de vueltas, en el movimiento de centenares de miles de coches en nuestras carreteras, del sur, del centro y del norte de España, para que sus ocupantes disfruten del derecho al voto democrático, ese valor supremo que puede desaparecer si el socialcomunismo, con o sin trampas, revalida el derecho a gobernar. Con muchas instituciones políticas, judiciales y parlamentarias infectadas de mentiras y prebendas, la destrucción de España puede sobrevenir en muy pocos meses. Con tantos viajes de ida y vuelta, algunos se quedarán para siempre en la carretera, pero eso a Sánchez le importa un bledo si a cambio de los accidentes, su poder prevalece. No obstante, pienso que lo tendrá muy difícil. Jamás, en ninguna cita electoral –y he acudido a todas las que se han celebrado–, se ha detectado y comprobado tanto esfuerzo para depositar el voto, rompiendo las vacaciones de millones de españoles que han trabajado todo el año para desentenderse de sus problemas durante un largo y bien ganado descanso. Allí van, de ida y de vuelta, muchos en el mismo día, para recordarle al gran mentiroso, al perverso psicópata, que España está por encima de él.

Ida y vuelta. Para mí, que la jugada le va a salir –o ya le ha salido– peor que mal.

Y lo peor que mal para Sánchez es lo mejor que bien para España.

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