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Pecados capitalesMayte Alcaraz

El funeral de Irene Montero

Esta señora que seguro fue buena cajera de supermercado, ha resultado ser una nefasta ministra, cuya gestión solo ha contentado a cuatro despistados y a unos cuantos espabilados

Actualizada 01:30

Uno de los daños colaterales indeseados de que no se pueda formar gobierno es que vamos a tener a Irene Montero de ministra de Igualdad en funciones unos mesecitos. Cuando creíamos que sus días estaban contados, cuando Yolanda Díaz ya le había oficiado funeral durante la campaña al estilo comunista –silenciada, apartada, desterrada a la Siberia de La Navata–, cuando Pedro Sánchez la había responsabilizado a ella solita –hay que tener cara– de ser la culpable del bodrio de la ley del 'sólo sí es sí', vuelve a nuestras vidas (acompañada de «Pam» y Rosell, qué puede salir mal), para reunirse en un comité de crisis por el repunte de los casos de violencia machista. Ya lleva cuatro gabinetes de crisis y los números siguen en ascenso. No es que Montero tenga la culpa de esas desoladoras cifras, pero habrá de reconocer que con 573 millones de presupuesto no ha conseguido ni un solo fruto positivo, después de tanta propaganda, dogmatismo y confrontación.

Su única receta ha sido poner bajo sospecha a todo el género masculino como maltratadores en potencia –o violadores–, sin aportar una sola idea para aminorar las intragables cifras de maltrato en España: 9 víctimas este verano, 31 en lo que va de año y 1.215 desde que empezaron a contabilizarse. Su gestión es un absoluto fracaso salvo para sus amigos publicitarios a los que ha llenado los bolsillos de dinero público para perpetrar propagandas mediáticas, desde donde ha insultado a comunicadores o usado delictivamente imágenes de ciudadanos anónimos sin autorización.

A la creadora de los cordones sanitarios a los heterosexuales, a las feministas no afines, a los jueces machistas, a los periodistas no adictos y a la derecha política, es a la que ahora han marcado con la letra escarlata sus antaño convenientes amigos Pedro y Yolanda. No es para menos: 1.155 violadores están disfrutando ya de rebajas en sus penas gracias a su ineptitud y a su pertinaz soberbia culposa, que le impide hacer algo tan consecuente como pedir perdón, visto los resultados tan nefastos de esa chapuza. Dicen en su entorno que está muy enfadada, y hay quien no descarta que los cinco diputados que le ha colocado Podemos a Sumar sean utilizados para exigir su continuidad en el Gobierno, aunque no sea ya diputada. Desde luego, los señores de Galapagar van a disparar a quemarropa contra Yolanda. A él le han echado de la Ser y a ella del Gobierno en breve, así que tiempo libre van a tener. Se descarta que dos parásitos del dinero público como ellos busquen trabajo en el sector privado. Qué pereza.

Convertir la lucha contra la violencia de género en un arma arrojadiza es uno de los mayores errores del Gobierno de coalición, que acumula decenas de ellos. Los dos grandes partidos consensuaron una ley integral que ha funcionado bien pero que Pablo Iglesias y su pareja derivaron en un pingüe chiringuito con el que forrar los negocios de sus amigas –asesoras, expertas feministas, diplomadas en me too–, y en la mayoría de los casos en alentar juicios paralelos, como hizo Irene con Rocío Carrasco en Telecinco o con Juana Rivas, en el sucio asunto del rapto de sus hijos, por el que fue condenada y luego indultada.

Esta señora que seguro fue buena cajera de supermercado, ha resultado ser una nefasta ministra, cuya gestión solo ha contentado a cuatro despistados y a unos cuantos espabilados. Lo demuestra el que las cifras con las que cierra caja no cuadran, y van a ser la carroza que la lleve de la caja registradora al ataúd político.

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