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Cosas que pasanAlfonso Ussía

En Sotomillas o Comigrande

Porque Comillas, cuando merece la pena, es al término del verano. No hay trenecitos, no hay acontecimientos sociales, no hay comidas y cenas –los restaurantes cierran algunos meses–, y todo vuelve a la normalidad

Actualizada 01:30

Me lo he topado en un atasco a la entrada de Comillas. En esta histórica localidad de la costa montañesa, durante el mes de agosto, circula un trenecito que ofrece a los turistas un recorrido por sus lugares más emblemáticos, el Palacio del marqués, el Capricho de Gaudí –que no vino jamás a Comillas, quizá por caprichoso–, la casa de Ocejo, donde veraneó dos años Alfonso XII, y la entrada del Seminario de los Jesuitas. El trenecito no sube hasta los tres grandes edificios de la Compañía de Jesús, porque el trenecito carece de potencia para hacerlo. La lentitud del trenecito monta unos colapsos de tráfico que requieren una alta capacidad de paciencia. Aparcar en esta noble Villa de los Arzobispos es más difícil que en los entornos del Bernabéu una tarde de semifinales de la Copa de Europa. La recaudación de multas es en Comillas, cada día de verano, extraordinariamente generosa, lo que hace muy feliz a su alcaldesa, superviviente del PRC de Revilla pero con alma del PSOE. Y en pleno atasco, me lo he topado.

Un ilustre abogado de Madrid. Compró la casa en Comillas después de vender un chalé en Marbella, para volver a disfrutar del veraneo cantábrico de su infancia.

—Trabajo cada día doce horas en el despacho y estoy deseando volver a Madrid para descansar. Entre la playa, las invitaciones a comer, invitaciones a cenar, fiestas y demás obligaciones sociales, siento que se me escapa una importante porción de mi vida. Resulta agotador. Y casi siempre, con las mismas personas.

Porque Comillas, cuando merece la pena, es al término del verano. No hay trenecitos, no hay acontecimientos sociales, no hay comidas y cenas –los restaurantes cierran algunos meses–, y todo vuelve a la normalidad. Este verano, entre fiestas privadas y benéficas, cenas y comidas, hemos superado a Sotogrande, también conocido por Tostongrande, y Comillas se ha convertido en Sotomillas o Comigrande. El abogado ha desertado.

—Me voy a pasar calor a Madrid y trabajar doce horas cada día. Maravilloso descanso.

Cuando yo conocí Comillas, hace más de cincuenta años, los veraneos eran maravillosos. Todos se conocían, locales y veraneantes –la «Paparda»–, y dado que nos veíamos continuamente en los mismos lugares –el Real Club Estrada, La Rabia, La Colasa, Joseín, el Filipinas, el Golf de Oyambre y la playa–, no se organizaban cenas ni comidas. Había una excepción. La cena de los inolvidables Adela Güell y Perico Ybarra en Gerramolinos, la casa más bonita de la provincia. Y ellos, los mejores anfitriones. Sin olvidar, años más tarde, la cena de los Navarrés en Vallines y de los Cabeza en el Castro de Cóbreces, en las que se colaban casi la mitad de los asistentes, lo cual les concedía un valor añadido. Jamás los colados –los «penetras»-, fueron recibidos con mayor simpatía y hospitalidad. «Por lo menos, son nuevos».

En Sotogrande hay cenas todos los días. Los antiguos del lugar se reúnen en las cenas «A», y los nuevos y menos afortunados en las de clase «B». Un «B» hará lo posible por alcanzar el grado «A», en tanto que un «A» puede perder su condición privilegiada si es sorprendido en más de dos ocasiones en una cena «B». Las jornadas culminantes son las del Torneo Internacional de Polo, un deporte muy aburrido como espectador y bastante divertido para los caballos. Pero hay que ir al Polo si el «C» quiere ser «B» y el «B» está a un paso de lograr el pasaporte «A». Sotogrande se caracteriza por la gélida temperatura de sus aguas, sólo comparables –según el oceanógrafo francés Fabian d·Albí de Chartreuse–, con las de las playas del nordeste de Escocia en el mes de febrero. El veraneante de Sotogrande, de vuelta a Madrid, necesita al menos, dos meses de adaptación para recuperar su habitual tono físico. Se dice que el más «A» de Sotogrande desaparece de su maravillosa casa a mediados de agosto y se refugia en un chalé más modesto de la misma urbanización para tratar con personas que no pregunten «Cuándo has venido? ¿Cuándo te vas?», curiosidad también muy habitual en Comillas y Ribadesella.

En fin, que en Sotogrande, en Comillas, en Sotomillas y en Comigrande, los veraneos son agotadores.

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