Doña Luisa
Rubiales, si desea mantenerse en el chollo, sólo tiene esa honrosa salida: cambiar de sexo aunque mantenga el género natural, y llamarse doña Luisa
El próximo viernes habrá reunión en la RFEF para valorar el morreíllo de su presidente, Luis Rubiales, a la gran jugadora Jenni Hermoso. Asimismo se analizará su elegante gesto de tocarse los entornos del hueverío y fuchingámen ante la mirada atónita de la Infanta Sofía. Le quedan pues, dos días para salvarse. Puede presentarse en un Juzgado de Guardia y posteriormente en el Registro con el fin de declararse mujer.
—Señoría, no estoy cómodo con mi género, y deseo convertirme, de acuerdo con la ley, en mujer. Mi decisión es convertirme inmediatamente en doña Luisa Rubiales. Me siento muy Luisa y, de ese modo, como mujer hecha y derecha, como mujer de armas tomar, como mujer presidente de la Real Federación Española de Fútbol, tendré pleno derecho a permanecer en el vestuario de la Selección femenina mientras se despelotan y se duchan. Yo no besé a Jenni como hombre. Lo hice como mujer, y como Jenni es heterosexual, sólo ella tiene la capacidad de perdonarme o no. Y sí, reconozco que, con la euforia, hice un gesto grosero y deleznable tocándome mis industrias ante la Reina, la Infanta e Infantino. Pero no fue un gesto machista, sino feminista, para recalcar ante todo el mundo mi condición de nueva mujer empoderada.
—¿Cómo desea figurar en su nuevo Documento Nacional de Identidad?.
—Como Luisa Rubiales Béjar, lógicamente.
—Enhorabuena, doña Luisa. Ya es usted una mujer en toda la regla, y no es ironía.
Y a ver quién expulsa a una mujer de la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol.
Quevedo escribió de una mujer que trepó socialmente sin cambiar de género y sexo. Lo del cambio de sexo no se vislumbraba en el Siglo de Oro, pero estaba admitido el regate en la identificación.
Hija de un zurrador y una gitana.
Subió a fregona y se llamó Ana Pérez,
Con la ayuda de un sastre y de un alférez.
Y viéndose triunfante,
A Toledo se fue con un farsante.
Llamóse doña Luisa,
cosa que a ella misma le dio risa.
Y a caza de apellidos
A la Corte se vino en buena hora
Hecha todo un ejemplo de señora
Con joyas y vestidos,
Adonde por lo puta y por lo moza
Se llamó doña Julia de Mendoza.
Ahora es muchísimo más sencillo. No hay que dar tantas vueltas. Entre Irene, la Belarra, la Pam, la Yoli, y el Marismillo volante lo han conseguido. Meses atrás, un delincuente se declaró mujer, ingresó en la prisión de mujeres de Ávila, y dejó embarazada a una reclusa. No entra en mi cabeza progresista que Yolanda Díaz, o la Belarra, o Irene Montero, o la Pam, o Ada Colau, exijan que doña Luisa, presidente de la RFEF, sea expulsada de su puesto. Expulsar a una mujer que llega tan alto en el fútbol mundial es de fascistas.
De ahí que Rubiales, si desea mantenerse en el chollo, sólo tiene esa honrosa salida. Cambiar de sexo aunque mantenga el género natural, y llamarse doña Luisa, «cosa que a ella misma le dio risa», como escribió don Francisco el estevado, el «soy un fue, y un será, y un es cansado», el formidable renco con las espuelas de oro.
Y acabarán persiguiendo a Jenni, la extraordinaria futbolista madrileña, por recibir el beso de doña Luisa, de izquierdas y del progreso.