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Rubiales no es el único inmoral

A estos policías de la moralidad, que tanto predican y tan poco trigo han dado, habría que aplicarles aquello que me recordaba mi abuela: «Dime de qué presumes, y te diré de lo que careces». Rubiales ya está sentenciado, pero hay otros que van de jueces y deberían ser juzgados

Actualizada 01:30

Luis Rubiales Béjar es un impresentable. Lo es hoy 1 de septiembre de 2023 y lo era el 17 de mayo de 2018, cuando accedió a dirigir el fútbol español, tan solo 16 días antes de que su amigo Pedro Sánchez llegara al Gobierno, gracias a una moción de censura, legítima pero cocinada torticeramente con la complicidad de un juez. Entonces, como hoy, Rubi, como se le conoce en los ambientes socialistas, era el hijo de un exalcalde del PSOE en Motril, investigado por los ERE, el mayor escándalo de corrupción de la España democrática. O sea, material protegible en Ferraz. Por eso fueron tan tibios Isabel Rodríguez y Miquel Iceta el domingo de autos, tras conocerse el vergonzoso comportamiento de Rubiales, a la espera de que el jefe de Moncloa bajara el pulgar.

Sigamos: Rubi es un indecente por tocarse los genitales delante de la Reina, de la Infanta, como si lo hubiera hecho delante de mi madre o del sursuncorda. Lo es por besar en los labios a una jugadora, impropio gesto que también lo sería incluso si hubiera contado con el «sólo sí es sí» de la futbolista, y que no deja de serlo porque se difundan videos de las campeonas festejando el ósculo. No son maneras de celebrar el triunfo ni como manifestación de entusiasmo ni bajo la melopea por una copa de anís o un agua con gas. El que tiene un cargo, con una proyección pública tan evidente como la suya, comparte los éxitos de forma contenida porque si no tendría la puerta abierta para hacer un «calvo» el día que perdamos una final a quien se pusiera por detrás o dedicarle una higa al presidente del Gobierno del país rival. Si, además, el eufórico presidente de la Federación tiene un historial de escándalos económicos, corruptelas varias, grabaciones ilegales –hasta al Gobierno– y comportamientos casi mafiosos con periodistas, colaboradores y subordinados, pues es difícil dar más motivos para ser mandado a su casa, y sin los tres mil euros que recibe de ayuda para el alquiler. Me evito calificar el esperpento de que su madre se haya encerrado en una Iglesia: si el ínclito no ha sabido ser un ejemplar representante del fútbol español ahora es el momento de ejercer de buen hijo evitándole a su pobre madre bochorno así.

Sentadas estas bases, hay pocos inocentes entre los que han salido a atizar sin piedad al Torrente del fútbol español. Recapitulemos.

Sánchez, Iceta, Yolanda, Irene Montero, Echenique y demás hiperventilados de la izquierda, que vomitaron una ley que puso en la calle a 115 violadores (uno de ellos ha reincidido en Dos Hermanas) y aliviado condenas a otros 1.156 depredadores, y que tardaron seis meses en corregir el dislate, para lo que necesitaron al PP. Una izquierda tan entregada a los «Me too» propagandísticos, pero que miró para otro lado mientras decenas de chicas tuteladas por el Gobierno de Baleares eran prostituidas o una menor era abusada por el marido de Mónica Oltra, que usó su cargo público para tapar la investigación.

Periodistas deportivos y no deportivos que hasta hace tres telediarios escribían panegíricos del rey sol del deporte y se tomaban a mofa el fútbol femenino como si fuera un pintoresco sucedáneo del masculino, que hoy se han puesto a escribir sesudos artículos sobre los oscuros meandros del poder federativo, los vicios no tan ocultos de Rubiales y la necesaria catarsis para pulir este deporte de los resabios machistas. Muchos de ellos bloquearon en los medios de comunicación la llegada de informadoras a la sección de Deportes, se mofaban de sus intentos por hacerse un hueco en ese mundo y sus bajezas en las redacciones dejan en mantillas al exjefe del fútbol. En estos casos, lejos de taparse, se han expuesto tanto que están refrescando la memoria de muchos periodistas que vivieron en primera persona tales desafueros. Sobra decir, que la mayoría están a sueldo de medios de izquierda, tan progresistas ellos, tan feministas, tan igualitarios. En las redes sociales, ya hay nombres que harían hablar a las piedras.

Así que a estos policías de la moralidad, que tanto predican y tan poco trigo han dado, habría que aplicarles aquello que me recordaba mi abuela: «Dime de qué presumes, y te diré de lo que careces». Rubiales ya está sentenciado, pero hay otros que van de jueces y deberían ser juzgados.

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