Españoles de primera y de segunda ¡No!
Reglas privilegiadas y diferentes para catalanes y vascos, tal es la aberración que quiere imponernos un oportunista que ni siquiera ha ganado las elecciones
Preparémonos para lo que trama. O más bien intentemos evitarlo con todas nuestras fuerzas. Llega la afrenta final de un político al que ya no queda muy largo aplicarle el término de felón. Si eres de Cáceres, Zaragoza, Logroño, Ciudad Real, La Coruña, Valencia, Madrid, Sevilla, Gijón, León…pronto serás un español de segunda, al tener la desgracia de no ser ni vasco ni catalán. Tal es la aberración que pretende imponernos un oportunista sin principios por la única razón de que perdió las elecciones y necesita comprar a los separatistas antiespañoles para que lo hagan presidente.
Según está contando El Debate, Sánchez, sabedor de que la consulta es un imposible, ofrece a los separatistas catalanes gozar de una bicoca fiscal similar al cupo vasco, que el resto de los españoles no disfrutamos ni disfrutaremos. Además, los políticos catalanes quedarán exentos de cumplir las leyes que nos obligan a todos, merced a una ley de amnistía inconstitucional, que propio Sánchez rechazaba unos días antes de las últimas elecciones. Es decir: adiós a la igualdad entre españoles.
Un maniobrero con alma de autócrata se apresta a convertir en agua de borrajas el crucial artículo número 14 de nuestra Constitución, que reza así: «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».
Si la tropelía que maquina el Partido Socialista Obrero (Ex) Español para seducir a Puigdemont se consuma, habrá en España personas de primera por razón de nacimiento (los vascos y catalanes) y de segunda, todos los demás. Dos regiones disfrutarán de una prima económica que les pagaremos el conjunto de los españoles. Ese dinero le será sustraído a otras comunidades para que Sánchez mantenga su colchón en la Moncloa.
Cataluña ha sido privilegiada siempre por el Estado español, ya desde el ventajosísimo arancel textil del XIX, que le regaló el monopolio con el que despegó. Los últimos modelos de financiación autonómica se han escrito por completo al dictado de Cataluña, que ha dilapidado en delirios identitarios e independentistas mientras otras regiones se apretaban el cinturón. Cataluña ha sido rescatada generosamente por el Estado con fondos incontables (70.000 millones) cuando se encontraba en la semiquiebra por la mala cabeza de sus gobernantes y cuando su bono estaba calificado como basura. Pues bien, con tales precedentes, Sánchez pretende premiar ahora a Cataluña con una suerte de cupo a la vasca, que dejará temblando la caja común.
Si el plan se consuma, España mutará para siempre. Habrá dos países. Uno, el de los parias agraviados que tienen que cumplir la ley y someterse al régimen presupuestario común. El otro, el de los dos pueblos elegidos, que pagarán menos, cobrarán más y podrán dar golpes de Estado independentistas cuando les plazca. Todo para comprar la voluntad de un prófugo, Puigdemont, que ha obtenido menos votos en su región que el PP, pero que ahora se ha vuelto imprescindible para el PSOE.
Sánchez, el peor presidente de largo de nuestra democracia, ha ido demasiado lejos. Hay que frenarlo. Por eso hemos de rechazar sus planes por todas las vías legales a nuestro alcance. Un primer paso simbólico ha de ser la manifestación de hoy en la segunda mayor ciudad española, Barcelona. Urge decir «no», porque el plan incluye además una reforma encubierta de nuestra Constitución, a través de un TC diseñado para retorcer la ley al servicio del PSOE. Como hizo en su día Hugo Chávez, el presidente Sánchez quiere ir agujereando la legalidad a través del control de la justicia, una estrategia que es siempre la antesala del autoritarismo.
Todos queremos el bienestar de Cataluña y de los catalanes, parte integrante de nuestro país desde siempre y que han hecho magníficas contribuciones al bien común. Pero lo que no queremos es perder nuestros derechos más inalienables. No aceptamos convertirnos en gregarios de segunda solo porque le viene bien a un político que tiene un vacío en la conciencia y a un partido, el PSOE, que vuelve a ser el que siempre ha sido: el que traicionó a la II República en 1934, el que apoyó a Companys en las calles de Barcelona, o el que decreta cordones sanitarios contra partidos constitucionalistas y democráticos para abrazar al mundo etarra y a los separatistas.
Este sábado, en la jura de bandera de la princesa Leonor, el Rey recordaba solemnemente a su hija que la Corona «simboliza la unidad y permanencia de España“ y el deber de defender el orden constitucional. Hace 38 años, el presidente socialista de entonces, González, asistió a la jura del entonces príncipe Felipe. No había ni rastro ayer de Sánchez, que se encontraba a esa hora defendiendo en un mitin la “pluralidad» de España y que trabaja para cargarse el orden constitucional liquidando la igualdad entre españoles. Son dos maneras de entender la ley que acabarán teniendo que chocar, porque son ya diametralmente opuestas.
Si las leyes quedan al capricho del autócrata estamos perdidos. Los españoles, los de izquierdas y los de derechas, todos, nos estamos jugando nuestra libertad y nuestros derechos. Así de sencillo. Así de dramático.