Santi, Pedrín y Merche
Tras repasar sus biografías resulta lacerante la conclusión a la que ha llegado uno de los tres
Santi y Pedrín, nacidos en el seno de confortables familias de la esforzada clase media que prosperó en el final del franquismo y el comienzo de la democracia, se afiliaron a un partido con un año de diferencia. Ambos eligieron las siglas en las que ya militaban sus padres. Pedrín se afilió al PSOE en 1993, con 20 años, y Santi al PP en 1994, con 18.
Pero claro, en los años noventa del siglo pasado no era lo mismo ser un joven militante del PSOE en un buen barrio del centro de Madrid que ser un afiliado del PP en un pueblo del interior del País Vasco.
En el año en que Santi se enroló en un partido constitucionalista de derechas en tierra hostil, ETA mató a 13 españoles. En 2000, cuando Santi ya era presidente de Nuevas Generaciones del PP en el País Vasco, ETA asesinó a 23 personas. Además, Santi y su familia vivían amenazados de muerte por atreverse a defender la temeraria idea de querer ser españoles y libres. El comercio familiar, una tienda de ropa en Amurrio (localidad alavesa de diez mil habitantes), era objeto de constantes señalamientos y actos vandálicos. Pensar que en cualquier momento te pueden matar no supone exactamente un modo de vida sencillo y relajado. Pero Santi, licenciado en Sociología por Deusto, decidió a una edad temprana que a él el terrorismo supremacista de ETA no lo iba a amordazar. Incluso a riesgo de que esa apuesta por la libertad le costase la vida. Tomó una arriesgada decisión moral y fue consecuente con ella.
La vida de Pedrín en Madrid era bien diferente. Nacido en una buena familia de cómoda clase media, su padre manchego era el gerente del Instituto Nacional de Artes Escénicas con Felipe González y después montó una próspera empresa de plásticos. Su madre, madrileña, era funcionaria. Pedrín, que hoy tiene a gala ser ateo, acudió de niño a un buen colegio católico de pago y estudió la carrera de Económicas en una institución privada en El Escorial. En casa tampoco había problemas de dinero para enviarlo al extranjero a aprender inglés.
Acabada la carrera, Pedrín hizo la mili y después se entretuvo con unos másteres, hasta que el PSOE lo empleó como becario en el Parlamento Europeo. De vuelta a España, se metió en la política activa, intentando ser concejal en Madrid. No salió, pero finalmente entró en el Ayuntamiento al correr la lista por una baja. Lo mismo le sucedió más tarde en el Congreso. El resto de la historia ya la conocen: ganador de las primarias del PSOE... y hasta hoy, cuando está a punto de ser investido sin haber ganado siquiera las elecciones.
Merche es unos años mayor que los dos anteriores. Peina 63 años, doce más que Pedrín y dieciséis más que Santi. Ella estudió periodismo. Pero ejerció para una editora ciertamente atípica: la nebulosa de ETA. En 1984, cuando Pedrín y Santi eran todavía unos críos, a Merche ya la condenaron a un año de cárcel por hacer apología de ETA, crudelísima banda que aquel año asesinó a 32 españoles, incluidos un tendero, un cocinero y un mecánico. A Merche aquello le parecía estupendo. Así lo hacía notar desde las páginas del infecto Egin. Todo por la causa. Incluso es la autora de la biografía de un líder de ETA.
Más tarde, Merche dirigió otro periódico con idénticas ideas, Gara. En 2001, un juez apellidado Garzón, que luchaba contra ETA y todavía no había perdido el norte, la interrogó por entrevistar a dos jefes etarras.
Merche apoyaba a aquellos de los que Santi y su familia tenían que protegerse con escoltas para que no los liquidasen cualquier mañana con un balazo en la nuca. Merche apoyaba a la banda que en total asesinó a doce militantes del PSOE, correligionarios de Pedrín. Pero más tarde, ella pasó de periodista proetarra a política en las filas de un partido postetarra (Bildu) y desde 2019 es diputada en Madrid, donde con un pasado tiznado de horror nos imparte lecciones de democracia a «todos y todas».
¿Cómo acaba la historia? Pedrín ha elegido como socia política a Merche, la que aplaudía los asesinatos de ETA, incluidos los de sus doce compañeros socialistas, pero echa pestes de Santi, el patriota español que se jugó el físico contra el terrorismo independentista y al que tacha de «ultra». En su ronda de conversaciones para intentar ser investido presidente, Pedrín anuncia que se verá con todos los partidos, incluidos el que nació como una marca blanca de ETA y el de los golpistas catalanes, pero señala muy orgulloso que hará una única excepción: con Santi nada de nada, cordón sanitario absoluto. Vade retro.
No sé si estaré equivocado, pero mi sensación es que Pedrín tiene una seria avería de conciencia, de las que vienen de fábrica y ya no se curan.